La agropecuaria
Hace ya más de un siglo que José Ramón López escribía: “Dejando a nuestro pueblo entregado a su desidia y a sus ideas actuales solo pueden prosperar las razas más rústicas: caballitos sabaneros… vacas conuqueras y cerdos archiladrones.”
Y agregaba: “En los países eminentemente civilizados el más zurdo campesino sabe que cuanto crece en este mundo necesita alimentación, para llenar sus funciones orgánicas. Y vaya usted a decirle a un labrador de los nuestros que las plantas comen y hay que abonar la tierra: —Téngale cuenta ei diablo —Contestará de seguro. Así son lo cristiano y comen cuando Dios quiere… Contimá ei mají.”
En consecuencia, sugería que “la acción del gobierno medie en el asunto y se haga sentir poderosamente, a fin de crear una verdadera riqueza pecuaria”.
Ahora, más que nunca, se requiere de la intervención de las autoridades para impulsar la agropecuaria. Su trascendencia lo justifica: genera el mayor valor agregado relativo, los enlaces intersectoriales más robustos y suple casi el 25% del consumo promedio de los dominicanos.
Reactivar la economía con base en la expansión de la producción del agro (consumo local y exportaciones), contribuiría a que el modelo económico sea integrador e incluyente.
Es lamentable que el emblema de la mocanidad, “seco, sacudido y medido en buen cajón”, cuyo significado en términos actuales es el de calidad estandarizada, entrega confiable y a tiempo, no forme parte de nuestra cultura. No lo es en los servicios, donde el internet, telefonía, cables y electricidad, van y vienen, fluctúan. Ni en el comercio, ni en la industria. Tampoco en el agro.
El país necesita multiplicar los empleos formales y la producción. No lo logrará hasta que el énfasis se ponga en la creación de valor agregado unitario, en la calidad, en la estandarización. Y hasta que sean ajustados los canales de comercialización para que cese la apropiación de riqueza que corresponde a los productores.
El campo, con excepciones notables, se encuentra huérfano de conocimientos: tecnologías de producción, gerencia, comercialización, servicios. Llenar ese vacío es el reto principal que enfrentan las autoridades agropecuarias.
Ante esa realidad es de suma importancia que cada agricultor disponga de los servicios de un técnico, calificado y motivado, que lo asesore, dé seguimiento y rinda un informe periódico. En las condiciones vigentes no habrá crédito funcional que impulse la dinámica del sector, salvo de carácter marginal, teñido de paternalismo.
También sería relevante llevar a cabo entrenamientos in situ para estimular prácticas eficientes. Establecer estaciones de demostración. Garantizar la disponibilidad de semillas y plantas de primera clase, a precio de costo, eliminando las que no lo fueran. Promover el desarrollo de razas mejoradas. Afrontar la reforestación de las cuencas hidrográficas.
En adición, ajustar los canales de comercialización para que las explotaciones alcancen rentabilidad y frenar la tendencia de poner techo al precio de los bienes agrícolas.
El país se está acreditando como productor de cacao y agregando valor al bien primario. Un gran avance. El entusiasmo está llevando a mucha gente a desarrollar cacaotales, utilizan en la mayoría de los casos variedades de baja calidad y rendimiento. Ese es el patrón de conducta que debe cambiarse.
Dentro del cronograma de trabajo de las autoridades agropecuarias, orientado a que florezca la campiña, debería ocupar un lugar relevante (es probable que así sea) la construcción masiva de caminos vecinales y la reparación de los viejos, así como la realización de pequeñas obras de infraestructura (canales, dispensarios médicos, acueductos, escuelas, instalaciones deportivas, de recreación y cultos).
No basta con los buenos deseos. Se requiere de recursos, pues urge llevar esperanza a los agricultores, hasta ahora marginados, en pavoroso contraste con el gasto público que se destina a las urbes y que, a su vez, atrae la migración a las ciudades, en círculo vicioso, fuente de miseria y vandalismo.
El campo ha sostenido el pulso vital de la economía en la pandemia y garantizado el abastecimiento alimentario. Los costos han subido por el alza del dólar, pero los precios de los productos apenas han reaccionado a ese incremento. El agro merece recuperar la rentabilidad que se le hurta.
Hay otros factores que afectan a la agropecuaria. El predominio de mano de obra extranjera irregular. La resistencia a la formalización a causa de las trabas del Código Laboral. Y el desenfreno especulativo en la utilización de los suelos, carentes de un ordenamiento riguroso.
Son temas mayores. Las soluciones son de alta complejidad, pero su ejecución es una condición necesaria para el desarrollo de la sociedad dominicana.