Manuel Valls regresa a Francia para influir en las elecciones presidenciales
El ex primer ministro francés y concejal barcelonés Manuel Valls regresa a Francia dos años y medio después de trasladarse a su ciudad natal, Barcelona, donde intentó sin éxito conquistar la alcaldía, y rehizo su vida. Ahora acaba de publicar un libro que es una carta de amor a su patria francesa, pero que también puede leerse como el manifiesto político de alguien que quiere influir en el debate ante las elecciones presidenciales de 2022. Aunque seguirá viviendo entre Barcelona y París —mantendrá su acta de concejal y no piensa dejar de intervenir en los debates españoles—, Valls pasa página de nuevo.
“Cuando me expatrié, en el verano de 2018, para ser candidato a la alcaldía de Barcelona, esta marcha era definitiva, estaba convencido de ello. Ahí tenía un futuro. Aquí estaba muerto”, escribe Valls (Barcelona, 58 años) en Pas une goutte de sang français (Ni una gota de sangre francesa), el libro que ha publicado esta semana en la editorial Grasset. El título es una cita de Romain Gary, escritor francés nacido en Lituania, que, en su versión completa, dice: “Ni una gota de sangre francesa, pero Francia fluye por mis venas”. Como Romain Gary, Valls es hijo de extranjeros —un catalán y una italosuiza— y, como él, es un francés por elección que, en su caso, adoptó la nacionalidad a los 20 años. Unas líneas después, añade: “Echo de menos Francia. Me atormenta. Me mortifica. La necesito para clausurar la aventura”.
Al mudarse a Barcelona, la idea de volver a la política francesa parecía remota. Aquella etapa había terminado mal. Perdió en las primarias del Partido Socialista, en el que había militado desde los 18 años. En algunos sectores de la sociedad su impopularidad rozaba la detestación. Mantenía unas relaciones pésimas con la estrella ascendente de la política francesa, y pronto presidente de la República, Emmanuel Macron. A ello se añadía la crisis de su matrimonio con la violinista Anne Gravoin.
Durante los años barceloneses, se embarcó en el combate político contra el independentismo catalán y contra la aproximación de Ciudadanos —el partido que le apoyó en Barcelona— a la extrema derecha de Vox. Perdió las elecciones municipales hasta quedarse con un grupo de dos concejales. Conoció a su esposa, la empresaria Susana Gallardo. Y, finalmente, sintió la llamada del “único” país que de verdad le “hace vibrar”: Francia.
“Aproveché con entusiasmo la ocasión de Barcelona”, dijo este viernes Valls en una entrevista en París con EL PAÍS y otros corresponsales del grupo de diarios europeos LENA. “Evidentemente, lo que no conté en la época es que, al llegar a Barcelona, sabiendo además que tenía pocas posibilidades de ganar, yo estaba roto. Y Barcelona, la campaña, Susana, ayudaron a una reconstrucción que hace que hoy me sienta feliz pero con estas ganas de servir a Francia. Estos años me han ayudado a entender lo francés que soy”.
Valls explica que el último año ha sido decisivo en el proceso que le ha llevado a escribir el libro y volver a expresar la voluntad de hacerse oír en Francia y tener un papel en su vida política. Durante el primer confinamiento por la pandemia dice que sintió “una forma de impotencia por no poder actuar en Francia” y aportar su experiencia como ministro del Interior y primer ministro. En otoño, con la ola de atentados que tuvo su momento más dramático en la decapitación del profesor Samuel Paty, esta necesidad se le hizo más acuciante, y pensó que la realidad confirmaba sus advertencias sobre la amenaza islamista.
Valls marca en el libro distancias con Macron, a quien apoyó en las presidenciales en 2017, además de pertenecer a la mayoría presidencial cuando fue diputado antes de marcharse a Barcelona. Al mismo tiempo, el macronismo nunca ha dejado de mirarle con desconfianza.
