El exministro de Salud de Brasil intenta exculpar a Bolsonaro por el combate de la pandemia
La comisión de investigación del Senado brasileño que analiza cómo viene gestionando la pandemia el Gobierno de Jair Bolsonaro ha escuchado este miércoles el testimonio más esperado. El general Eduardo Pazuello, el más longevo de los cuatro ministros de Salud que se han sucedido desde el inicio de la crisis sanitaria, ha sido insistentemente cuestionado sobre qué orientaciones le dio el mandatario: “En ningún momento el presidente de la República me dio órdenes de hacer nada que no fuera lo que (yo) estaba haciendo”, ha respondido el militar. Las sesiones anteriores han evidenciado hasta qué punto el Ejecutivo se embarcó en producir y promover medicamentos ineficaces o cómo ignoró durante meses las ofertas de vacunas.
El Senado lleva dos semanas escrutando, en sesiones presenciales televisadas en directo, las acciones y omisiones del Gobierno federal para afrontar una epidemia cuyo epicentro mundial fue Brasil durante semanas. La comisión de investigación se ha convertido en el instrumento más valioso de la oposición para acelerar el desgaste del mandatario coincidiendo con la resurrección política de Lula da Silva y una vacunación que aún no tiene el ritmo necesario para frenar en seco el avance del coronavirus. Aunque se han presentado decenas de peticiones de impeachment contra el presidente, ninguna ha sido siquiera tramitada y él ya se ha asegurado suficiente apoyo parlamentario para neutralizarlas.
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Bolsonaro destaca entre los mandatarios más negacionistas porque su postura ha cambiado poco pese a la acumulación de víctimas. Todavía hace unos días tachaba de idiotas a los que se quedan en casa, solo puntualmente aparece con mascarilla y sigue echando sistemáticamente la culpa a los gobernadores y alcaldes. Y eso que la situación es todavía grave.
Incluso con la pandemia estabilizada tras el colapso hospitalario, la media de muertos diarios supera los 1.900 en este país de 210 millones de habitantes. En total, son 440.000 fallecidos y casi 16 millones de infectados.
“Si pudiese volver atrás, habría intentado ver más al presidente”, ha declarado ante el Senado el exministro, al que la policía también investiga por la muerte de pacientes en hospitales de Manaos al acabarse el oxígeno. Está previsto que su comparecencia, que estaba prevista para la primera semana y logró atrasarla para prepararse mejor gracias a una triquiñuela, sea larga. “Misión cumplida”, ha respondido cuando le han preguntado por los motivos de su destitución.
El general, que llegó al ministerio de Salud como número dos con credenciales de experto en logística, acabó convertido en ministro cuando su predecesor dimitió al mes de llegar. Era un médico que se plantó ante el empeño de Bolsonaro de promocionar curas inservibles. Aunque ahora intente exculpar al presidente, Pazuello explicó hace meses cómo funcionaba la relación entre ambos. “Es simple, uno manda y el otro obedece”. Este miércoles ha definido aquella frase como “jerga militar”. Por eso su comparecencia es asunto sensible para el jefe del Estado pero también para las Fuerzas Armadas, que han intentado mantener las distancias de la fracasada gestión del general Pazuello. Aunque tras su destitución ha vuelto al Ejército, se ha presentado ante el Senado de traje , con una corbata con los colores patrios.
La víspera compareció ante la comisión de investigación otro exministro destituido, Ernesto Araújo, de Exteriores. El trumpista logró enervar a sus señorías y ser acusado de “faltar a la verdad” al negar sus ataques verbales a China, principal suministrador de vacunas a Brasil. Araújo endosó la responsabilidad en la estrategia contra la covid al general Pazuello, que teme convertirse en chivo expiatorio.
El acelerado avance de la pandemia ya había empezado a erosionar el apoyo de Bolsonaro en las encuestas cuando, en marzo, el Tribunal Supremo anuló las condenas de Lula y, de paso, lo colocó en la carrera para las presidenciales de 2022. Con un discurso mesurado, el líder del Partido de los Trabajadores ha logrado capitalizar un incipiente antibolsonarismo y enfriar el antipetismo que fue clave en la victoria del ultraderechista.
Las encuestas electorales empiezan a reflejar un cambio de humor en un electorado que abrazó a Bolsonaro como sinónimo de cambio político. Un sondeo incluso colocó hace una semana a Lula 18 puntos por delante del mandatario en primera vuelta para sorpresa de muchos observadores. Quedan 16 meses para unos comicios que ahora mismo se prevén como un duelo Bolsonaro-Lula porque ni una sola de las iniciativas para alumbrar un candidato centrista ha cuajado. Mientras el presidente multiplica los viajes para inaugurar obras en diversos rincones del país, Lula ha comenzado a buscar aliados.
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