¿Será el Cibao Gigante con Águilas detrás de la 22?
En San Francisco de Macorís conocieron lo que es cerrar la temporada descorchando champaña justo cuando su equipo alcanzó la mayoría de edad (2015), pero desde 2013 el departamento de mercadeo había identificado a su vecino del norte como el rival natural para crecer su afición en un enclave aguilucho de casi un siglo. Se abrió el desafío que incluyó la campaña “el Cibao es Gigante”.
La oportunidad que tienen los duartianos desde hoy ante las Águilas era la deseada por sus dueños desde hace casi una década cuando Máximo Martín Gómez, a sazón jefe de comunicaciones, elaboró la estrategia.
Ayer, el club relanzó la campaña en sus redes sociales con un avión de combate bajo el lema, “la guerra del Cibao” y un caballo entre el logo que decía, “estamos preparados”.
Es que un cuarto de siglo después de nacer a minutos de Santiago a los potros les ha costado convencer a su provincia y región de que en la zona norte hay otra alternativa. Una provocación a la que los aguiluchos no se sienten motivados y de inmediato recurren a su vitrina con 20 coronas adornadas por emblemáticos como Winston Llenas, Miguel Diloné, Luis Polonia y Miguel Tejada para terminar la discusión.
Como el Benjamín de la Lidom y tercer equipo de expansión, ha sido largo el camino para que esta franquicia haga valer su nombre original de Gigantes.
A los potros les tomó siete torneos para lograr su primer boleto a playoffs (los Caimanes lo lograron en su estreno y los Azucareros al segundo año), está en poder de su cuarto dueño en 25 años de historia y tiene su tercer nombre, tras Gigantes del Nordeste (1996-99) y el fallido experimento de Pollos del Cibao (1999-2002), que incluyó un torneo 1999-2000 de hazmerreír con 9-51.
Desde ese curso 2002-2003 cuando aterrizaron en el round robin el resto de la liga ha tenido que contar con ellos al punto que han clasificado en 15 de 18 torneos y en la zafra 2014-2015 tocaron las nubes con su primer cetro. Ya de adolescentes (2009-2010) estuvieron a punto de graduarse, pero el Escogido fue un rival más que duro, imposible de matar.
Más allá del tamaño del rival, los Gigantes tienen un estímulo especial para hacer de esta una épica temporada donde superaron un brote de COVID-19 que los sacó de acción por 10 días, una racha de cinco derrotas que los dejó con 7-11 a una semana del fin de la serie regular, pero jugaron para 8-3 en lo adelante y se clasificaron de primero. Luego liquidaron 4-2 a unas Estrellas que tenían en su plantel a Robinson Canó y Fernando Tatis Jr.
El contrincante de frente, amén de las aspiraciones de mercadeo nordestanas, tiene otras intenciones.
En Águilas Cibaeñas, como un gigante del torneo, no se asimila otro resultado menor a ganar la corona y sus seguidores ven a los Gigantes como un oponente que no es de su altura. Al fanático amarillo a lo sumo le consuela que el Licey se quede en el camino para apelar a Sergio Vargas con el “ni tú ni yo”.
Si ganar siempre es el objetivo en esta pelota de proyectos inmediatos y donde la palabra desarrollo no entra en la ecuación para las cuyayas volver a la final tres años después de su última corona es una noticia a su altura de listón.
Los de Félix Fermín tienen la gran oportunidad de volver a empatar con el Licey en el número de coronas (22). La tropa con sede en Santiago ha dado caza a los azules en el tope en 17, 18 y 19 y solo estuvo arriba cuando llegó a la 20, en la campaña 2007-2008. Luego tomó un recorrido oscuro de nueve torneos sin encontrar la clave hasta 2018 y los azules aprovecharon para despegaron hasta 22.
Estas Águilas con Juan Lagares, Rangel Ravelo, Johan Camargo, Robel García, Melky Cabrera y Jonathan Villar han derribado a unos Toros sobrados de talento.
Ayer, los Gigantes sumaron al lanzador panameño Paolo Espino y al inicialista cubanoamericano Peter O’Brien en el sorteo de reingreso, desde los Toros.
En tanto que las Águilas tomaron al lanzador zurdo canalero Andy Otero y al derecho colombiano Nabil Crismatt, que tiraron para las Estrellas.