Napoleón en Rusia, un invasor convertido en icono
Maldecido cuando lanzó la campaña de 1812, con el tiempo los rusos han perdonado a Napoleón hasta el punto de ser considerado 200 años después como una gran figura política, un genio modernizador y un símbolo romántico.
“Aquí se aprecia su ascensión de cero a héroe y su final como mártir”, resume el historiador Viktor Bezotnosny, el mayor especialista ruso de las guerras napoleónicas.
A principios del siglo XIX, los aristócratas rusos, francófilos le admiraban. Después el emperador se convirtió en enemigo nacional cuando lanzó la campaña de Rusia en 1812. Desde su huida y sobre todo, después de su muerte en el exilio en Santa Helena el 5 de mayo, fue rehabilitado.
Hasta convertirse en objeto de recuperación política. Los soviéticos lo convirtieron en uno de los suyos, un revolucionario precursor del bolchevismo. El desmoronamiento de la URSS en 1991 rectificó esas distorsiones.
Hasta “los rusos más patriotas han dejado de ver a Napoleón como un invasor y lo consideran un gran hombre político, incluso un héroe romántico”, dice Vladimir Presnov, director del museo “Borodinskaya Panorama” consagrado a la batalla de Borodinó.
Hoy en día, la popularidad de Napoleón I sigue vigente: una nueva publicación aparece cada semana en Rusia sobre el emperador.
He aquí tres ejemplos rusos subyugados por esta pasión.
Aficionado a las reconstituciones
“¡Viva el emperador! ¡Viva Francia!”, gritan los “Gruñones” de la Guardia Imperial rusos que perpetúan la leyenda de la Gran Armada con sus populares reconstituciones de batallas.
Para ellos y su jefe Mijaíl Shmayevich, en uniforme de coronel del cuerpo de caballería, “Napoleón fue un genio cuyas ideas, como la de una Europa unida, estaban adelantadas para su época”.
“Fue gracias a él que Rusia se convirtió en una gran potencia europea, modernizó su industria y su sistema político, hasta abolir la esclavitud en 1861”, agrega este cuadragenario entusiasta, que se sorprende de que “Napoleón parezca ser más venerado aquí que en Francia”.
Físico imponente y buen vividor, Mijáil Shmayevich encaja perfectamente con el coronel napoleónico con su uniforme blanco inmaculado, hombreras azules y casco estilo romano. Y sobre todo, este presidente de un club ecuestre es un excelente jinete.
En total, como él son más de 2,500 “reconstituyentes” en Rusia, cuyos espectáculos atraen hasta 50.000 espectadores, en particular cada primer fin de semana de septiembre, para recordar la batalla de Borodinó.
Coleccionista
“Napoleón es el primer personaje de la historia convertido espontáneamente en objeto de culto, incluso en los países que invadió”, cuenta Alexánder Vikhrov, que posee una de las mayores colecciones privadas consagradas a Napoleón.
Publicista que amasó una fortuna con las primeras privatizaciones postsoviéticas, lleva 40 años invirtiendo en objetos consagrados a Napoleón. Sus miles de bronces, porcelanas, grabados o retratos ocupan dos cuartos enteros y la terraza de su amplio apartamento moscovita.
Entre otras piezas maestras, posee un fragmento de la cama en la que murió Bonaparte y un medallón con una trenza de cabello del emperador y de Josefina, que compró por 4.000 euros. “Quién sabe si un día estos cabellos podrán servir para crear un clon de Napoleón”, bromea.
Para él, Napoleón era un “hombre contradictorio, tirano al final de su reino pero sobre todo un gran hombre”.
El estado ruso ha guardado las piezas más bellas: en el museo de la Guerra de 1812, a dos pasos del Kremlin, se conserva la escarapela del bicornio del emperador, su cama de campaña o el trineo que abandonó en su huida.
Descendiente de desertor
Maria Lioudko, profesora de canto en el conservatorio de San Petersburgo, está orgullosa de ser una descendiente de uno de los 2.000 soldados de Napoleón que permanecieron en Rusia tras la retirada de la Gran Armada.
Su antepasado, apellidado Vigoureux, “se quedó en Lida (actualmente Bieolorrusia) y trabajó como gobernador y se casó con su estudiante”, cuenta María Lioudko en una bella sala de música de la antigua capital imperial.
En el apogeo de la represión de Stalin en los años 1930, llevar un nombre francés era peligroso. Su familia lo cambió, pero María baraja recuperarlo ahora.
“A este soldado de Napoleón le debo mi sentido del combate, de la iniciativa y las responsabilidades, pero también mi apetito, mi humor y mi ingenio”, cuenta esta mujer risueña con unos ojos de un azul profundo.
Para ella, Napoleón fue “un auténtico héroe, inteligente, ambicioso, a la vez pragmático y romántico”. Antes de concluir que “Francia debe estar orgullosa de su superhéroe: ¡es una vergüenza avergonzarse de Napoleón!”, concluye. AFP/por Marina Lapenkova