Encontrando la aguja en el pajar
Esos negocios adulterados se hacen y esas fortunas fabulosas se levantan con una facilidad asombrosa. Si no fuera por la alternabilidad, posiblemente nunca se descubrirían.
Las investigaciones de la Procuraduría, o los procesos en sí, tienen entre sus virtudes los hallazgos portentosos. El corrupto es ladrón, pero por lo menos, el dominicano es ingenioso.
Aunque sin duda lo fueron Al Capone y Pablo Escobar.
El dominicano, que es lo que interesa, saca aceite hasta de un ladrillo. Un negocio que debería ser pequeño, casi de pulpería, lo convierte en cadena de supermercados.
El problema es que se olvida de la astucia de las autoridades, las cuales demuestran -en cada ocasión- que encuentran una aguja en un pajar.
No se sabe cómo lo hacen, pero en lo que se refiere a propiedades y cuentas, ninguna se les escapa. El rastreo, por tanto, no es cosa de un día ni de una semana.
Llevaría meses.
Vendrán las aclaraciones, los discernimientos, pero entre tanto se ubican las posesiones y se registran los montos con una calculadora que exagera.
La acumulación primitiva en este país, ni Marx la hubiera concebido tan fastuosa.