La rebelión que mató al presidente Déby cobra fuerza en Chad
La muerte del presidente chadiano Idriss Déby, a los 68 años, mientras combatía al frente de sus tropas contra un grupo rebelde el pasado domingo, apenas 24 horas antes de ser proclamado vencedor en las elecciones presidenciales del 11 de abril, ha abierto una peligrosa caja de Pandora. Su hijo, el general Mahamat Idriss Déby, ha tomado el poder en un golpe de Estado que no ha sido condenado ni por Francia ni por la comunidad internacional en aras de la estabilidad del país de África central. Pero las amenazas son múltiples: un Ejército dividido, una oposición que rechaza a la junta militar y una rebelión nacida a la sombra del avispero de la vecina Libia que cobra fuerza. Las tropas chadianas están presentes en numerosos países de la región como Níger, Malí o República Centroafricana, como combatientes contra el yihadismo. Un seísmo en Chad tendría réplicas.
Una acción militar en 2013, en Adrar des Ifoghas, norte de Malí, ayuda a entender el empuje de las tropas chadianas. Tres yihadistas en fuga, pero bien armados, se han refugiado en lo alto de una colina. Protegidos del inclemente sol bajo una tienda de campaña no lejos de allí, oficiales franceses de la Operación Serval (contra el yihadismo en la región) discuten con sus aliados chadianos, liderados por un jovencísimo oficial conocido como Mahamat Kaka, de verdadero nombre Mahamat Idriss Déby, la mejor estrategia para tomar la montaña. Llevan dos horas estudiando todas las opciones. De repente, escuchan disparos. Cuando salen, soldados chadianos ya están subiendo sin esperar ninguna orden. Van cayendo uno tras otro, pero en pocos minutos una parte llega a la cima y elimina al enemigo.
La historia, narrada con asombro por un general francés en un corrillo de periodistas pocos días más tarde, resume a la perfección el carácter guerrero de la élite que dirige Chad (16 millones de habitantes) desde 1990 y de su Ejército, sus relaciones con Francia y su implicación en la lucha contra el yihadismo en el Sahel. De hecho, que el mariscal Déby haya muerto en el campo de batalla liderando a sus tropas ha sido una sorpresa salvo para aquellos que conocen la historia reciente de Chad y al propio Déby, que llegó al poder en 1990 como líder de una rebelión y a quien le gustaba vestir el uniforme militar y ponerse al frente de sus tropas, ya fuera contra insurgentes que pretendían derrocarlo o contra los yihadistas de Boko Haram.
La batalla en la que falleció Déby tuvo lugar el domingo cerca de Mélé, en la región de Kanem, en el oeste, atacada por un grupo rebelde con bases en el sur de Libia. “Nuestros combatientes vieron cómo un helicóptero descendía, pasado el mediodía, para llevárselo [al presidente]”, asegura Ahmat Brahim, representante del grupo rebelde Frente por la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT, por sus siglas en francés) en Europa. El mariscal salió el sábado de Yamena, la capital, junto a una columna militar y pasó por Massakory y Mao antes de encontrarse con un grupo de insurgentes que se había quedado descolgado del grueso de la ofensiva. “Sabíamos que estaba ahí, pero no era un objetivo específico”, añade Brahim, “ellos también conocían nuestra posición. Drones franceses nos sobrevolaban y nuestras conversaciones eran espiadas”, añade.
El FACT nació en 2016 en Jufra, en el centro de Libia. Su líder es el chadiano Mahamat Mahadi Ali, guerrillero en varias rebeliones desde los 14 años, refugiado en Francia durante 25 años, donde estudió Ciencias Económicas, y miembro del Partido Socialista galo. Durante el último lustro, los miembros de este grupo han combatido a los yihadistas del Estado Islámico y Al Qaeda, primero junto a las autoridades libias de Trípoli y después codo con codo con las tropas del general rebelde Jalifa Hafter una vez que este se hizo con el control de Jufra. “De ahí procede su fuerza y su fuente de ingresos”, asegura el periodista y activista de derechos humanos chadiano Makaila Mguebla, “de sus alianzas, compromiso y combates en Libia”. La sombra rusa, aliado de Hafter en Libia frente al Gobierno reconocido internacionalmente, planea sobre la sólida capacidad militar del FACT.
