Vinilos de la campaña electoral
Se miran las cosas como si fueran poliédricas. Una muchacha me dijo que tenía una amiga que tampoco podía dejar de usar lentes para leer cualquier documento. Me preparaba un recibo y veía como yo le tenía que dar el papel a otra persona para que me leyese el asunto del trámite burocrático (se parecía a un contrato de letras chiquitas). Se trataba de un papel pero ya se sabe: algún antepasado mío tuvo que atender sus ojos en una clínica de Cleveland o de Baltimore.
Pero así van las cosas: algunos en el tren gubernamental tienen los ojos prestos para firmar donde se debe. Otros, entre los que no me incluyo, entienden perfectamente lo que es un negocio. De eso hablaba con un enólogo que ha venido adquiriendo experiencia en el emprendedurismo. Se necesitan ojos y claro, los lentes son recetados por un oculista. Tienen una vasta experiencia en descifrar por donde anda uno en materia de ojos que es lo mismo que decir visión. Uno lee el periódico de manera tranquila: ya se sabe que los lentes son útiles como las bridas de los jinetes.
Ese amigo enólogo me decía que no era que los whiskies me podían caer mal, algo que le pregunté como al desgaire. Me recomendó dos marcas que como dicen en Internet no dan gastritis. Decía el personaje que se trataba de un whisky que tomaba en ocasiones especiales. Otro amigo recurre al vodka pero yo tengo una larga historia con una bebida parecida de color transparente: la ginebra que bebí en compañía de unas amigas hará ya muchos años. No me cayó de la mejor manera.
Por supuesto, estas aventuras etílicas no tienen mucho que ver con la visión o mejor dicho con la capacidad de ver. Visión es lo que tienen algunos empresarios que son mis amigos porque ponen a marchar la economía y crean empleos. El ojo está puesto aquí: hay que tratarlos bien en cualquier reforma, me dice otro. Al cabo de los años, uno piensa que estos viernes empresariales implican una larga dosis etílica pero ya algunos detectaron que la cerveza no es mala sino todo lo contrario: como los ojos, cada quien tiene un estómago.
Hace más de treinta años, la clínica de Cleveland o de Baltimore nos devolvió al familiar con una clara visión. Podía ver perfectamente los cuerpos y leer inclusive. Me pasa entonces que percibo que aquella investigación de mi oculista pasaba por determinar el color de mis ojos, lo que parece título de Netflix.
Pero a lo que vamos: el amigo enólogo me decía que debía tener opciones. Conoce personas que ciertamente toman champaña luego de las clases de zumba, lo que me pareció un contrasentido porque se vuelven a tomar las calorías quemadas en las arduas sesiones rítmicas de cardio. Pero ahí vamos.
Otro asunto que quiero tratar es la música atada a la campaña electoral norteamericana. Ya se sabe que Kamala Harris salió en la prensa con unos discos bajo el hombro. Había comprado unos vinilos y al preguntársele qué llevaba pasó a dar los nombres de sus artistas preferidos. Los discos incluían el clásico de Porgy and Bess de Ella Fitzgerald y Louis Amstrong, una producción de Charles Mingus y algo de Roy Ayers a quien no conocíamos.
Inmediatamente me metí en Spotify y detecté que este jazzista Ayers es fenomenal. Pero a lo que vamos: ya se sabe que Obama hacía una lista todos los veranos para recomendaciones musicales. Por su lado, hemos visto que una serie determinada de artistas han protestado porque sienten que han sido usados (sus discos, vamos), en la campaña de Trump.
Entre estos artistas están nada más y nada menos que Bruce Springsteen, Celine Dion, la distante Adele (que anuncia su retiro), y el grupo Abba quienes han dicho que se han usado sus composiciones en la campaña. No se han ido a legales? Me temo que no pero debemos entender que este uso será descontinuado. Es esto una señal con repercusiones políticas?
La música entonces se convierte en motivo de pelea. Trump que conoce bien el mundo del artistaje sabe que estos productores no protestan por el simple hecho de protestar. El candidato no ha dicho, o al menos tenemos que buscar el dato, cuáles son sus artistas preferidos. Ya sabemos que Taylor Swift ha denunciado que se ha usado su imagen para copiar aquel famoso retrato del tío Sam cuando pedía el involucramiento de los jóvenes en el Army. Y lo que tenemos que ver arreciará en la medida en que se acerque noviembre que está a la vuelta de la esquina. Un juez de Atlanta le ordenó a Trump que dejara de usar la canción «Hold On, I´m Coming» de Isaac Hayes.
El enólogo me dice que debo tener cuidado con algunas cervezas. Quería regalarle alguna a un amigo familiar y me di cuenta de la gran variedad de importadas que tenemos en algunos supers. Estamos abastecidos de una manera que mueve a pensar si estos mismos comercios existen en Barbuda y Trinidad, en Jamaica porque estamos casi seguros que en Cuba es poco lo que hay. En el subsuelo de la economía se mueven los productos. Saber qué bebe Trump sería un buen ejercicio de campaña sobre todo por aquello histórico que dijo Franklin D. Roosevelt en 1933: «What América needs now is a drink».