Al recapitular los años 2015 y 2016, cuando Macron era su ministro de Economía y preparaba desde el Gobierno su candidatura al Elíseo, habla de la “duplicidad”, “individualismo”, “doble juego” del actual presidente, actitudes, dice, que hoy Macron “jamás aceptaría por parte de un miembro de su Gobierno”. Respecto al islamismo, describe la visión del jefe de Estado, en aquella época, como “liberal-libertaria” y “bastante comunitarista” o “multicultural”, un político que —dice— entonces se oponía al modelo más estricto de laicidad que defendía el primer ministro. Pero admite que “ha evolucionado”, como demuestran los discursos y leyes recientes contra el llamado separatismo islamista. “Incluso ha reconocido que yo tenía razón”, se felicita.
El concejal barcelonés argumenta, en alusión al programa liberalizador de Macron: “La pandemia cortó en seco su impulso reformista y, para ser honestos, empezó antes con los chalecos amarillos y la reforma de las pensiones [entre finales de 2018 y principios de 2020]”.
La “duplicidad”, el “individualismo”, el “doble juego”, ¿son un rasgo del carácter de Macron? “No, no me permitiré decir esto. Ahora es el presidente de la República. Pero está solo”, afirma. “Una larga trayectoria política le lleva a uno a tener amigos, enemigos, compañeros, camaradas, una especie de construcción. Él no. Surgió de ninguna parte. No tiene redes políticas, muy pocas. Esto le puede dar una inmensa libertad de maniobra. Y puede colocarlo solo ante el pueblo”.
El ex primer ministro teme que la decepción de antiguos votantes socialistas con Macron lleve a una alta abstención en las presidenciales de 2022 si el presidente se enfrenta con la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen. “Hay algo frágil ahí”, dice. “[Le Pen] Puede ganar”.
Hoy Valls excluye toda ambición electoral en España, pero no en Francia, aunque por ahora se hace difícil ver con qué aliados o bajo qué formación podría tener una verdadera influencia. “Por principio, nunca hay que excluir nada, pero hoy esto no puede concretarse. No está en el orden del día”, dice. “Pero mi ambición en Francia es participar plenamente en el debate presidencial”, concluye.
“Peleé por la alcaldía, pero sabía que era imposible”
En el libro Pas une goutte de sang français, que acaba de publicarse, y en entrevistas estos días en Francia, Manuel Valls ha admitido que, al presentar en otoño de 2018 su candidatura a la alcaldía de Barcelona, nunca pensó que pudiese ganar. ¿No pueden sentirse ahora engañados quienes le apoyaron en España? “Peleé por obtener el mejor resultado posible, pero desde el verano antes de presentar mi candidatura, yo sabía que siempre tendría enfrente un cordón sanitario, una coalición que me lo impediría”, responde. “No engañé a nadie, porque luché, pero en mi fuero interno sabía que era imposible”. La semana pasada se supo que el Tribunal de Cuentas español ha detectado irregularidades en su campaña al superar la coalición de su partido, Barcelona pel Canvi, y Ciudadanos, en un 71% el límite de gasto electoral. Unos días antes, anunció que no se presentaría a las municipales de 2023.
“En Barcelona”, dice, “he hecho lo que debía hacer”. Y enumera la investidura de la alcaldesa, Ada Colau, para impedir que los independentistas gobernasen; la aprobación de los presupuestos y el voto por el candidato socialista Salvador Illa en las últimas autonómicas. “Creo que he agotado lo que podía hacer en Barcelona. Pero me interesa participar en el debate intelectual [en España]”, declara.
“Lo que tengo claro”, continúa Valls, “es que soy profundamente francés”. “Cuando uno ha sido dirigente francés, piensa en el mundo. Esto nos hace antipáticos a veces. Pero tenemos esta característica: un pensamiento universal. Pensamos en el mundo. España no. Cuando hubo un rumor falso según el cual yo entraría en el Gobierno francés, me planteé la cuestión, y me dije: ‘Yo no puedo defender los intereses estratégicos de otro país”.