La izquierda de Brasil sale a la calle contra Bolsonaro por primera vez en pandemia
Las protestas contra el presidente Jair Bolsonaro se han oído, por primera vez en pandemia, alto y claro en las calles de Brasil. Miles de personas convocadas por movimientos de izquierdas han marchado al grito de “Fora Bolsonaro” en decenas de ciudades contra el ultraderechista y a favor de la vacuna, la paga del coronavirus y de Lula da Silva. “Estoy aquí porque este es un Gobierno genocida y racista que usa la pandemia para destruir la sanidad, la educación, nuestras reservas ambientales…”, explica la profesora Josiane Peçanha, del Movimiento Vidas Negras Importan, mientras marcha por una céntrica avenida de Río de Janeiro.
En estos 14 meses de crisis sanitaria, las protestas contra el mandatario populista de extrema derecha han estado básicamente confinadas al mundo virtual, a las redes sociales. Puntualmente, ha habido algunas caceroladas contra Bolsonaro, pero poco más a causa de la pandemia aunque el descontento y la indignación iban aumentando. Hasta este sábado la izquierda había rechazado movilizarse en las calles para evitar propagar la enfermedad.
Y también para distinguirse del presidente y sus seguidores, que en el último año han protagonizado todo tipo de actos como si no hubiera pandemia. Con aglomeraciones y sin mascarillas, las marchas bolsonaristas contra las medidas de confinamiento, el Tribunal Supremo, los gobernadores y a favor de Bolsonaro han sido una de las tónicas de la pandemia en Brasil.
Los antibolsonaristas de Río estaban con más ganas que la media de la izquierda porque el presidente se paseó por la ciudad, cuna política del clan Bolsonaro, el fin de semana pasado acompañado de centenares de motoristas.
La movilización nacional del sábado, con marchas en más de cien ciudades, fue convocada por movimientos sociales como Pueblo Sin Miedo o la Coalición Negra por Derechos. El Partido de los Trabajadores (PT) de Lula y el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) apoyaron las manifestaciones, pero el expresidente no se unió a ellas.
Con las dos condenas anuladas, Lula ha ido subiendo en las encuestas en las últimas semanas. A ese factor se ha unido la acumulación de víctimas del coronavirus, que ya ha matado a casi 460.000 brasileños, y las revelaciones de la comisión de investigación del Senado, que en el último mes ha ido desgranando cómo el Gobierno de Bolsonaro se demoró en comprar vacunas mientras apoyaba la producción de medicamentos ineficaces para la covid.
Ese es el contexto en el que han germinado estas primeras movilizaciones contra el presidente. Los manifestantes hicieron caso de las reglas impuestas por los convocantes: mascarillas FFP2, distancia entre unos y otros y abstenerse los que pertenezcan a los grupos de riesgo.
La enfermera jubilada Amanda Araujo, de 70 años, considera que la situación es suficientemente grave como para asumir el riesgo de protestar en la calle. Explica que ha venido a la protesta para “defender la democracia, restablecer el orden y la dignidad”. Trae un paquete de comida para donar porque la crisis sanitaria ha disparado el desempleo al 14,7%, y el hambre acecha a millones de brasileños. Otro de los lemas más repetidos era “Vacuna en el brazo, comida en el plato”.
La izquierda tiene una larga lista de reivindicaciones: echar a Bolsonaro, acelerar la vacunación (lastrada por el inicial desprecio del Gobierno a las ofertas de las farmacéuticas) y elevar la cuantía de la paga del coronavirus (que ha caído a 30 euros al mes de los 95 originales). También se han oído muchas proclamas a favor de la sanidad pública, de los institutos de salud pública Butantan y Fiocruz, que producen vacunas de la covid, contra los recortes en la educación, contra la militarización del Gobierno, el racismo sistémico, contra las privatizaciones, etcétera.
La resurrección política de Lula ha supuesto un terremoto. De uno día para otro, el presidente Bolsonaro se encontró con un rival. Los sondeos muestran el avance del antibolsonarismo y el retroceso del antipetismo que culminó en la destitución de Dilma Rousseff de la Presidencia. Lula ya está embarcado en buscar aliados con los que construir una alternativa electoral al mandatario ultraderechista para las elecciones de finales del año próximo.
“Conozco personas que sean arrepentido de haber votado a Bolsonaro, pero no sé si votarán por Lula”, explica la profesora Fernanda Capello, de 33 años. “Tenía que venir porque creo que si no le damos un empujoncito, me temo que Bolsonaro no se va”, añade. Otros manifestantes también han notado un cierto cambio de humor en la ciudadanía: “Empiezo a ver personas que se avergüenzan de haber votado nulo (en las elecciones de 2018), que era como votar a Bolsonaro”, explica Vanessa Jardim, de 53 años y productora ejecutiva en la industria del cine, mientras muestra orgullosa las siglas del PT sobre su mascarilla roja.
“Estoy feliz porque todos están con mascarilla, sin aglomeraciones. Eso es más importante que el tamaño (de la protesta)”, dice Luana Souza, de 26 años , dejando entrever cierta desilusión con la afluencia. “Tenemos que acabar con esa inercia de que no se puede hacer nada para echarlo”, subraya su amiga Fernanda Gomes, de 32.