El comunismo: una religión sin paraíso
La consigna más revolucionaria de Alemania Oriental en 1989 fue “nosotros nos quedamos”. Hasta aquel entonces el clamor era poder escapar a Alemania Occidental. En estos momentos en Cuba una de las consignas más revolucionarias es “Cuba es de nosotros”. Hoy los conservadores defienden la revolución y los revolucionarios la libertad.
La humanidad ha tenido dos grandes necesidades existenciales, en consecuencia, en dos grandes proyectos de vida, personal y colectivo: libertad y seguridad.
Cuando la aspiración de libertad es más grande que el de seguridad es cuando se producen cambios trascendentes en la historia. Enero de 1959 en Cuba fue un proyecto de libertad, pero el proyecto comunista fue un proyecto de seguridad. Siendo la repartición – la distribución de valor – el medio para alcanzar esa seguridad.
En los años 50 del siglo pasado el marxismo era una doctrina popular, pensaban que el futuro del mundo pasaba por el comunismo y que el liberalismo, en sus concepciones básicas de libertad individual y libre empresa, había provocado las dos guerras mundiales. El método marxista fue eficaz para entender el mundo y las fuerzas que lo conforman, no así su concepción para crear y distribuir riquezas, que es ciertamente acientífico: un dogma.
En ese contexto histórico estalla la revolución cubana.
Cuba era un país rico, tenía una renta mayor que la de España, pero sufría una dictadura de derecha de la que debía liberarse, Fulgencio Batista. Todas las revoluciones comunistas han nacido desde la prosperidad, han sido emprendimientos burgueses. Desde la pobreza es imposible la revolución comunista.
Las ideas tienen consecuencias, y las malas ideas tienen pésimas consecuencias. El monopolio del poder económico en manos del partido/estado, que equivale a decir en manos de una élite política, devino para ellos en una revolución netamente burguesa, no así para el pueblo. Junto al monopolio de la violencia e imposición de un pensamiento único, en un camino directo al fascismo.
Para su imposición, había que destruir el método más eficaz de distribución de poder: la democracia. El comunismo es la privatización del poder. Pasando de distintos grupos – político, económico y social – para concentrar el poder en manos de uno solo: la cúpula del partido/estado.
El modelo económico comunista fracasó, entre otras razones, porque Marx pensaba que la fuente de todo valor económico era el trabajo del proletario y para que el capitalista obtuviera algún tipo de beneficio había que pagarle al obrero menos valor que el que este producía. En consecuencia, la utilidad de las empresas era el producto de una explotación, se extraía esta plusvalía de la explotación al obrero. Sobre ese dogma edificó su iglesia.
Eso los llevó a concluir que en el sistema capitalista el obrero iba a estar cada vez peor. Que su calidad de vida iba a ir cayendo y con ello se incrementarían las tensiones sociales y finalmente iba a producirse una revolución del proletariado que iba a reemplazar el sistema completo. Para Marx las utilidades eran un robo, el inversionista no aportaba nada y solo el trabajador aportaba valor. Este experimento tuvo precaria vigencia en la Alemania del Este por la tradición y cultura industrial europea.
Hoy día siguen obsesionados en su fe, mientras tanto serán los robots y los algoritmos los que quitarán los empleos a los países desarrollados. Pero el dogmatismo es la codificación de los prejuicios. Aquello que niegas lo fortaleces, Marx con sus permanentes fracasos fortaleció el capitalismo, quienes realmente retan y obligan a repensar más de 150 años de teoría económica fueron John Nash y Amartya Sen.
Es así como la extrema izquierda latinoamericana más que defender la revolución cubana, se defiende a sí misma. Su fundamento existencial. Lo que por décadas han creído y sin la cual se quedan desnudos, desprotegidos y sin razón de ser.
Si muere el mito que le dio fundamento a sus creencias, a sus luchas, a su salvación, sus vidas quedaran desprovistas de propósito y sin redención de aquel enero del 1959. El ser humano necesita algo superior en que creer, si cae la revolución se quedan sin religión.
Fidel Castro con su paloma en el hombro fue “la segunda venida del salvador”. Decir que terminó es dejarlos en una profunda crisis existencial, como una religión sin paraíso.