Barrick Pueblo Viejo enfrenta una encrucijada

La operación minera que la empresa canadiense Barrick mantiene en República Dominicana pende de un hilo y la compañía clama por apoyo a diversos sectores de la sociedad dominicana para no tener que eventualmente cerrar la mina de Pueblo Vijeo, en Cotuí, que tiene un potencial de vida útil de sobre 20 años adicionales para la extracción de oro y plata de alta cotización en el mercado internacional.

Barrick explota a cielo abierto desde el 2013 una enorme extensión montañosa de 4,800 hectáreas en este sector de la provincia Sánchez Ramírez, tras una inversión inicial de 4,500 millones de dólares, la cual la empresa asegura no haber recuperado al día de hoy, a pesar de que ha pagado al Estado dominicano alrededor de 2,300 millones de dólares en impuestos y otros conceptos.

El gigante minero global sostiene que República Dominicana se ha quedado con el 52 por ciento de los flujos de efectivo que han surgido de la operación, mientras que Barrick ha obtenido un 48 por ciento, unos 2,081 millones de dólares.

Sólo en el 2020, Barrick Pueblo Viejo ha acumulados pago contributivos por 385 millones de dólares y acordó adelantar 95 millones de dólares correspondientes a la carga impositiva de 2021, para que el gobierno haga frente a la emergencia provocada por la pandemia del COVID-19.

El estado de la operación de la operación minera es sensitivo, pues la empresa está en la encrucijada de decidir si continúa mediante una extensión de su planta de producción o si se detiene esa inversión, se deja de explotar nuevos yacimientos y se limita a procesar el material ya expuesto, para luego entrar en un proceso de mitigación que cerraría la mina para el 2030.

“La propuesta de expansión de la mina de Pueblo Viejo tiene un estimado de inversión inicial de aproximadamente 1,300 millones de dólares y el potencial de extender la vida de la mina hasta más alla del 2040. Incluye la expansión de la planta de procesamiento y una presa de cola, sin las cuales la mina tendría que parar el proceso de minado este año y cerrar su producción total para el 2030”, sostiene la empresa en su reporte del proyecto.

La expansión permitiría a la mina producir unas 800,000 onzas de oro al año, lo cual justificaría la inversión y permitiría a la empresa recuperar la inversión original para el año 2026 y seguir produciendo a largo plazo.

En concreto, si Barrick no consigue la autorización y los inversores para hacer su plan de expansión, lo que quedaría por hacer es procesar enormes pilas de material ya extraído de la montaña, por lo que no se harían nuevas extracciones, y ese proceso concluiría en unos pocos años, para luego iniciar la etapa de mitigación, que incluiría el cierre de las instalaciones de producción y la recuperación del hábitat natural afectado en toda la zona boscosa.

“La concentración del oro está bajando. Hace algunos años nosotros pudimos llegar a tener una producción cerca del 1,200,000 onzas de oro por año, sin embargo, ya vemos que la producción ha ido bajando y estamos rondando cerca de las 900,000 onzas al año”, dijo a Diario Libre la presidenta de Barrick Pueblo Viejo, Juana Barceló.

“Si nosotros no hacemos nada, pues básicamente la producción de Pueblo Viejo a partir del 2022 bajaría a la mitad. Estamos hablando de un promedio de 550,000 onzas, lo que incrementaría significativamente nuestro costo de producción. Sin embargo, si hacemos esta ampliación de la planta de procesos, pues nosotros en ese caso podemos incrementar la vida de la mina en más de 20 años”, agregó la ejecutiva dominicana.

Diario Libre fue invitado a visitar las distintas áreas de la mina que Barrick mantiene en Pueblo Viejo. Es una operación gigantesca, que a simple vista es imposible observar sus linderos en su totalidad, pues se extiende hasta los confines de la provincia de Monte Plata.

Su operación a cielo abierto, estilo de minería de oro usado en un 60 por ciento de las operaciones del mundo -el resto son subterráneas-, muestra un contraste tosco entre el bosque que la rodea y los montes molidos por los explosivos y las excavadoras.

En la siguientes vistas aéreas de 360 grados, se puede ver la operación de la mina.

Es de esos montes al descubierto que sale el preciado metal que ha permitido que este rubro económico represente el 43 por ciento de las exportaciones nacionales de bienes de la República Dominicana.

Alrededor de 2,300 personas laboran de forma directa en este lugar repletos de caminos escarpados y polvorientos o enfangados, dependiendo de la lluvia. El 98 por ciento de ellos son dominicanos y el dos por ciento extranjeros. El 16 por ciento son mujeres, incluyendo su presidenta, que comanda una operación típicamente dedicada a los hombres.

A esa suma se añaden sobre 2,300 contratistas adicionales, más la cadena de suministros típica de una operación de esta envergadura.

Es una operación en la cual se respira tecnología, seguridad, modernidad e, incluso, compromiso con el medio ambiente, pues un equipo especializado trabaja a diario con la recuperación de áreas usadas en el proceso de minería, de modo que se logre su descontaminación, junto a la repoblación de su flora y fauna.

