Ucrania busca el retorno de hasta 10 millones de refugiados y emigrantes huidos por la guerra de Rusia
La invasión a gran escala de las tropas del Kremlin en febrero de 2022 empujó a millones de ciudadanos ucranios a huir del país. Entre seis y diez millones siguen viviendo en el extranjero y el Gobierno quiere que vuelvan. Los necesitan: el país tenía un profundo agujero demográfico que la guerra no ha hecho más que empeorar. Con la mirada puesta en la reconstrucción, un nuevo departamento, bautizado como Ministerio de Unidad Nacional, se enfrenta a la difícil tarea de traer de vuelta a sus ciudadanos.
El presidente, Volodímir Zelenski, situó las tareas del ministerio —trabajar con la nutrida comunidad ucrania en el extranjero— como una de las prioridades del plan de resiliencia que presentó ante el Parlamento el pasado 19 de noviembre. La nueva cartera, una reconversión del Ministerio de Reintegración de los territorios temporalmente ocupados, se creó oficialmente el pasado 3 de diciembre.
Olga Pischulina, socióloga del centro de análisis Razumkov, resume lo que ha trascendido sobre los planes del Gobierno: “Hay muchas personas viviendo en el extranjero y el nuevo ministerio tratará de estimular su retorno. ¿Cómo? Nadie lo sabe; aún no hay mecanismos para esas vueltas”, cuenta en una cafetería cercana a su oficina. La prensa ucrania ha formulado esa misma pregunta a distintos departamentos del Ejecutivo y de la jefatura del Estado, sin éxito.
Para empezar, se desconoce con precisión a cuánta gente se dirigirá el nuevo departamento. El ministro, Oleksi Chernishov, habló a principios de diciembre ante el Parlamento de “ocho, nueve, diez millones de personas”. Como aproximación, de los que huyeron en los primeros meses de la guerra, casi 6,7 millones de ucranios siguen viviendo fuera, según Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados. Volodímir Landa, economista del Centro de Estrategia Económica, un instituto de análisis económico que ha participado en la elaboración de una estrategia para el desarrollo demográfico con el Ministerio de Política Social, rebaja la cifra a cinco millones. El Gobierno apunta también a que hay entre tres y cuatro millones de emigrantes económicos que ya residían fuera antes del conflicto.
Que la gente regrese dependerá de que se den ciertas condiciones, según Pischulina. Algunas son imposibles de cumplir mientras sigan cayendo las bombas a diario en todo el país. La primera es evidente: seguridad. Pero además hace falta una situación estable con oportunidades económicas y sociales. Quienes viven fuera esperan también un sistema educativo y una atención sanitaria de calidad. Olena Babakova, periodista ucrania e investigadora especializada en migraciones en la Universidad del Vístula, en Varsovia, añade los altos costes del alquiler, la ruptura de parejas después de un tiempo separadas y el sentirse un extraño frente a los que se quedaron y sí han vivido la guerra, como impedimentos para emprender la vuelta.
Kiev estudia todo tipo de soluciones. Está a favor de que los Estados miembros de la UE corten las ayudas a los refugiados, como medida de presión, y de que los hombres en edad de servir en el ejército no tengan acceso a los servicios consulares. A la vez, busca no perder el vínculo con quienes se marcharon con reformas legislativas. La semana pasada, el Parlamento aprobó en primera lectura reconocer la doble nacionalidad (ucrania y de otro país), hasta ahora prohibida.
Oleksandra Balyasna, de 39 años, huyó junto a su hija a Países Bajos, donde su hermana llevaba viviendo 20 años. No se siente “asimilada” en la cultura holandesa, pero no tiene ninguna intención de volver, al menos por ahora. Sigue dirigiendo, a distancia, una ONG ucrania que desarrolla programas de atención a niños prematuros y los fines de semana colabora con una fundación para cubrir las necesidades de los refugiados ucranios en su país de acogida: “De la gente que conozco, nadie quiere volver ahora”. Tampoco hay cifras, pero la situación de Balyasna, teletrabajando desde el extranjero, no es un caso aislado.
