Riesgos de remover el altar
Apenas ocho meses después de asumir su curul en el nuevo Senado que resultó del pasado certamen electoral la prudencia, virtud de sabios e ignorantes, no parece figurar en la conducta de ciertos congresistas que, sin medir las consecuencias, proponen proyectos que más que irreflexivos revelan desconocimiento histórico.
No hace un mes el senador por San Cristóbal “se mostró de acuerdo en que se construyera un museo sobre el dictador Rafael Trujillo y con que se trajeran al país los restos de Trujillo y una revisión a la Ley 5880 que prohíbe que se alabe o exalte a Trujillo o a su régimen”. Semejante barbaridad además de burla a las víctimas de la dictadura tenía en la mira ganar el favor de un sector del electorado de su demarcación. No era un proyecto de ley. Evocar su revisión es escalofriante.
Diario Libre en su edición del 21 de abril 2021, reportó que había sido aprobado en primera lectura el proyecto de ley que colocaría el nombre de Rafael Corporán de los Santos a la avenida Charles Sumner del Distrito Nacional. El autor de esa iniciativa es el empresario artístico y hoy senador de la República Franklin Romero.
Toda comparación es odiosa. No quiero poner en la balanza la popularidad de Corporán de los Santos ni los méritos del senador Charles Sumner que se opuso abiertamente a que el Senado norteamericano ratificara la anexión de República Dominicana a Estados Unidos en 1869, apenas cuatro años después de la guerra de Restauración; ferviente opositor igualmente al sistema esclavista que no reconocía la condición de ser humano a los negros de las plantaciones de algodón en Estados Unidos. Sumner creía en los principios de la Revolución Francesa y en la igualdad de los hombres. En tanto presidente de la Comisión de Relaciones exteriores del Senado norteamericano, se opuso a la anexión de Santo Domingo a Estados Unidos cuando Buenaventura Báez quiso despojarnos de nuestra soberanía.
Los argumentos del empresario artístico y senador me chocan porque sus colegas no pusieron en la balanza los méritos del senador Sumner al aprobar en primera lectura el proyecto de ley sometido por Franklin Romero.
Reconozco el legado y la popularidad de Rafael Corporán. Al impresario y senador por San Francisco de Macorís no se le ocurrió que otra vía o avenida podía expresar el reconocimiento que se merece el reconocido productor de radio y televisión. Particularmente por su maratónica e inolvidable performance en su famoso “Sábado de Corporán” cuyos aportes a la radio y televisión dominicanas, sin soslayar otros en tanto munícipe y alcalde de la Ciudad primada de América, son suficientes para que su nombre figure en rótulos de calles, avenidas y lugares públicos que honren la memoria de ese humilde capitaleño autodidacta cuyo carisma y tenacidad le abrieron el camino a la notoriedad de la que goza hoy día y que, desgraciadamente, ha sido puesta en la balanza para saber si es necesario que su nombre reemplace el de Charles Sumner, simplemente porque en esa avenida estuvo la emisora que le proyectó al reconocimiento de sus compatriotas. “Eso no es razón”, reitera Ismael Rivera en “El negro bembón”.
Mientras una sonrisa evocadora nos trae a la memoria la divertida e innovadora manera de hacer televisión que caracterizaba al productor y conductor de “Sábado de Corporán”, así como sus ocurrencias, el programa nos evoca también la espontánea alegría de aquellos que cada semana regresaban colmados de premios a sus hogares.
La imagen de Rafael Corporán se mantiene intacta si no se interpone la odiosa polémica que genera por lo general toda comparación. No es necesario sopesar dos hombres que se distinguieron y sobresalieron no sólo en siglos distintos sino también por hechos y vida muy diferentes. El fiel de la balanza podría lesionarlos a ambos.
Recuerdo una anécdota que se le atribuye, entre otras, al dictador Ulises Heureaux al ser consultado, durante uno de sus mandatos: “¿Cuál considera usted, general, que debería ser el Padre de la Patria: ¿Duarte, Sánchez o Mella?”. Para impedir que odiosas comparaciones afectaran la imagen de los fundadores de la República Dominicana, respondió: “¡No me remuevan el altar que se me caen los santos!”.
Reconozco los argumentos del impresario y senador Franklin Romero para someter su proyecto de ley, aunque considero que también podría modificarlo proponiendo que otra arteria de la Capital o de la provincia Santo Domingo Norte, Este u Oeste, en donde existen calles, avenidas y numerosas vías que perfectamente podrían engalanarse con el nombre del famoso productor de televisión Rafael Corporán de los Santos sin ofender la memoria del senador Charles Sumner que tiene el mérito de haberse opuesto a la anexión de nuestro país al Coloso del norte, de haber defendido la soberanía dominicana, aunque respetables investigadores nacionales cuestionen su personalidad y las razones de su oportuna oposición a la ratificación del mencionado tratado de anexión a Estados Unidos en 1869. Estamos a tiempo para evitar que, de un debate con odiosas comparaciones, como decía más arriba, salga deteriorada no sólo la imagen del influyente senador de Massachusetts sino también la de Rafael Corporán de los Santos.