Israel prolonga la ofensiva sobre Gaza mientras el foco de atención se desplaza a Líbano
Un camión que transportaba un contenedor de gran tamaño llegó el pasado miércoles a Jan Yunis, en el sur de Gaza. No llevaba comida ni suministros médicos. En su interior, yacían los cuerpos de 88 personas. Al oír la noticia, muchos palestinos se acercaron para comprobar si entre esos muertos estaba alguno de esos seres queridos cuyo destino desconocen. Los cadáveres estaban irreconocibles, descompuestos; algunos reducidos a la osamenta. Esos restos habían sido introducidos y abandonados por militares israelíes en la calle, relató una mujer al medio Middle East Eye. Israel no proporcionó ningún dato que permitiera identificarlos. Despojados de su nombre y de su historia, esos palestinos han sido enterrados en una fosa común.
Esos 88 muertos se han sumado a una lista que supera ya ampliamente las 41.000 personas y que estos días ha seguido aumentando mientras la atención internacional se desplazaba hacia la posible invasión israelí de Líbano. Mientras, los aviones de guerra israelíes bombardearon este jueves un colegio que albergaba a cientos de refugiados. Al menos 14 personas, entre ellas varios niños, murieron en la escuela Al Faluja, en la localidad norteña de Yabalia, según los servicios de Defensa civil de Gaza. Varias decenas más resultaron heridas.
An Israeli airstrike on a school sheltering forcibly displaced families in Jabalia, northern Gaza, killed at least 14 Palestinians on Thursday. pic.twitter.com/OyPO0JS7n4
— Al Jazeera English (@AJEnglish) September 26, 2024
Ese ataque no ha sido el único estos días. Israel posee más de 300 aviones de combate, según el centro de estudios estadounidense Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS por sus siglas en inglés), suficientes para atacar por aire Líbano, como ha estado haciendo estos días, sin dejar por ello de bombardear Gaza. En lo que va de este viernes, varios palestinos han muerto en diferentes ataques aéreos israelíes en la Franja, según la agencia palestina Wafa. Al menos tres perecieron en un bombardeo contra tiendas de desplazados en el hospital Mártires de Al-Aqsa, en Deir al-Balah, en el centro del territorio. Más al sur en Jan Yunis, varias personas resultaron heridas por fuego de artillería israelí que, según Wafa, “alcanzó a un grupo de civiles”.
Haizam Amirah Fernández, analista especializado en las relaciones internacionales de Oriente Próximo, cree que al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, le interesa extender la guerra en Líbano mientras prosigue la de Gaza. El mandatario, asegura, “no puede parar la guerra porque entonces iría a la cárcel”. Con la amenaza de extender la guerra a Líbano, “busca su supervivencia política”, mientras intenta que se olvide “su enorme fracaso” en Gaza, donde no ha conseguido “ninguno de los objetivos que se marcó”, y que lo que allí sigue sucediendo quede “como una nota a pie de página”.
Muerte y hambre
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La organización Médicos sin Fronteras (MSF) ha tenido que abrir en los últimos días dos nuevos hospitales de campaña en la Franja, ambos en la localidad de Deir al Balah, recuerda la oenegé. En el segundo, en un lapso de tiempo de dos horas, la afluencia de pacientes fue de 180 personas. Federica Lezzi, cirujana pediátrica de la organización, recordaba esa semana en una carta abierta que los palestinos de Gaza siguen muriendo, como han hecho en el casi un año que dura la guerra, en los bombardeos israelíes, sepultados bajos sus casas o por la práctica destrucción del sistema sanitario gazatí.
“Los sonidos de los bombardeos suenan muy cercanos y vívidos, pero nadie huye. “No lo he oído”, contestan a menudo [los gazatíes]. Son respuestas a un trauma que no tiene tiempo de sanar porque es continuo”, escribe la cirujana. “En Gaza, ya no hay salat al fajr, la oración del amanecer… ahora lo único que interrumpe la noche son los destellos de las bombas. La tierra tiembla, el ruido nunca cesa”, continúa.
La cirujana relata el caso de una niña herida en un ataque israelí, Mariam, cuya pierna está “cubierta de una maraña de clavos y varillas metálicas”, y con la piel cuarteada por la desnutrición. “Hoy, si no te disparan en el pecho o en la cabeza, el objetivo son las piernas. Además, la hilera de costillas bajo la piel de Mariam recuerda sin piedad que, más allá de las bombas y las balas, la gente en Gaza también muere por falta de comida y agua. Sobrevivir es un reto diario, como lo es conseguir el agua potable, cocinar o ducharse”, denuncia.
El pasado 17 de septiembre, un informe elaborado por diversas organizaciones que trabajan en Gaza —Save the Children, Oxfam y el Consejo Noruego para los Refugiados, entre otras— constató que Israel bloquea el 83% de la comida que debería entrar en el enclave. Si al final de 2023, ya con la guerra iniciada, los gazatíes comían dos veces al día, ahora muchos de ellos, comen solo una vez, eso con suerte. Estas organizaciones calculan que para finales de año 50.000 niños gazatíes de entre seis meses y cinco años “necesitarán urgentemente tratamiento por desnutrición”.
Un portavoz de MSF confirma a este diario que, como ha venido sucediendo desde el inicio de la guerra, en octubre de 2023, “la ayuda, cuando no está completamente bloqueada [por Israel], llega a cuentagotas y no puede en modo alguno satisfacer adecuadamente las inmensas necesidades de la población de Gaza”. Esa población encara ahora la próxima llegada del invierno sin lo mínimo para sobrevivir.
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