Sin embargo, Libia solo era una plataforma donde prepararse para su verdadero objetivo: derrocar a Déby, un autócrata que en sus 31 años de régimen había bloqueado todo intento de la oposición por llegar al poder por las urnas, y, según aseguran, traer la democracia a Chad. El 11 de abril, el mismo día que los chadianos acudían a votar para un posible sexto mandato de Déby, el FACT atravesó la frontera y lanzó su ofensiva. Tras un largo avance desde el norte sin apenas oposición llegó el sábado 17 a la región de Kanem, a tan solo 300 kilómetros de la capital, donde al día siguiente se produjo el enfrentamiento en que perdieron la vida Idriss Déby y una decena de oficiales chadianos, según asegura el responsable del FACT en Europa. Pero la historia no acaba aquí.
“Hemos recorrido 1.500 kilómetros hacia el sur, 300 más no serán un obstáculo”, añade Brahim. Otros grupos rebeldes llevan décadas esperando la menor muestra de debilidad del régimen y consideran que este es el momento: una coalición para asestar el golpe definitivo se está fraguando en torno al FACT. El Frente Nacional por la Democracia y la Justicia en Chad (FNDJT), de la comunidad tubu, y la Unión de Fuerzas de Resistencia (UFR), liderado por zaghawas, la etnia de los Déby, ya han anunciado su apoyo. El Ejército chadiano pretende cortar la rebelión de raíz. El pasado miércoles por la noche aviones de guerra bombardearon el campamento donde se encontraba Mahamat Mahadi Ali, quien sobrevivió a la ofensiva, según el FACT.
Mientras tanto, la inquietud crece en Yamena. El funeral de Estado celebrado el pasado viernes contó con la asistencia de líderes africanos, del presidente francés, Emmanuel Macron, y del Alto Representante de Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell. Se escenificaba así el constante apoyo galo a Déby, a quien el Elíseo calificó esta semana de “un gran soldado” y “amigo valeroso”, el auténtico bastión militar de Francia en África central y aliado imprescindible en su lucha contra el yihadismo en el Sahel. Pero el aval prestado a la junta militar presidida por su hijo -que ha tomado el poder para una transición de 18 meses-, que se desprendía de las llamadas a la paz y la estabilidad de las cancillerías occidentales, ha generado un enorme malestar entre la oposición, la diáspora y los rebeldes.
“Déby era un dictador que se escudaba en la lucha contra el radicalismo para violar los derechos de los chadianos. Ahora se quiere dar patente de corso a una sucesión monárquica, y Francia apoya un golpe de Estado militar antes de escuchar al pueblo. Es insultante”, asegura Abdelkerim Yacoub Koundougoumi, activista chadiano en la diáspora e investigador asociado del Instituto de Prospectiva y Seguridad en Europa (IPSE). Pero si bien la intervención de aviones franceses fue decisiva para sostener al régimen de Déby en 2008 y 2019 frente a sendas rebeliones, en este momento el factor clave para la continuidad de su sucesor será el rol de las Fuerzas Armadas.
Los insistentes rumores de división en el seno del Ejército se vieron confirmados esta semana con las declaraciones a la radio La Voz de América del general Diko, quien acusó a la junta militar de ser “un pequeño círculo que ha dado un golpe de Estado” opuesto al “Ejército republicano” que considera que la soberanía está en manos del pueblo. El asesinato de la madre y el hijo del opositor Yaya Dillo, miembros de la familia Déby, el pasado mes de febrero, ya desencadenó una ola de críticas en el seno de las Fuerzas Armadas que la opacidad del régimen apenas pudo ocultar. A esto se suma que la fulgurante carrera militar del general Mahamat Idriss Déby, nuevo hombre fuerte en Chad a sus 37 años, se percibe como un acto de nepotismo por una parte de la oficialidad. Ha caído una torre, pero el resto de piezas están en movimiento y la partida no ha terminado.