La primera factura de las deportaciones de Italia a Albania le sale cara a Meloni: 18.000 euros por migrante
El primer barco italiano que deporta migrantes rescatados en el mar al nuevo centro de internamiento y repatriación abierto esta semana en Albania, país que no es miembro de la UE, le ha salido muy caro al Gobierno de ultraderecha de Giorgia Meloni. El buque militar Libra solo lleva a bordo 16 náufragos, con una tripulación de unas 70 personas, en un día en el que a la isla de Lampedusa, de donde zarpó, llegaron casi 1.000 migrantes. La prensa italiana ha calculado que el viaje supone un gasto de 18.000 euros por persona, tomando como referencia un gasto de entre 250.000 y 290.000 euros para todo el trayecto, según ha estimado La Repubblica. La oposición habla de “la propaganda más cara de la historia de Italia”.
Y ese cálculo incluye solo el coste del traslado. Después queda el alojamiento en el centro de Gjadër, construido tras un acuerdo entre Italia y Albania en 2023 y que está previsto que cueste 800 millones en cinco años, una cifra que de todos modos puede incrementarse. La Comisión Europea, que ha bendecido el plan, ha dicho que es necesario explorar estas vías para externalizar la gestión de la migración. El experimento de Italia será determinante.
En principio, el Libra llegará a puerto este miércoles. Allí, los expertos estiman que el coste de mantenimiento puede llegar a ser, como mínimo, cuatro veces más por persona que en Italia (35 euros al día), en caso de que se llene, pero mucho más, hasta 10 o 15 veces, si no está al completo. El centro dispone de 880 plazas, aunque ahora solo están listas la mitad, más otras 144 de una zona de repatriaciones y 20 de una pequeña cárcel. Con todo, este es solo un primer viaje, quizá acelerado por la prisa de poner en marcha el centro, que acumula un retraso de seis meses. A partir de ahora, la teoría es que el buque irá lleno en su rumbo hacia Albania.
Sin embargo, la complejidad del sistema que ha tenido que idear el Ejecutivo italiano para mantenerse dentro de la ley hace que los gastos se disparen. Y aun así su propia eficacia está por ver. Por ejemplo, el barco que desde el lunes navega rumbo a Albania tardará unos cinco días en ir y volver, con buen tiempo. Es el único destinado a este fin, así que mientras va y viene no se activa el sistema de traslado a Albania y las personas rescatadas, en principio, deberían ser desembarcadas en Italia, como se hace hasta ahora.
Se calcula que este barco podrá hacer, como mucho, un viaje a la semana a la costa albanesa, cuatro al mes, aunque los picos de llegadas se concentran en los meses de buen tiempo y en realidad serían menos. Es decir, este buque se pasará la mayor parte del año yendo y viniendo, o esperando en alta mar a completar las plazas, y solo una pequeña parte de los migrantes que llegan a Italia entrarán en el sistema de deportaciones. Además, ese porcentaje se reducirá aún más por las restricciones que limitan la selección de los migrantes que efectivamente pueden ser deportados a Albania.
La nave militar Libra es una solución provisional, a la espera de que se resuelva la adjudicación de este trabajo a una especie de buque oficina-hotel flotante con capacidad para 200 migrantes. Deberá trabajar en alta mar, sin tocar tierra, para seleccionar las personas rescatadas que les lleguen y decidir si pueden ir a Albania. Hay muchas restricciones a la hora de aplicar el nuevo procedimiento rápido de gestión de peticiones de asilo, que pretende resolverse en 28 días.
El filtro se puede resumir así: solo pueden ser deportados a Albania hombres adultos no vulnerables de países considerados seguros que, a priori, no van a ver aceptadas sus peticiones de asilo y que hayan sido rescatados por naves italianas. Es decir, quedan fuera los auxiliados por ONG extranjeras y aquellos que llegan a tierra con sus propias embarcaciones, que en total se estima que suponen el 40% de las llegadas.
Una sentencia europea que puede cambiarlo todo
Pero hay un obstáculo más, de desenlace incierto. Una reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) del 4 de octubre ha recortado notablemente esa lista de países considerados seguros, cuyos ciudadanos pueden ser desviados a los protocolos rápidos de gestión de asilo. La ha reducido de 22 países a 7, y entre los excluidos están todos los principales de origen de la inmigración que llega a Italia, como Bangladés, Egipto, Túnez o Libia. Por ejemplo, de los 16 migrantes que son enviados en este momento hacia Albania, 10 son de Bangladés y seis son de Egipto.
Un juez de Roma, en un trámite telemático y por vídeo desde Albania, debe convalidar en 48 horas la retención de estas personas para entrar en este protocolo, algo que está en el aire. Ya los tribunales de Palermo o Catania, donde se resuelven la mayoría de estas peticiones, han rechazado el 90% de ellas. Si los jueces no convalidan las solicitudes, estos migrantes deberían ser enviados de nuevo a Italia, porque el Gobierno de Tirana ya ha dicho que de los centros de acogida no pueden salir al resto del país.
Pero no es la única razón para pensar que es probable que al final muchos de estos migrantes acaben llegando a Italia, después de un gran rodeo. El porcentaje actual de repatriaciones de las autoridades de Roma es de un 20%, según los expertos. Si ese porcentaje se mantuviera en Albania, eso querría decir que la mayoría serían enviados después a Italia. Por otro lado, se suele tardar entre tres y seis meses en repatriar a estas personas, y el centro se puede acabar saturando, con nuevos traslados a Italia para vaciarlo. En resumen, el riesgo es que en el fondo no cambie nada.