Amado García Guerrero, su tía Rosa María y el SIM
A corta distancia al oeste de la otrora Escuela Laboral Concepción Bona y el portentoso local del Palacio Radio Televisor La Voz Dominicana, en una modesta vivienda ubicada en la estrecha y congestionada avenida San Martín, en la capital dominicana, se registra un escenario donde se produjo un doloroso hecho que, además de conmover la conciencia nacional, agigantó el temor y la intranquilidad entre los pobladores de la denominada Ciudad Primada de América.
Allí, en el restringido inmueble marcado con el número 59, residía, haciendo gala de una humildad y solidaridad humana que resaltaba entre los vecinos residentes en la zona, la señora Rosa María García Pereyra, tía del teniente Amado García Guerrero, quien formó parte del grupo de conjurados en la muerte del sátrapa Rafael Leónidas Trujillo Molina, la noche del 30 de mayo de 1961, en un tramo de la Avenida George Washington en el Distrito Nacional.
Para entonces, doña Rosa María tenía 69 años de edad y su vida discurría normalmente, tal como acontecía con las ciudadanas tradicionales y responsables de su época, sumergida fundamentalmente en el cumplimiento de sus quehaceres domésticos.
Conforme al interrogatorio al que fue sometida la apacible señora por parte del magistrado juez de instrucción de la primera circunscripción del distrito judicial de Santo Domingo, asistido del infrascrito secretario, Ricardo Francisco Gaspar Thevenín, a consecuencia de la intervención del teniente Amado García Guerrero en la muerte del mandatario sancristobalense, sus respuestas resultaron muy espontáneas al tiempo de reflejar una sinceridad extraordinaria.
Sobre el hecho imputado a su sobrino y otros implicados, doña Rosa María García Pereyra se circunscribió a decir que «…no tenía conocimiento del atentado que quitó la vida del generalísimo Trujillo y mi participación, que fue accidental, en ese hecho criminal, fue la de albergar en mi casa a mi sobrino el primer teniente Amado García Guerrero, A.M.».
Al solicitarle que explicara cómo llegó el militar a su vivienda, la noble dama, sin titubeo ni temor, reflejó responsabilidad y valentía al responder con precisión ante los representantes judiciales.
«Siendo aproximadamente las tres de la tarde del día primero de junio en curso, llegó hasta mi casa ubicada en la avenida San Martín 59, de esta ciudad, mi indicado sobrino y me dijo, después de hablar de cosas sin importancia, que lo dejara dormir en mi casa por esa noche. Yo le dije que sí, y cuando llegó la hora de la cena le invité a cenar, solo tomó un poco de café, tomó el periódico y se puso a leerlo y cuando lo terminó se fue a acostar».
En aparente interés de dejar establecido cómo finalizó el drama vivido, la señora García Pereyra prosigue exponiendo lo siguiente:
«Después de estar acostado, no recuerdo exactamente cuánto tiempo pasó cuando llamaron a la puerta. De inmediato mi sobrino se levantó, abrió la puerta haciendo disparos, los cuales fueron contestados desde afuera y mi sobrino cayó herido dentro de mi casa. En eso penetraron los agentes del Servicio de Inteligencia Militar, los cuales se llevaron a mi sobrino, que se encontraba herido en el suelo, y a mí».
Algunas versiones diferentes sobre el hecho reflejan otra realidad en torno al final de la vida del primer teniente García Guerrero, sosteniendo que tan pronto abrió la puerta principal de la vivienda de su tía, cubierto con una camisilla en la parte superior de su cuerpo, terminó siendo acribillado por los miembros del SIM, muriendo de inmediato.
Sobre esta tragedia, hay quienes aseguran que existen fotos del conjurado que testimonian la veracidad de lo anteriormente narrado.
Otros investigadores sostienen que, en unos minutos, cuando el enfrentamiento parecía haber terminado, el aguerrido Amado García Guerrero vació su pistola 45, la volvió a cargar y tuvo tiempo de hacer varios tiros más antes de que el raso Ciriaco de la Rosa lo matara a balazos.
Al momento del ajusticiamiento del dictador Trujillo, el teniente Amado García Guerrero pertenecía al Cuerpo de Ayudantes Militares de la Presidencia de la República, y en la acción sufrió una herida menor en una pierna.
Para tener una idea sobre la persecución, la violencia y la situación de terror desatada contra los familiares y amigos de los hombres de la gesta de mayo de 1961, vale la pena resaltar que tres días después del salvaje crimen del teniente García Guerrero, por la noche, a pocos pasos del Parque Independencia, agentes del SIM asesinaron a Antonio de la Maza y a Juan Tomás Díaz, quienes hasta el momento habían escapado a su persecución, escondidos en la casa del reputado médico Robert Reid Cabral.
Ese domingo 4 de junio de 1961, habían sido capturados Salvador Estrella Sahdalá, Luis Manuel Cáceres Michel -Tunti- y Marcelino Vélez Santana, implicados en la muerte de Trujillo.
De igual modo, al cierre de estas acotaciones, permítannos precisar, con el ánimo de que no se olvide, que el teniente Amado García Guerrero es un referente paradigmático del dominicano amante de la libertad de pensamiento y expresión como cimiento de la auténtica democracia, sin importar que para su materialización sea necesario sacrificar la vida humana.
Recordarlo y emular su ejemplo es un deber patrio ineludible.
Téngalo presente…