Taghi Rahmani: “Irán no va a permitir que Hezbolá entre en una guerra total con Israel”

El intelectual iraní Taghi Rahmani (Qazvin, 64 años) conoce bien al régimen que lo mantuvo 14 años en prisión: la República Islámica de Irán. El mismo que encarceló a su mujer, Narges Mohammadi, hace ocho y por el que tuvo que partir al exilio en París con sus hijos mellizos. En dos meses, los adolescentes cumplirán 17 años; hace nueve que no ven a su madre y dos “que no oyen su voz”. A Mohammadi, Premio Nobel de la Paz en 2023, no le permiten llamarles por teléfono desde la prisión de Evin, en Teherán, donde cumple 10 años de cárcel por su defensa de los derechos humanos. Rahmani presenta este miércoles en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el libro de su esposa: Tortura Blanca. Entrevistas con mujeres iraníes encarceladas (Alianza Editorial), en un acto de la Comunidad Bahaí de España, Amnistía Internacional y la Asociación Iraní Pro Derechos Humanos. La presentación recordará el segundo aniversario, el pasado 16 de septiembre, de las protestas desatadas por la muerte bajo custodia policial de Yina Mahsa Amini, una joven kurda detenida en Teherán por llevar mal colocado el velo. Esas manifestaciones, afirma Rahmani a este diario, mostraron que el régimen iraní carece de apoyo popular. Y sin ese respaldo, afirma, Irán no puede entrar en una guerra total con Israel.

Pregunta. ¿Cuál es la situación de su mujer, casi un año después del Nobel?

Respuesta. Hace tres meses, Narges [Mohammadi] leyó un comunicado en el que acusaba a las fuerzas de seguridad de violencia sexual en los interrogatorios de las detenidas durante las protestas por la muerte de Mahsa [Amini]. La condenaron a un año adicional de prisión. Ahora tiene otro juicio pendiente en el que añadirán más años. Ella ni se presenta ante el tribunal; sabe que las sentencias las deciden las fuerzas de seguridad. Mi mujer no ha salido de la cárcel por el Nobel, pero su voz ahora se oye más en el mundo. Narges acaba de pedir en otro comunicado dirigido al secretario general de la ONU, António Guterres, que presione a Irán para que libere a los presos políticos y acabe con la pena de muerte en el país. Las cárceles en Irán son ahora el corazón de las protestas contra el régimen.

P. ¿Qué queda de esas manifestaciones?

R. El movimiento de las mujeres en mi país ha obligado al [líder supremo, el ayatolá Ali] Jamenei a dar marcha atrás en sus políticas. Las leyes no han cambiado, la discriminación sigue, pero su legado es que los iraníes ya han cambiado de régimen en su mente y las mujeres han conquistado la calle: hay un antes y un después. También una ruptura total de la población con la República Islámica. Ese cambio ha sido cultural, pero ha influido en la política. Con Ebrahim Raisí [el presidente fallecido en un accidente de helicóptero], Jamenei había dado todo el poder político a la facción conservadora. Ahora, ha traído al [moderado Masud] Pezeshkian [el nuevo presidente iraní], al que autorizó a presentarse para que la gente votara más. La participación se elevó un poco, pero no demasiado. La gente está ahora descontenta, pero expectante. Si Pezeshkian responde a sus deseos, deberá enfrentarse a Jamenei y, si se pliega a este, la población lo rechazará. El régimen ha elevado [a la presidencia] a Pezeshkian con objetivos concretos, como revivir el acuerdo nuclear con Occidente para aliviar las sanciones contra la economía iraní.

P. ¿Quieren aliviar así la presión contra las autoridades?

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R. Jamenei quiere resolver esa cuestión, no para que mejore la vida de la población, sino para garantizar la supervivencia de la República Islámica. Estrecharía la mano de Satán para conseguir ese objetivo.

P. Pezeshkian ha dado también señales de distensión con Occidente.

R. Este martes ha hablado en Nueva York [donde se celebra la sesión de la Asamblea General de la ONU] y ha aludido a la paz. Antes, el discurso oficial iraní era: “Vamos a destruir esto o lo otro”. Sabe que si la guerra [de Gaza] se extiende a todo Oriente Próximo, él no podrá hacer nada, porque en Irán el poder real está en manos del estamento militar. Cuando Israel mató a Ismail Haniya en Teherán, Pezeshkian le dijo a Jamenei que, si Irán respondía, Occidente no levantaría las sanciones. [El primer ministro israelí, Benjamín] Netanyahu quiere extender la guerra, pero Irán no va a entrar en un conflicto con ese país. Para implicarse en una guerra hay que tener fuerza económica, militar y social, e Irán solo tiene la militar, lo que no es suficiente. Sobre todo, el régimen no tendría el apoyo de la población.

P. Y su aliado Hezbolá, ¿puede entrar en guerra sin permiso de Irán?

R. El régimen iraní no va a permitir que Hezbolá entre en una guerra total con Israel. Con otros de sus aliados, como Hamás o los hutíes de Yemen, no tiene ese tipo de autoridad, pero con Hezbolá, sí. Irán está manteniendo la contención frente a Israel porque sabe que un conflicto bélico con ese país estaría al servicio de la victoria de [Donald] Trump en las elecciones en Estados Unidos, lo que impediría el acuerdo nuclear y el levantamiento de las sanciones.

P. Si se levantan las sanciones, ¿se conformarían los iraníes con que la economía mejorara?

R. La vida, sobre todo de las clases medias, mejoraría, pero eso no quiere decir que los iraníes renunciaran a otras de sus demandas. Sería una trinchera conquistada, antes de asaltar otras.

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