La universidad se rebela contra el control de Erdogan
Las aceras de la calle que lleva a la Universidad del Bósforo están valladas. La boca de metro, custodiada. En cada una de las cafeterías de alrededor, se sientan policías de paisano o con el peto que los identifica como tales. Resguardados en las traveseras hay varios camiones con cañones de agua a presión. Parejas de agentes patrullan arriba y abajo, algunos con armas automáticas al hombro. Las puertas de la Universidad están protegidas por una línea de antidisturbios: entrar está prohibido excepto para los profesores y estudiantes con carnet del centro. Y eso que hace meses que no hay clases presenciales.