Se trabaja la 24 horas y el vaivén de camiones transportando materia prima, el vapor saliendo de las calderas y la presencia de personal de seguridad sólo busca una cosa, asegurar la creación de los “doré” que aquí se producen.

El “doré” es el corazón de esta operación. Es parecido a lo que en la calle conocemos como “lingotes”, sólo que en un estado más crudo. El que se hace en Barrick Pueblo Viejo puede pesar entre 100 y 130 kilos, y en su mayoría está hecho de plata, pues en esta mina pocos conocen que hay más plata que oro.

De hecho, de Pueblo Viejo se extrae un 80 por ciento de plata y 20 por ciento de oro, pero el precio de la plata por estos días anda en 25,44 dólares la onza, mientras que el oro cotiza a 1.850,37 la onza. El negocio, por lo tanto, es obvio.

Barrick sostiene que tiene 5,7 millones de onzas de oro en reserva en Pueblo Viejo y que podrían extraerse hasta 15 millones de onzas si la mina se explota en su totalidad.

Es un negocio gordo, que podría mantener el ingreso de recursos importantes para la República Dominicana, en impuestos, trabajos y preparación de personal local para trabajar en otras áreas similares en el país, pero como es de esperar, no todo es color de rosa.

Mantener una operación minera a cielo abierto requiere de un impacto ambiental que a todas luces es mayor. Se requiere de movimientos de tierra enormes, que arracan consigo flora y fauna delicada, que en ocasiones nunca vuelve a recuperarse.

La empresa ha elaborado una estrategia de relocalización de flora y fauna, de recuperación de otras zonas mineras abandonadas y de protección de los recursos acuíferos, de modo que el impacto sea menor y la revitalización del área no tenga que esperar al final del cierre de la mina.

Para ello, expertos como Isabel García-Cuenca, intentan a diario adelantar el trabajo ambiental necesario para impactar el medioambiente de forma positiva.

“Estamos reubicando especies todo el tiempo, estudiando el bosque, mirando sus característias y recuperando aquellas áreas que ya no son necesarias en la mina, para que la naturaleza recupere su esplendor”, expresó la especialista, mientras mostraba a Diario Libre el proceso de liberación de ranas recuperadas.

Los ejecutivos de Barrick aseguran que el agua usada para los procesos de minería se recicla y están muy bien protegidas en presas de cola que no adminiten ni liberan líquido, de modo que la contaminación es inexistente, aseguran.

Pero no son los pocos los grupos ambientalistas o comunitarios que afirman que la mina es una amenaza a su salud, que ha causado un daño ambiental irreparrable en la zona de Cotuí donde está ubicada y que su expansión supondrá poner en peligro el servicio de agua de la Capital, que depende altamente del Río Ozama, cuyas aguas podrían afectarse por la zona donde se construiría la presa de cola que es el corazón de la operación de la expansión de la Barrick Pueblo Viejo.

Juana Barceló, presidenta de la empresa, asegura a capa y espada que el agua de la capital y otras provincias que se alimentan del Ozama no estará en peligro.

“Nosotros tenemos un compromiso con el agua y la verdad que cada día estamos tratando siempre de buscar mejoras y cómo minimizamos nuestro impacto al medioambiente, pero también compensamos… Nuestro compromiso es hacer una minería de una manera responsable, ambientalmente y socialmente”, afirmó a Diario Libre.

Barrick afirma que se estudian 18 posibles lugares para desarrollar esa presa de cola, la cual sirve para acumular el agua que se usa en el proceso de minería, una y otra vez, de modo que se permita el reciclaje y se garantice que los minerales derivados no contaminen los afluentes.

La decisión final no está tomada, pues pasa por varios estudios de viabilidad que no han sido concluidos.

Una zona de Monte Plata luce como la favorita y ya se armado una oposición comunitaria, encabezada por sacardotes jesuítas, que prometen dar la pelea para que el proyecto, o no se dé, u ofrezca garantías máximas de seguridad, reacomodo de familias y compensación a quienes tengan terrenos en las áreas impactadas.

Barrick asegura que el proceso será ordenado y que pronto hará el anuncio del sitio final, para comenzar a pedir permisos y entablar diálogos con quienes sean afectados, por lo que pide calma a los diversos actores sociales, políticos, económicos y comunitarios, de modo que el proceso permita un escenario en que todo el mundo salga beneficiado.

“Necesitamos el apoyo, primero Estado dominicano, para nosotros poder obtener todos los permisos que se requieran. También necesitamos que nuestros inversionistas nos den los fondos necesarios para poder hacer esta inversión y para nosotros es fundamental tener el apoyo de las comunidades con las cuales trabajamos, y las autoridades locales en general”, expresó Barceló, sobre cuyos hombros cae el peso de este proyecto, enorme en inversión y gigante en proyecciones.

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