Netanyahu se queda sin opción de formar Gobierno en Israel
La polarización y el bloqueo político se han enquistado en Israel tras cuatro elecciones en apenas dos años. El bloque de partidos conservadores y religiosos encabezado por el Likud de Benjamín Netanyahu se ha quedado a las puertas de la mayoría absoluta. Con el 100% de los sufragios contabilizados este jueves, el primer ministro y sus aliados suman 59 de los 120 escaños del Parlamento israelí, frente a los 61 de una heterogénea oposición en su conjunto.
La Comisión Electoral Central tiene previsto anunciar los resultados definitivos hoy —sin posibilidades ya de un vuelco en el equilibrio entre bloques—, antes del inicio del sabbat y de las celebraciones de la Pascua judía, durante la que se paraliza la vida pública. El presidente del Estado de Israel, Reuven Rivlin, no comenzará las consultas para la formación de Gobierno hasta el 5 de abril.
Ese mismo día, el primer ministro tiene previsto comparecer ante el tribunal de Jerusalén que le juzga por tres casos de soborno, fraude y abuso de poder. Netanyahu desencadenó a finales de 2018 un ciclo electoral que parece no tener fin. Su objetivo era asegurarse una coalición gubernamental con mayoría absoluta y blindarse ante la acción de la justicia.
Después de cuatro intentos infructuosos y pese al éxito de la campaña de vacunación que ha impulsado desde el Gobierno —con la mitad de la población inmunizada por completo—, Israel sigue escindido en dos mitades, a favor y en contra de Netanyahu.
El gubernamental Likud, en el poder de manera ininterrumpida desde 2009, ha sido el partido más votado, con 30 escaños, aunque ha perdido seis respecto a los comicios anteriores, celebrados hace un año. Pero ni con el respaldo de dos formaciones ultraortodoxas, de la derecha radical del exministro Naftali Bennett —que se ha mostrado indeciso sobre sus intenciones— y del extremista Partido Religioso Sionista, logra Netanyahu sumar mayoría.
La maniobra que había puesto en marcha en las últimas horas el Likud para granjearse el apoyo adicional del movimiento islamista Lista Unida Árabe —la menor fuerza presente en la Kneset, con apenas cuatro escaños— fue abortada por sus socios de la ultraderecha judía, que rechazan pactar con “partidarios del terrorismo que niegan la existencia del Estado judío”, según ha recalcado su líder, Bezalel Smotrich.
No ha prosperado la estrategia de Netanyahu de dividir a la oposición, con la esperanza de que algún partido quedase fuera de la Kneset, al no superar el listón mínimo del 3,25% del voto. Tampoco parece haber surtido el efecto esperado su campaña entre la minoría árabe, en la que se presentó como Abu Yair (el padre de Yair, nombre de su hijo primogénito, una fórmula tradicional de presentarse en la sociedad árabe).
“Bloque del cambio”
El exministro conservador Gideon Saar, que rompió el año pasado con el Likud tras enfrentarse a su líder en unas primarias internas, afirmó tras conocerse los últimos resultados que Netanyahu “carece de toda opción de poder formar Gobierno”. Al frente de Nueva Esperanza, partido de nueva planta que ha logrado seis diputados, Saar ha llamado a en Twitter a “trabajar para formar un Gobierno por el cambio”.
El líder de la oposición, el centrista Yair Lapid, cuyo partido Yesh Atid ha obtenido 17 escaños, deberá coordinar para ello a hasta ocho formaciones minoritarias que van desde la derecha nacionalista judía de Saar hasta la Lista Unida Árabe, ligada a los Hermanos Musulmanes, pasando por el populismo laico y la izquierda tradicional laborista. Además deberá lidiar con su exasociado, Benny Gantz, del que se separó en la alianza Azul y Blanco cuando esta se incorporó al Gobierno. Gantz ha desafiado a los sondeos para obtener un inesperado buen resultado que le coloca como cuarta fuerza parlamentaria.
Lapid ya ha comenzado las conversaciones con dirigentes de varias fuerzas de oposición para consolidar el llamado “bloque del cambio”. Si consigue sumar el respaldo de 61 diputados, el presidente Rivlin tendrá que encargarle la formación de Gobierno el mes que viene.
“Netanyahu ha perdido las cuartas elecciones, pero no ha perdido la guerra”, sostiene el columnista de Haaretz Anshel Pfeffer. “Va a seguir siendo primer ministro en funciones y la oposición tampoco tiene una vía definida de alternativa de poder”.
La salida que puede quedar al primer ministro —después de ser excluida la alianza de supremacistas judíos con islamistas de origen palestino— es apelar a la mayoría real de la derecha (hay dos partidos conservadores en el bloque opositor) y conseguir que al menos dos tránsfugas apuntalen con sus votos su sexta investidura. La otra opción son las quintas elecciones.
Sin embargo, con mayoría raspada en el Parlamento, el bloque opositor puede aspirar a controlar la presidencia de la Cámara y aprobar con carácter de urgencia una ley que impida presentarse como candidato a jefe de Gobierno a un procesado. Netanyahu quedaría así privado de la bala de plata de forzar la convocatoria de las quintas elecciones encadenadas si, como todo parece apuntar, se eterniza el bloqueo político.