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Valentino Rossi aún no ha asimilado que el Mundial 2015 lo perdió él solito

Valentino Rossi aún no ha asimilado que el Mundial 2015 lo perdió él solito

Valentino Rossi aún no ha asimilado que el Mundial 2015 lo perdió él solito

Que Marc Márquez no es el piloto más querido del «paddock» no se le escapa a nadie. Incluso sin haber estado este año en la batalla por el campeonato del mundo, le han acusado de estar detrás de las maniobras arriesgadas que han costado vidas en categorías inferiores, de no ser capaz de ganar él solo y tener que recurrir a rebufos y de confundir el valor con la temeridad.

No es normal que esto pase con un gran campeón como Marc, uno de esos pilotos que aparece cada veinte o veinticinco años. Tampoco es normal que Valentino Rossi siga en su guerra de hace seis años y haya decidido unirse a la fiesta de palos.

Rossi, que lleva tres temporadas a un nivel muy bajo, tan bajo que su propia seguridad física se ha visto comprometida en más de un momento, declaraba el otro día que «nunca había visto a un campeón que corriera para que no ganara otro».

Obviamente, se refiere a la actitud que tuvo Marc Márquez hacia él en 2015, cuando cruzaron sus destinos en demasiadas carreras y de una manera, hay que reconocer, algo sospechosa.

Lo que hizo Rossi fue una imprudencia que le costó el Mundial al tener que salir último en la última carrera

Todo para que al final se hiciera Jorge Lorenzo con el título, algo que recordó, de alguna manera, a cuando Hamilton y Alonso se pasaron todo 2007 peleándose entre sí… y el campeón acabó siendo Kimi Raikkonen.

En fin, que parece que hay cola para atizar a Marc Márquez y explicarle lo que es un campeón. Teniendo en cuenta que él lo ha sido en ocho ocasiones, igual no hacían falta tantas lecciones, pero la competición es lo que tiene. En el caso de Rossi, la verdad es que es particularmente innecesario el recado.

Las peleas de Valentino Rossi y Marc Marquez, fuera y dentro de los circuitos llenaron páginas y páginas de revistas especializadas. (Fuente externa)

Primero, porque Rossi ya está en retirada, son sus últimas carreras, y sería bonito que se marchara con una sonrisa y en paz con todos, más aún con el que ha sido su sucesor sobre el asfalto. Segundo, porque de todo esto hace ya seis años y hay hachas que conviene enterrar más temprano que tarde. Tercero, porque es bueno congraciarse con el pasado y aprender de los errores propios.

Lo de Rossi y Márquez en 2015 no lo entiende nadie. Valentino, en su momento, se mostró convencido de que era una cuestión personal que tenía que ver con el legado histórico: según el italiano, Márquez no quería que ganara un décimo campeonato mundial (octavo en Moto GP o categoría equivalente) porque en ese caso le resultaría más complicado llegar luego a su altura. A mí me parece un poco enrevesado.

Me lo ha parecido siempre. Es verdad que Márquez se picó más de la cuenta, pero, como se ha dicho desde el principio, Márquez tiene tendencia a picarse y hacer enemigo. No sabe correr de otra forma.

En cualquier caso, Márquez podía «permitirse» ese pique. Después de ganar en 2013 y 2014, los dos primeros campeonatos de Moto GP en los que participaba, Márquez tuvo una serie de caídas que le alejaron pronto del primer puesto en 2015.

Aunque se impuso en cinco carreras, nunca tuvo opción alguna de revalidar título… y ahí fue cuando, contra todo pronóstico, se enganchó con Rossi. Sus peleas fuera y dentro de los circuitos llenaron páginas y páginas de revistas especializadas, culminando en la famosa carrera de Malasia, penúltima del campeonato, cuando, harto de tanta pelea, Rossi sacó la pierna a pasear y tiró a Márquez.

Es cierto que todo en esa carrera fue una locura. Y que ambos participaron de esa locura, jugándose, literalmente, la vida. Sin duda, Rossi tenía todos los motivos del mundo para sentirse agobiado y atacado por Márquez, pero su actitud, a los 36 años, fue sorprendente y lesiva.

No se le puede meter una patada a alguien y tirarlo de la moto bajo ninguna circunstancia. Si tienes algo que decir, te esperas a que acabe la carrera, pides una sanción para tu rival y recuperas puesto. Si no, pues pierdes tres puntos, los que van del tercero al cuarto. No es el fin del mundo.

Lo que hizo Rossi fue una imprudencia que le costó el Mundial -tuvo que salir último en la última carrera- después de haberlo dominado por veintitrés puntos de ventaja a falta de tres carreras. Pero esa imprudencia es suya, exclusivamente suya. No puede decir «es que me provocaron». Eso es demasiado barato. Era él el que se estaba jugando el campeonato y fue él el que se metió en una guerra mediática y deportiva completamente absurda. El Mundial estaba en sus manos y probablemente él ya fuera consciente entonces de que era su último tren. Se puso a discutir con el revisor y se le fue delante de sus narices.

Que seis años después y al borde de la retirada, siga siendo incapaz de hacer autocrítica de aquello es chocante. Atizar de nuevo a Márquez no cambia nada de lo que sucedió. Márquez iba tercero y acabó tercero. Rossi iba primero y acabó segundo. Es normal que le dé una rabia tremenda, pero son cosas que pasan cuando te empeñas en marcar territorio de manera absurda. Haber dejado a Márquez que hiciera lo que le diera la gana. Durante muchos años, habían parecido uña y carne. De repente, se convirtieron en rivales irreconciliables. Tanto, que acaba 2021, y ahí siguen los dos, enfurruñados.

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