Apartar a Trump
La democracia estadounidense sigue en pie. El Capitolio ha quedado despejado de la horda fascistoide que, espoleada por Donald Trump, lo asaltó, y los legítimos representantes de la soberanía nacional culminaron la certificación de la victoria electoral del candidato demócrata, Joe Biden. Antes, decenas de jueces resistieron las presiones de la Casa Blanca para subvertir ese resultado. También lo hizo, de forma admirable, Brad Raffensperger, el dirigente republicano de Georgia que, sin doblar ni un milímetro la espina dorsal, aguantó el abusivo intento del mandatario de forzarle a buscar como fuera los 11.000 votos que necesitaba. Muchos otros estuvieron a la altura de lo que se esperaba de ellos. Así, las costuras del sistema alumbrado en 1787 han aguantado la brutal embestida del trumpismo. Pero no cabe complacencia ninguna: el daño causado es enorme y será duradero. La labor de reconstrucción será ardua. El mundo en su conjunto, y Occidente en especial, tienen interés en que esta vaya a buen puerto y estabilice el rumbo de la mayor potencia del globo.