Turquía condena a cadena perpetua a 38 militares por el intento de golpe de Estado de 2016
Uno de los últimos macrojuicios pendientes sobre el intento de golpe de Estado que sacudió Turquía en el verano de 2016 -en el que murieron 251 civiles y oficiales leales al Gobierno electo y más de 2.000 personas resultaron heridas- llegó este miércoles a su fin con la lectura de las sentencias a los cerca de 500 imputados. De los acusados, 38 fueron condenados a cadena perpetua y otro centenar a penas de prisión de entre seis y 16 años. El resto, menos una decena que se dio a la fuga tras la asonada militar, fueron declarados inocentes o exonerados de los actos imputados por tratarse de cadetes o soldados rasos.
Este proceso, una de las casi 300 piezas separadas en las que se han juzgado las acciones de los militares sublevados aquel verano, era conocido como el de la Guardia Presidencial, pues la mayoría de acusados estaban adscritos a este cuerpo de élite encargado de la seguridad del jefe de Estado, aunque también ejercen dentro de otros cuerpos de las Fuerzas Armadas. La Guardia Presidencial fue disuelta tras el fallido golpe por haberse rebelado contra quien tenía la misión de proteger, el presidente Recep Tayyip Erdogan, a excepción de un pequeño destacamento que ejerce funciones ceremoniales durante las visitas de dignatarios extranjeros.
Entre los condenados a la pena máxima, seis recibieron cadenas perpetuas agravadas, que impiden la posibilidad de revisión penitenciaria. Entre ellos están el coronel Muhammet Tanju Poshor, que ordenó ocupar el edificio de la radiotelevisión pública la noche del golpe, y el teniente coronel Umit Gencer, quien obligó a una presentadora de la cadena pública TRT a leer la declaración de los golpistas en directo. Entre otros altos cargos militares condenados están el encargado de la seguridad del Palacio Presidencial e incluso el ayudante de campo del propio presidente, que la noche de autos jugó un papel esencial en la coordinación entre los golpistas.
La Justicia y el Gobierno turcos acusan a la organización político-religiosa del predicador Fethullah Gülen de haber ideado la asonada. Durante décadas, los gülenistas se infiltraron en la Administración pública y las fuerzas de seguridad del Estado, controlando puestos clave como las unidades de inteligencia o de recursos humanos, lo que les permitía abrir el paso a las instituciones a otros discípulos del predicador islamista. En su primera década de Gobierno, Erdogan y su partido, el AKP, forjaron una estrecha alianza con los gülenistas, que gracias a sus conexiones en la Judicatura, neutralizó a enemigos comunes en la burocracia del Estado y las Fuerzas Armadas. Sin embargo, a partir de 2013, estos antiguos aliados se enzarzaron en una lucha por el poder que culminó con la declaración de la cofradía de Gülen como organización terrorista y el subsiguiente intento de golpe de Estado.
La asonada cambió la faz de la política turca y los equilibrios entre distintas facciones. Erdogan decretó una inmensa purga en todo el aparato estatal y sustituyó a los gülenistas por seguidores de su partido y militantes de la formación de extrema derecha MHP, con la que el AKP ha forjado una nueva alianza política. El presidente turco también se apoyó en militares de tendencia eurasianista a los que, anteriormente, los gülenistas habían purgado de las Fuerzas Armadas mediante juicios farsa.
Sin embargo, en la colaboración entre Erdogan y este sector eurasianista -de ideas nacionalistas, antioccidentales y laicas- también comienzan a aparecer grietas. El pasado fin de semana, un centenar de notables militares retirados, algunos de los cuales han servido de estrategas para la nueva política exterior de Erdogan, firmaron un manifiesto criticando algunos proyectos y debates del Gobierno, tras lo cual 10 de ellos fueron detenidos.
Vídeos propagandísticos
Erdogan ha aprovechado este incidente para atizar el fantasma del peligro golpista -en un momento en que las encuestas no le sonríen- y ha cargado contra la oposición, especialmente la formación centroizquierdista CHP, segunda mayor en el Parlamento, a la que ha acusado de “ponerse del lado de los golpistas”. En una comparecencia este miércoles ante los diputados de su partido, Erdogan incidió en el mensaje de que la oposición es un instrumento de “golpistas y terroristas”, y mostró un vídeo propagandístico que fue emitido por los principales canales de televisión en el que se vincula al CHP a todos los golpes de Estado exitosos (1960, 1971, 1980 y 1997) de la historia reciente de Turquía, y algunos de los pronunciamientos fracasados (2007 y 2016).
La realidad es que cada una de esas asonadas fue llevada a cabo por facciones militares diversas y sus víctimas políticas fueron muy diferentes. Por ejemplo, los miembros del CHP fueron reprimidos y encarcelados durante los golpes de 1971 y 1980, mientras que ese último golpe, que llevó a una Junta Militar a ocupar el poder durante tres años, benefició enormemente al movimiento islamista del que procede Erdogan.