La ultraderecha alemana amenaza el feudo socialdemócrata de Brandeburgo

El socialdemócrata Dietmar Woidke es el político más popular de Brandeburgo. Gusta hasta a los votantes de derechas, que valoran de él que haya conseguido encarrilar la economía de este Estado federado del este alemán que rodea Berlín. Con sus 2,5 millones de habitantes, es el land que acoge la primera fábrica de Tesla en Europa y el aeropuerto que da servicio a la capital alemana. Brandeburgo va bien, y por eso Woidke ha hecho una apuesta política tan arriesgada como efectiva: si este domingo pierde las elecciones, se retirará de la primera línea.

Pero en Brandeburgo está en juego mucho más que la supervivencia política del veterano Woidke, de 62 años, que ha empapelado las ciudades del land con su foto sonriente de cuerpo entero. La formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) podría convertirse en la fuerza más votada, como ya ocurrió hace tres semanas en el Estado federado de Turingia. De ocurrir lo que predicen las encuestas, el revés para el partido socialdemócrata (SPD) sería mayúsculo.

Dietmar Woidke, presidente de Brandeburgo, durante el mítin de final de campaña en Oranienburg, el viernes. Fabrizio Bensch (REUTERS)

Brandeburgo es el último gran bastión del partido del canciller, Olaf Scholz, donde ha gobernado ininterrumpidamente desde la reunificación. A diferencia de otros Estados de la antigua Alemania comunista, este land es el paradigma de la continuidad política, con solo tres presidentes en más de 34 años. Los predecesores de Woidke, Manfred Stolpe y Matthias Platzeck, ganaron cada uno tres veces consecutivas.

“Perder Brandeburgo sería una enorme decepción para los socialdemócratas”, asegura Uwe Jun, politólogo de la Universidad de Tréveris. Si el SPD queda segundo tras los ultras, “todo el mundo miraría hacia la Willy-Brandt-Haus [la sede del partido en Berlín] en busca de responsabilidades, y el principal responsable de la derrota sería el canciller”, añade en conversación telefónica con EL PAÍS: “Si no superan el 27 o el 28% volverán los rumores sobre si Scholz es el más adecuado para ser candidato el año que viene”.

Los comicios se producen en un momento de gran tensión, con un país cada vez más polarizado y donde se va complicando mantener aislada a la ultraderecha. El éxito de AfD en Turingia a principios de mes supuso la primera victoria de los ultras en un parlamento alemán desde la II Guerra Mundial. En Sajonia quedaron en segundo lugar tras los conservadores por un estrecho margen.

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Christoph Berndt, candidato de Alternativa para Alemania, habla durante un mítin en Cottbus el 19 de septiembre.
Christoph Berndt, candidato de Alternativa para Alemania, habla durante un mítin en Cottbus el 19 de septiembre. Axel Schmidt (REUTERS)

La popularidad de este partido antiinmigración y vigilado por los servicios secretos alemanes por su extremismo, ha ido en paralelo al aumento de los debates en torno a la inmigración y la política de asilo. El Gobierno de Scholz, una coalición de socialdemócratas, verdes y liberales, ha endurecido la legislación para aumentar las deportaciones y retirar prestaciones a los refugiados. Presionado por la oposición democristiana y los ultras, este mes ha impuesto controles en todas las fronteras para luchar contra la migración ilegal, en un golpe a la libre circulación en la UE que amenaza al espacio Schengen.

Pese a que la inmigración es competencia federal, las encuestas muestran que ha sido la principal preocupación de los votantes de Brandeburgo durante la campaña. El candidato que presenta AfD, Hans-Christoph Berndt, de 68 años, está en la lista de ultraderechistas confirmados de la Oficina de Protección de la Constitución, los servicios secretos internos, por sus conexiones con grupos neonazis. Habla de la necesidad de “deportaciones masivas” y asegura que la “remigración” ―término que significa el traslado forzoso de inmigrantes o personas de origen foráneo― “no es ningún plan secreto, sino una promesa”. Tras el atentado yihadista de Solingen de finales de agosto, cuando un refugiado sirio asesinó presuntamente a tres personas a cuchilladas, propuso prohibir la entrada a los actos públicos a todos los solicitantes de asilo.

Cordón sanitario

AfD busca consolidar su poder este domingo en Brandeburgo. Aunque ganara, no podría formar gobierno porque todas las formaciones democráticas aplican el cordón sanitario. Su objetivo es legitimarse desde la oposición y dificultar en lo posible el trabajo del resto de fuerzas. En Turingia consiguieron una minoría de bloqueo (más de un tercio de los escaños), que impide a las demás formaciones alcanzar los dos tercios necesarios para tomar algunas decisiones a escala de land.

La última encuesta de la televisión pública ZDF predice una estrecha ventaja de AfD, que ganaría con el 28% de los votos al SPD, con un 27% en los sondeos. En la recta final de la campaña la distancia entre ambos se ha reducido, por lo que los expertos no descartan que haya un vuelco de última hora.

Con el resto de formaciones hay mucha distancia. La Unión Cristianodemócrata (CDU) podría convencer al 14% mientras el partido de izquierda populista Alianza Sahra Wagenknecht aspira al 13%. Los socios de Gobierno de Scholz luchan por entrar en el Parlamento, donde hay un umbral mínimo del 5%. Los Verdes, con el 4,5% de los votos probablemente lo consigan gracias a algún mandato directo en la capital del Estado, Potsdam. Los liberales del FDP aparecen en los sondeos en el apartado de “Otros” y hace tiempo que no tienen representación en la Cámara regional.

“El SPD es el único partido que tiene arraigo en el Estado y presenta a un presidente que sabe tirar de los votantes”, explica al teléfono Peter Matuschek, politólogo e investigador del instituto demoscópico Forsa. “La cuestión será si se mantiene o incluso si mejora y acaba primero. No sería el primer esprint de última hora del SPD. En las últimas elecciones les daban un 20% y acabaron ganando con el 26%”, añade.

Woidke y el SPD pueden contar una historia de éxito en Brandeburgo. A diferencia de los otros Estados de la Alemania comunista, que vieron marcharse a muchos residentes tras la reunificación, el land ha mantenido estable su población. Cada vez más jóvenes se mudan desde Berlín en busca de precios más asequibles y del contacto con la naturaleza ―los bosques ocupan más de un tercio de la superficie― o se trasladan para estudiar en sus universidades (la de Potsdam, Viadrina en Fráncfort del Oder, Técnica en Cottbus).

La receta socialdemócrata para la campaña ha consistido en personalizarla al máximo. El SPD es Woidke, el presidente que lleva 10 años al frente de land y que recorre ciudades y pueblos para hablar con los votantes. No es Scholz, ese canciller permanentemente enfrentado con sus socios de Gobierno y cuya gestión no convence a los alemanes, especialmente a los del este. Se trata de pasar página de Turingia y Sajonia, donde los socialistas se hundieron, con el 6,1% y 7,3% de los votos, respectivamente. Por eso no se ha visto a Scholz en la campaña, ni a ninguno de sus ministros. Woidke les ha evitado; sabe que su mejor baza es alejarse de la política tóxica de Berlín.

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