Un gobierno “a diez manos”: los hijos de Bolsonaro tienen el poder en Brasil
“Es un Gobierno dirigido a diez manos”, dice el diputado federal Comisario Waldir, de la base política del presidente brasileño Jair Bolsonaro. El mandatario entra en su tercer año de gobierno y cada vez queda más claro el papel que desempeñan cuatro de sus hijos, Flávio, Carlos, Eduardo y el veinteañero Jair Renan, en la agenda del Palacio del Planalto, sede de la Presidencia de Brasil. Los cuatro están siendo investigados por la Policía Federal y la Fiscalía por delitos que van desde el desvío de fondos hasta el tráfico de influencias. Todos desempeñan roles no oficiales, tanto en la articulación de acuerdos o como asesores del padre, según los interlocutores con quienes ha hablado EL PAÍS. “Acaban gobernando juntos. Todos están en la política, y es obvio que, al estar ahí, ayuden en la toma de decisiones”, sentencia el diputado Waldir.
Al principio de su mandato, el gobernador de São Paulo, João Doria, fue recibido en el Planalto para tratar los asuntos de su Estado en presencia de Flávio Bolsonaro, senador del país, y de su hermano menor, Jair Renan, que entonces tenía 20 años y ni siquiera ocupa un cargo público. Renan es hijo del segundo matrimonio de Bolsonaro y dirige una empresa de eventos, Bolsonaro Jr Eventos e Mídia, creada en noviembre de 2020.
Ese mismo mes, Jair Renan organizó una reunión entre el ministro de Desarrollo Regional, Rogério Marinho, y directivos de la empresa Gramazini Granitos y Mármoles, compañía que forma parte de su cartera de clientes. La reunión no estaba en la agenda oficial de Marinho y fue revelada por la revista Veja. El Ministerio aseguró en un comunicado que el hijo del presidente “participó como oyente y porque creía que el sistema de construcción tendría el potencial de reducir costes para el país”. Según Veja, Gramazini regaló a Jair Renan un coche valorado en 90.000 reales (15.670 dólares), motivo por el que la Policía Federal ha abierto una investigación. Su abogado habla de persecución a los hijos del presidente.
El mismo abogado, Federico Wasseff, es también defensor del senador Flávio Bolsonaro y fue en su casa donde la policía detuvo el año pasado al exasesor de Flávio, Fabrício Queiroz, que se escondía de la policía y hoy está bajo arresto domiciliario. La Fiscalía les investiga por el desvío de parte de los sueldos de miembros del gabinete de Flávio en la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro cuando era diputado estatal.
El senador se ha destacado en los últimos meses como articulador de acuerdos políticos para la Presidencia. “Flávio tiene muy buena relación con los líderes de los partidos en la Cámara de los Diputados y el Senado, algo que su padre no tiene”, dice el diputado Waldir. El parlamentario le atribuye la alianza del Gobierno con el bloque conocido como Centrão —un conjunto de partidos políticos sin ideología específica que tienen como objetivo estar cerca del Ejecutivo para conseguir ventajas—. Centrão bloquea por ahora las peticiones de juicio político contra el mandatario por su irresponsable comportamiento durante la pandemia. “La alianza con el Centrão la cosió Flávio. La idea ya venía de lejos, pero Eduardo [Bolsonaro] siempre ha sido muy radical y se oponía. Fue el senador quien abrió las puertas para que los parlamentarios se acercaran”, afirma Waldir. La influencia de Flávio va más allá. Habría recomendado al médico Marcelo Queiroga, amigo de su suegro, para reemplazar a Eduardo Pazuello como ministro de Sanidad, según informó el periódico O Globo. Y lo consiguió.
Una agenda en las sombras
La agenda oficial del Planalto no suele recoger la presencia de los hijos del presidente en las reuniones. Solo el 27 de enero se menciona al diputado Eduardo Bolsonaro en una reunión a la que asistieron otros 28 diputados federales. Pero el tercer hijo de Bolsonaro no se resiste a divulgar algunas de esas reuniones en las redes sociales. Es lo que sucedió el 15 de marzo, cuando participó en una videoconferencia con el rey Hamad bin Isa Al Jalifa, de Bahréin. También participó en reuniones, junto a su padre y al hora exministro de Asuntos Exteriores, Ernesto Araújo, con representantes de Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, así como en una misión oficial del Planalto a Israel para conocer un espray nasal contra la covid-19.
Cuando Eduardo se postuló para el puesto de embajador en EE UU, en julio de 2019, el presidente fue acusado de nepotismo. “Pretendo beneficiar a mi hijo, sí. Si puedo darle un buen solomillo, se lo doy”, admitió sin dudarlo. Eduardo es blanco de una investigación preliminar de la Fiscalía sobre pagos en efectivo para adquirir dos propiedades en Río de Janeiro entre 2011 y 2016.
La presencia de los hijos del presidente en las reuniones es tal que algunos parlamentarios ya la han normalizado. El senador Jorginho Mello se reunió con el presidente el 25 de febrero para discutir un proyecto de ley que beneficia a los camioneros. Allí estaba su segundo hijo, Carlos, desayunando junto al senador y su padre: “Es difícil tener una reunión con alguien del Gobierno a solas, siempre hay más gente, también sucede en los Ministerios. Creo que esto es positivo, ya que evita las conversaciones secretas”, dice Mello.
No todo el mundo está de acuerdo. “No veo ningún problema con que se tengan estas discusiones en el seno familiar, pero al llevarlas al Gobierno se acaban institucionalizando estas relaciones”, afirma el diputado federal Capitão Augusto. El gobernador João Doria, ahora archienemigo de Bolsonaro, va más allá: “A los dictadores les gusta gobernar con aduladores, corruptos y familiares. Son populistas y mentirosos. Y no dudan en utilizar la fuerza, la censura y la intimidación”, dice Doria.
Carlos Bolsonaro —que es concejal de Río de Janeiro, pero que ha convertido Brasilia en su segunda residencia— también tiene un papel clave en el Gobierno. Después de haber sido crucial en la estrategia de la campaña electoral de su padre en 2018 (marcada por la difusión de noticias falsas y desinformación), ahora se le acusa de dirigir la llamada “oficina del odio”, una especie de Secretaría de Comunicación paralela que funciona dentro del propio Planalto. La Policía Federal llegó a interrogarle en 2020 en la investigación sobre la realización de actos antidemocráticos, un pilar de la cual sería la actuación de la oficina paralela que dirige el concejal. “Carlos es un tipo fuerte en la formulación de la cuestión ideológica en las redes sociales, que fue el gran motor de la elección del presidente de la República”, dice el diputado Waldir.
Hijos y política
El brasileño tampoco es el primer presidente cuyos vástagos han sido acusados de beneficiarse de la relación familiar. Fabio Luís Lula da Silva, conocido como Lulinha, está siendo investigado por la sospecha de que su empresa recibiera más de 100 millones de reales (17,4 millones de dólares) del grupo Oi/Telemar. La cantidad sería presuntamente una contrapartida por los actos del entonces presidente Lula para beneficiar a la industria de las telecomunicaciones, lo que su defensa niega. Maristela Temer, hija de Michel Temer, fue acusada de blanqueo de dinero y asociación delictiva, porque se sospecha que la reforma de su casa se pagó con dinero desviado de la central nuclear Angra 3.
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