Israel y Hezbolá, ¿qué viene ahora?
Israel no ha llegado hasta aquí para repetir lo que hizo en 2006, dejando a Hezbolá viva e incluso capaz de “vender” la victoria entre sus simpatizantes tras la retirada de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI). Hoy, el extremista Gobierno liderado por Benjamín Netanyahu está decidido a golpear a la milicia chií con la intención de borrarla del mapa.
Al igual que en los territorios ocupados palestinos pretende eliminar política y militarmente a Hamás, en Líbano busca saldar definitivamente la cuenta pendiente desde hace 18 años, empleando todo su potencial bélico. Un potencial que, en abierto desprecio al derecho internacional, incluye sofisticados ataques como los de esta semana, asesinatos selectivos y bombardeos aéreos en un Estado supuestamente soberano (¿dónde están las Fuerzas Armadas libanesas?).
Visto así, y contando con que Hezbolá no va a rendir fácilmente sus armas, el guion belicista de Tel Aviv impone dar el siguiente paso: lanzamiento de una ofensiva terrestre en el sur de Líbano. El cuadro ya está prácticamente completo, una vez que los ciberasesinatos han logrado no solamente matar o incapacitar a cientos de mandos y combatientes del Partido de Dios, sino sembrar el pánico y el descontrol en sus filas, mermando significativamente su capacidad para coordinar sus fuerzas ante una posible embestida terrestre. Por un lado, Netanyahu sostiene ahora que el objetivo de la guerra es devolver a sus hogares a los 80.000 israelíes que huyeron ante los lanzamientos de cohetes y misiles de la milicia. Y, por otro, las FDI ya han desplegado unidades en línea a lo largo de la frontera común, listas para lanzar el ataque de forma inminente, junto a una fuerza aérea que goza de partida de una abrumadora superioridad ante la escasa capacidad de defensa antiaérea de su enemigo. Solo falta la orden de ataque.
En ese punto queda por ver si llegará antes la respuesta miliciana o el ataque israelí. Es tan trágico como obvio que Hezbolá va a responder, aunque, ante la debacle de sus sistemas de comunicación interna, no le resultará fácil ir más allá del lanzamiento de algunas decenas de artilugios (escasamente efectivos ante los sistemas antiaéreos israelíes). Ir más allá, con incursiones en suelo israelí de sus fuerzas de elite (como la brigada Radwan) para capturar prisioneros y destruir algunos objetivos, es una tarea que no solo necesita tiempo, sino que puede disparar una escalada que, en el fondo, Hasan Nasralá no puede racionalmente desear ante la posibilidad de recibir un castigo insoportable por parte de un enemigo tan superior.
Más probable es que Israel, con intención de explotar de inmediato el “éxito” logrado con sus ciberasesinatos, decida completar el golpe entrando abiertamente en territorio libanés, desencadenando una ofensiva en toda regla, como las que efectuó en 1978 y 1982. Aunque sepa que los combatientes libaneses llevan años preparándose con todo tipo de trampas y estratagemas para combatir en un territorio que conocen mejor que las FDI, calcula que su superioridad tecnológica le permitirá “limpiar” la zona sur de Líbano (sin descartar que eso sea seguido de una nueva ocupación territorial). Consciente de ese vital peligro, tampoco hay que descartar que Hezbolá, sabiendo que buena parte del esfuerzo israelí se centrará en eliminar sus arsenales artilleros, decida adelantarse al golpe empleando el grueso de sus arsenales con intención de saturar la defensa israelí antes de verlos destruidos.
La explosión regional está servida, con Irán preparando asimismo su respuesta y con Israel en una deriva violenta condenada al fracaso. ¿Hay alguien capaz de frenar hoy a Netanyahu, convencido de que Biden bajará la cabeza y de que Nasralá no tiene vocación suicida?