Balyasna exige tres requisitos que el país no cumple. La seguridad, que no es solo el fin de la guerra, sino garantías de que no se repetirá. Acceso a oportunidades educativas para su hija, de 12 años, y a un sistema de salud que le garantice una medicación que necesita. Le cuesta estar tan lejos, sentir que los que se han quedado en el país les puedan mirar con recelo por haberse marchado, como apuntaba Babakova. “A veces siento que no estoy donde me gustaría estar, pero tenemos luz, podemos dormir cada noche”, cuenta por teléfono desde La Haya. Una amiga suya con tres hijos volvió a Kiev para reunirse con su marido. Se arrepiente profundamente y le dice que no regrese.
Voluntad de retornar
Muchos vuelven para un periodo corto de tiempo, como las fiestas navideñas. Este lunes, 150.000 personas han cruzado las fronteras del país, pero lo han hecho en ambas direcciones, según la Guardia Fronteriza. Alrededor de 1,2 millones de refugiados han retornado a su país de origen al menos para un periodo de tres meses, según Acnur. Un estudio de la misma organización publicado en noviembre apuntaba a que el 61% de los refugiados alberga todavía la esperanza de volver cuando la situación mejore.
Babakova, la especialista residente en Varsovia, señala diferencias en la intención de volver entre quienes huyeron de la guerra y los que se fueron antes por motivos económicos. Según el banco central de Polonia, el 39% de los refugiados en ese país se quiere quedar más tiempo o para siempre, mientras en el segundo grupo, el porcentaje sube hasta el 61%. Entre los motivos para regresar destacan la imposibilidad de encontrar un trabajo de acuerdo a sus capacidades donde están residiendo, la falta de sentimiento de pertenencia y tener padres mayores y otros parientes en Ucrania.
En un intercambio de correos electrónicos, Babakova sugiere que el Gobierno podría fijarse en algunas medidas empleadas en otros países para incentivar los retornos, como la exención del impuesto sobre la renta en los tres primeros años, ayudas para hipotecas, becas educativas, etc. “Sin embargo, estas medidas tendrán un efecto mínimo. De hecho, es más productivo centrarse en la política de inmigración, en cómo atraer migrantes económicos de terceros países”.
Ucrania necesita entre 3,1 y 4,5 millones de trabajadores para 2032 si quiere lograr un nivel de crecimiento económico anual del 7%, según datos del Ministerio de Economía recogidos en un estudio de Razumkov. La recuperación posguerra necesitará 411.000 millones de dólares (391.000 millones de euros), 2,5 veces más que el PIB del país antes de la guerra. A la salida de millones de ucranios en distintas oleadas migratorias se suma el déficit demográfico del país.
“El problema es realmente inmenso. Ucrania es líder mundial en declive de población”, explica Pischulina. El último censo (de 2001) recogía 49 millones de habitantes, que en 2021 se redujeron a 41, según cálculos del Gobierno. Ahora, la población ha caído hasta 31 millones, quitando los emigrantes, los refugiados y los cinco millones de personas que viven en alguna zona ocupada por Rusia. A eso se suma el saldo negativo poblacional, con más muertes que nacimientos. Como ejemplo, este año, en los 10 primeros meses murieron 250.970 personas por 87.500 nacimientos, una ratio de tres por uno.
La tasa de fertilidad cayó tras la independencia del país, en 1991, a 1,8 hijos por mujer. Ese fenómeno provocó un agujero demográfico en la pirámide de población entre los menores de 35 años, que vuelve a repetirse ahora de forma más profunda, cuando esta cohorte ha llegado a la edad fértil. En 2023 la tasa de natalidad fue del 0,7, y para 2024 se espera que sea del 0,6.
Ucrania tiene prisa por recuperar a sus ciudadanos. El paso del tiempo complica los retornos. El Gobierno, en la estrategia demográfica aprobada en septiembre, reconoce que podrían no volver entre 1,3 y 3,3 millones de personas. “Cuanto más dure la agresión armada, menor será la proporción de los que se vieron obligados a abandonar Ucrania que probablemente regresen”, reconoce el documento. Lo corrobora Balyasna desde La Haya: “Cada año que vivimos fuera, menos vamos a volver”.