La paz social

Mucha gente no está satisfecha con su vida o con el lugar donde vive. Todos, en algún momento, nos quejamos de algo. No existe la felicidad completa. Incluso en los países nórdicos, considerados los más felices del mundo, hay insatisfacción. Aunque tienen un alto nivel de vida, también enfrentan sus propios problemas. Los daneses, por ejemplo, consumen alrededor de 9.1 litros de alcohol puro al año, lo que equivale a 101 botellas de vino, según la OMS. Además, en Islandia, el consumo de antidepresivos es mayor que en otros países, seguido por Canadá, Reino Unido, Suecia y España, como señala Andrés Oppenheimer en su libro «*¡Cómo salir del pozo!*».

Los problemas de esos países, sin embargo, son muy diferentes a los nuestros. Quizás el aburrimiento causado por el clima extremo, que los mantiene confinados en interiores, sea una razón para el uso de antidepresivos. Ellos tienen sus necesidades básicas resueltas: empleo, seguridad social, salud, transporte y educación, entre otros. Pagan altos impuestos, pero reciben servicios de calidad a cambio. Con sus problemas básicos solucionados, parecen deprimirse al no tener otros desafíos importantes que enfrentar.

En contraste, nosotros no disfrutamos de tantas facilidades, pero tenemos razones para sentirnos orgullosos. Cada año, once millones de personas nos visitan buscando ocio y lo encuentran en nuestras playas, montañas y en la calidez de nuestra gente. Somos un país con limitaciones, pero patrocinamos la alegría y vivimos en lo que se puede llamar el «circuito de la esperanza».

A pesar de nuestras limitaciones, gozamos de una paz social que no es común en muchos países de Hispanoamérica. Desde 1978, hemos celebrado elecciones cada cuatro años, y aunque con altibajos, nuestra democracia se ha fortalecido gracias al comportamiento ejemplar de nuestros ciudadanos en las urnas. No enfrentamos conflictos sociales graves que alteren la vida diaria. Las organizaciones más beligerantes, como la Asociación Médica y la ADP, han logrado dialogar con el Presidente de la República para discutir sus demandas. Aunque no comparto el abandono de las aulas por parte de los maestros, han recibido respuestas, y continúan conversando.

Otro ejemplo de diálogo fue el acuerdo sobre la ley del DNI entre la Asociación de Diarios y los profesionales del derecho, que será presentado al Congreso para su aprobación.

La paz social es fundamental para países pobres como el nuestro. Gracias a ella, hemos avanzado en áreas como el desarrollo económico, la justicia y la inclusión social. Si mantenemos esta paz, podemos seguir progresando. De lo contrario, corremos el riesgo de profundizar la pobreza, la desigualdad y la violencia.

El ejemplo de Venezuela, donde la falta de paz social ha debilitado las instituciones y fomentado la corrupción, es una advertencia. Allí, el abuso de poder y la violación de derechos humanos han causado un enorme sufrimiento económico y social.

No se puede negar que el presidente Luis Abinader ha hecho un esfuerzo significativo por mantener la paz social en el país, a pesar de enfrentarse a una oposición que no es dialogante y que ha evitado participar en procesos de discusión sobre temas clave.

Creo que las reformas institucionales, tributarias y fiscales que el gobierno planea deben enfocarse en fortalecer esta paz social, un logro de todos los dominicanos que debemos preservar con responsabilidad y compromiso.

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