La joven que dio un vuelco a la lucha racial con su teléfono móvil
La nota de prensa que el Departamento de Policía de Minneapolis publicó en su página web la noche del 25 de mayo de 2020, pocas horas después de la muerte de George Floyd, se titulaba así: “Un hombre fallece a consecuencia de un incidente médico durante una interacción policial”. En los párrafos siguientes se relata que el individuo se había “resistido físicamente” tras salir del automóvil, que los agentes habían sido capaces de esposarlo y “se dieron cuenta de que estaba sufriendo algún problema médico”, de modo que llamaron a una ambulancia que le llevó al hospital del condado, donde “murió poco después”. “No se usaron armas”, se decía en la nota. “No hubo agentes heridos”.
Al día siguiente, el mismo Departamento publicó un escueto añadido: “Al surgir información adicional disponible, se ha determinado que el FBI colabore en esta investigación”.
Lo que pasó entre un mensaje y el otro fue la publicación del vídeo de Darnella Frazier, una joven de entonces 17 años que aquel lunes festivo se encontraba en la calle donde detuvieron a Floyd, tomó su teléfono móvil y se puso a grabar y grabar durante los nueve minutos y 29 segundos que duró la agonía y muerte de Floyd asfixiado bajo la rodilla del agente Derek Chauvin mientras repetía, hasta 27 veces, que no podía respirar.
El veredicto de este martes, por el cual fue declarado culpable de los tres cargos de homicidio a los que se enfrentaba, no hubiese sido posible sin esas imágenes publicadas en Facebook que tumbaron la versión policial. Es lo que clamaba buena parte de la gente que se echó a la calle a celebrar la decisión y lo que expresó abiertamente el gobernador de Minnesota, Tim Walz: “Ese vídeo, y creo que los saben muchas personas, es tal vez la única razón por la que Derek Chauvin irá a prisión”.
Fueron varios los peatones que ese día grabaron partes de lo ocurrido y durante el juicio se visionaron horas y horas de distintos vídeos, pero el plano secuencia que grabó Frazier fue la prueba capital de este hito en la lucha contra brutalidad policial. El suyo fue uno de los testimonios que más se recordarán de este juicio. Sus palabras, como las de otros muchos testigos, mezclaban culpa e impotencia. “Me he pasado noches enteras en vela”, dijo en el estrado, “pidiendo y pidiendo perdón a George Floyd por no haber hecho más, por no haberme interpuesto físicamente y haber intentado salvar su vida”. “Pero no es lo que yo debería haber hecho, sino lo que él [el agente Chauvin] debería haber hecho”.
Cuando ella, también afroamericana, miraba a Floyd, dijo en su declaración, podía ver a cualquiera de los hombres de su familia allí representados, a su padre, su tío, su hermano o su primo.
La crudeza de lo ocurrido ese 25 de mayo ante la tienda Cup Foods provocó, mucho antes del juicio, una condena mayoritaria e insólita de los cuerpos policiales de todo el país, empezando por el mismo jefe del Departamento de Minneapolis. Ese responsable, un hombre negro llamado Medaria Arradondo, dio las gracias por la difusión de ese vídeo y animó a los ciudadanos a grabar y pedir ayuda ante situaciones de semejante abuso. En declaraciones a la prensa, el pasado junio, dijo: “Graben, graben, por supuesto. Graben, llamen. Llamen a un amigo. Griten. Llamen al 911, necesitamos un supervisor en el lugar de los hechos. La comunidad desempeña un papel fundamental”.
Estados Unidos vio una imagen muy fea de sí mismo en ese vídeo, observó cómo cuatro miembros de sus fuerzas de seguridad, a plena luz del día y rodeados de testigos, eran capaces de aprisionar hasta morir a un hombre inmóvil y desarmado que clamaba que no podía respirar mientras el público presente pedía inútilmente que parase. Lo vio Estados Unidos y lo vio el mundo.
Nada más conocer la decisión del jurado, la muchacha, de ahora 18 años, escribió en su cuenta de Facebook: “He llorado mucho, durante la última hora mi corazón ha latido muy rápido y tenía mucha ansiedad”. “Hicimos justicia a George Floyd”, añadió.
En las celebraciones de la tarde, abundaban carteles con la pregunta: “¿Cuántos otros [muertos] no habrán sido grabados?”
Esa es, en el fondo, la pregunta que queda de fondo tras este capítulo de la historia judicial de Estados Unidos. Mientras el presidente, Joe Biden, denunció el “racismo sistémico” existente en el país, muchas organizaciones policiales consideran a Chauvin una manzana podrida que no representa un problema estructural en las fuerzas del orden. El presidente de la Asociación de la Policía de Nueva York, Patrick J. Lynch, señaló en un comunicado: “Lo que hizo Derek Chauvin no fue una acción policial, fue asesinado. El jurado ha hablado y él pagará las consecuencias. Ahora es el momento de una discusión franca sobre el trabajo policial y la seguridad ciudadana que empieza con los verdaderos retos que afrontamos en las calles”.
El fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, anunció este miércoles que el Departamento de Justicia abrirá una investigación global sobre las prácticas del cuerpo de policía de Minneapolis, para dilucidar si, más allá del caso Floyd, las acciones inconstitucionales o ilegales son habituales. Desde hace años, los agentes llevan cámaras en los coches y adosadas a los uniformes que recogen sus operaciones más controvertidas y, en buena medida, explican la fuerza que el movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan) ha adquirido, pero ninguna de esas imágenes ha impactado tanto al mundo como las que Darnella Frazier recogió con su móvil.
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