Conducir en Santo Domingo es un reto peligroso
El tráfico en Santo Domingo es un problema que los dominicanos enfrentan cada día, a todas horas. La combinación de una infraestructura descuidada, la falta de orden en las calles y la necesidad de supervivencia de muchos ciudadanos que viven del comercio informal crea un cóctel que convierte cada trayecto en una odisea.
Los vendedores ambulantes
Uno de los factores más visibles que contribuyen al caos en las calles de Santo Domingo son los vendedores ambulantes. Estos comerciantes, que buscan ganarse la vida en medio del tráfico, ocupan lugares de las vías ofreciendo productos que van desde frutas hasta artículos electrónicos.
Aunque representan un medio de sustento para cientos de familias, su actividad a menudo reduce el espacio disponible para los vehículos y dificulta la circulación.
Algunos caminan con los productos en la mano, otros llevan carretillas y, debido a su baja velocidad, obligan a los carros a cambiar de carril.
Los conductores se ven obligados a disminuir la marcha, detenerse por completo o mover el volante, lo que a su vez causa embotellamientos y situaciones peligrosas.
Hoyos y policías acostados
Las condiciones precarias de las vías también son un problema. En muchas calles de Santo Domingo los conductores deben esquivar muchos agujeros, haciendo malabares con el volante. Estos hoyos no solo dañan los vehículos, sino que también obligan a los conductores a maniobrar bruscamente para esquivarlos.
Un ejemplo de ello es el agujero que hay en la avenida John F. Kennedy, a la altura de la Lope de Vega. Hay un bache, en el que caben unos cuantos zapatos, que significa un obstáculo que esquivan tanto motoristas como carros. Este bache es causado por la cantidad de asfalto por encima del nivel de la alcantarilla. Los conductores pasan a izquierda y derecha evitando rodar por encima de él. Ese agujero, aparte de dañar los vehículos, significa un claro riesgo para los motoristas.
Como si esto no fuera suficiente, la sobreabundancia de «policías acostados», esos pequeños montículos en la carretera que obligan a reducir la velocidad, añaden un obstáculo adicional. En algunas calles es común encontrar varios de estos en distancias cortas, lo que hace que avanzar sea casi imposible sin detenerse constantemente.
Además, no existe una altura estándar para los policías acostados, sino que cada uno es distinto. Algunos, de fabricación improvisada, dañan la parte de abajo de los vehículos.
Los carros públicos y sus normas
Otros protagonistas que participan en este cóctel de desorden en las calles son los carros públicos o «conchos». Estos vehículos suelen detenerse en cualquier lugar para recoger o dejar pasajeros. Esto ocurre en el kilómetro 9 de la autopista Duarte, donde decenas y decenas de carros públicos se detienen, aceleran, frenan, cargan y descargan personas.
En muchas ocasiones, paran en medio de la vía. Esto no solo crea filas, sino que también genera situaciones peligrosas, aumentando el riesgo de accidentes.
En algunas calles se forman filas de conchos esperando pasajeros.
Los días de lluvia
La conducción en las calles empeora considerablemente cuando llueve. En estos días, los conductores manejan de forma más precavida, incrementando el volumen de tráfico en la ciudad.
Además, el deficiente sistema de alcantarillado de la ciudad provoca la formación de charcos y acumulaciones de agua en muchas calles, sin importar el estrato social del sector.
Algunos charcos son enormes, como el que se forma en un tramo de la avenida 27 de Febrero, que bloquea completamente el paso de los vehículos. Aquellos que se atreven, se aventuran con los motores. Para no mojarse, levantan las piernas y aceleran. Los carros sumergen sus ruedas con la esperanza de que bajo el agua no haya nada que dañe el vehículo.
En esas calles llenas de agujeros y charcos, los conductores se ven obligados a reducir la velocidad para evitar accidentes, lo que provoca un aumento de los atascos, una dificultad añadida y una experiencia de conducción peligrosa.
El tráfico en Santo Domingo es un problema complejo que no tiene una solución sencilla. No es únicamente una cuestión de infraestructura, sino también de organización. En Santo Domingo hay muchos carros y la educación vial es muy pobre. Lo sorprendente en un conductor es que cumpla las normas. Sin unas calles dignas y un sistema que castigue las infracciones, es difícil que este panorama mejore.