El alto el fuego entre Israel y Líbano no resuelve el problema de fondo
El cese de las hostilidades siempre es una buena noticia, pero ¿es el alto el fuego entre Israel y Líbano el fin de la guerra? Eso es lo que desearían los libaneses, que llevan dos meses sufriendo los bombardeos indiscriminados del Ejército israelí (casi 4.000 muertos y 16.000 heridos, la mayoría civiles; 1,2 millones desplazados en un país de 5,4 millones, y miles de viviendas destruidas). Es también lo que desearían los habitantes del norte de Israel, ávidos de regresar a los hogares que abandonaron por los cohetes de Hezbolá (que han matado a medio centenar de civiles desde el 7 de octubre del año pasado). Sin embargo, las circunstancias en las que se alcanza hacen temer que solo se trate de un parche temporal mientras no se resuelva el problema de base: Palestina.
Ni Israel ni Hezbolá (la milicia proiraní libanesa que utiliza la cuestión palestina para azuzarle) han llegado a ningún entendimiento. Ambos aceptan renuentemente dejar de atacarse porque el coste de mantener la guerra supera los beneficios. Hezbolá ha sufrido una sangrante derrota tanto por la penetración en sus filas de los servicios secretos israelíes (explosión de buscas y walkie-talkies, asesinato de sus principales dirigentes), como por el abandono de su aliado y padrino Irán. El régimen de Teherán no ha acudido en ayuda de la que se presentaba como “joya de la corona” del proyecto iraní en Oriente Próximo, más centrado como está en su propia supervivencia. Además, en contra de lo que ambos defendían hasta ahora, ha aceptado la separación entre los frentes de Gaza y Líbano, decisión sin la cual el frágil Gobierno de Beirut no hubiera podido aceptar el acuerdo.
El resultado tampoco es un triunfo para Israel. Incluso el relativamente moderado Benny Gantz considera que solo han hecho “la mitad del trabajo”. Si el primer ministro Benjamín Netanyahu y los extremistas supremacistas que le apoyan han aceptado el alto el fuego, es debido a la sobrecarga que el frente libanés estaba suponiendo para el ejército, aún ocupado en la destrucción de Gaza (y el apoyo a los colonos en Cisjordania). De hecho, algunos de ellos han dado a entender que se trataría de una pausa de dos meses. Está por ver.
De momento, el daño causado a Líbano (no solo a Hezbolá y sus simpatizantes entre la comunidad chií) asegura una renovada animadversión y desconfianza hacia su vecino del sur para los años venideros. A falta de conocer los detalles y la puesta en práctica del despliegue del Ejército libanés al sur del río Litani, así como el papel que tendrá la hasta ahora ninguneada Fuerza de Interposición de la ONU (Unifil), solo cabe esperar que el alto el fuego permita recuperar el aliento a los libaneses. Pero servirá de poco mientras la comunidad internacional no asuma su responsabilidad y, además de ayudar a reconstruir ese país, afronte con Israel la necesidad de que reconozca el derecho de los palestinos a vivir con dignidad en su tierra. Aún estamos muy lejos de eso.
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