La nerviosa disciplina de ambas campañas

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Se suele decir que las campañas presidenciales entran en ebullición después del día del trabajo en Estados Unidos. Eso es esta semana. Quedan entonces dos meses de frenesí antes del 5 de noviembre, el día en que los estadounidenses están convocados a las urnas. Pero da la sensación de que en los cuarteles generales de cada candidato les gustaría bajar la temperatura después de un verano en el que la campaña se calentó tanto que explotó. De ambos lados se repite una palabra, implorando que ya no haya más sorpresas que redibujen el tablero, por lo menos hasta el primer debate Harris-Trump, dentro de una semana, el 10 de septiembre. La palabra es disciplina, aunque se interpreta de diferentes maneras.

Del lado demócrata la disciplina ha quedado perfectamente a la vista. Hay una línea y nadie se desvía de ella. Conscientes de que la energía positiva que ha definido la irrupción de la dupla Harris-Walz es susceptible a apagarse tan rápidamente como se encendió, exhiben cautela. No quieren dar ningún paso en falso que afecte el ascenso meteórico de la candidata.

En los mítines casi diarios que han dado recientemente —la semana pasada juntos Harris y Walz, ayer con la compañía de Joe Biden en Pittsburgh— el mensaje y el guion se repite prácticamente al pie de la letra: mucho énfasis en las políticas para apoyar a la clase medi

a como ayudas directas para pagar el enganche de una hipoteca o los límites a los precios abusivos, aunque la propuesta sea de dudosa efectividad; reivindicación del historial económico del presidente Biden, aunque con cuidado de no apropiarse también de los percibidos fracasos; continuismo en política exterior, con ambigüedad sobre Gaza; y silencio sobre la identidad de la candidata, la primera mujer negra y sud-asiática en ser candidata presidencial de uno de los principales partidos del país, una realidad la cual consideran que ya habla por sí misma y que es contraproducente resaltar demasiado.

Es más fácil cuando controlan la narrativa completamente, así que el pasado jueves, cuando Harris y Walz dieron su primera entrevista oficial, a la periodista Dana Bash de CNN, la prueba era mayor. Debían mantenerse en la línea, pero respondiendo preguntas que buscaban ponerlos contra las cuerdas. Aprobaron el examen.

Bash le preguntó a la candidata por sus cambios de opinión, criticados por sus rivales republicanos, en asuntos como el fracking la inmigración irregular o la crisis de la frontera. “Lo que mejor define, lo más significativo de mi perspectiva política y de mis decisiones, es que mis valores siguen siendo los mismos”, respondió la candidata, que recordó que en sus cuatro años como vicepresidenta ha viajado “mucho” por el país (“17 veces a Georgia”, aclaró). Eso, añadió, le ha enseñado lo “importante de generar consensos y de encontrar un punto de entendimiento común a partir del cual resolver los problemas”.

Donald Trump en un mitin en Pensilvania el fin de semana. JIM LO SCALZO (EFE)

En la campaña de Trump la palabra disciplina también la han repetido mucho los estrategas. Considerando la larga y errática búsqueda de una línea de ataque efectiva contra Harris y el hecho de que el republicano sigue teniendo mejor rendimiento en las encuestas cuando se pregunta sobre economía e inmigración, las dos principales preocupaciones de los votantes, la lógica dice que le irá mejor centrándose en los problemas y alejándose de los ataques personales y las aparentes divagaciones —en un mitín reciente Trump aseguró que ha recibido elogios de sus amigos que son profesores de inglés en prestigiosas universidades por su capacidad de hilar temas como nadie nunca—.

Trump, orgullosamente indomable, ha hecho público su desprecio por los consejos de sus asesores de campaña. En otro mitin hizo una encuesta improvisada, preguntándole al público si creían que debía dejar los ataques personales o no. Los asistentes, trumpistas profundos, predeciblemente lo animaron a atacar todavía más. Ha hecho caso a sus seguidores más fieles. Especialmente a través de su red social, Truth, donde ha desplegado golpes bajos, machistas y misóginos, varios con imágenes generadas con inteligencia artificial mostrando a Kamala Harris como una convicta o una líder comunista.

Pero los titulares enfocados en Trump la última semana han sido sobre otro asunto: la polémica desatada con su visita al cementerio militar de Arlington. El expresidente quería señalar con esa aparición el tercer aniversario de la muerte en un atentado suicida en el aeropuerto de Kabul de 13 miembros de las Fuerzas Armadas mientras participaban en la caótica salida de Afganistán, de la que acusa a Joe Biden. Cuando su séquito lo quiso grabar en una zona restringida, la situación se complicó. Según información que dio la radio pública NPR, una empleada del camposanto se acercó a advertir de la prohibición de filmaciones con fines electorales en el terreno y recibió empujones y malas palabras del equipo de Trump. Al final no se presentaron cargos, y la campaña de Trump ha negado cualquier mala conducta, pero el incidente le sirve a los demócratas para ilustrar su mensaje de cómo el republicano a la vez desprecia e instrumentaliza a los militares y veteranos.

Podría parecer que la carrera tiene una inercia imparable, pero los números fríos no cuentan exactamente la misma historia. Si bien las encuestas han dado un vuelco desde principios de julio y ahora Harris lidera en general y en todos los Estados clave, la diferencia está dentro del margen de error y los prospectos de crecimiento de la demócrata parecen estar llegando a su límite en una sociedad ultrapolarizada.

Los votos que inclinarán la balanza están todavía en juego. Es probable que se decanten por las propuestas fiscales y las estrategias para enfrentar el altísimo coste de la vida. Pero primero viene el debate la semana que viene. El anterior precipitó un terremoto sin precedentes en la campaña con la renuncia de Joe Biden; en este, como siempre con Trump de protagonista, las apuestas están abiertas para cualquier sorpresa.

Otras noticias electorales

Donald Trump, el pasado 30 de mayo, al llegar al tribunal de Nueva York donde fue declarado culpable de 34 delitos.
Donald Trump, el pasado 30 de mayo, al llegar al tribunal de Nueva York donde fue declarado culpable de 34 delitos.JUSTIN LANE (via REUTERS)

Alejados un poco de las campañas oficiales, la carrera para ser el siguiente ocupante de la Casa Blanca ha tenido otras novedades. Aquí hay varias para que no se pierdan nada:

Los casos penales contra Trump reaparecen en la recta final de la campaña. En la última semana, han revivido dos de los procesos judiciales a los que se enfrenta Trump: el de los papeles clasificados de Mar-a-Lago y el de la interferencia electoral de Washington. Junto con la sentencia pendiente del caso de Nueva York y la instrucción del caso de Atlanta, pueden marcar la recta final de la campaña electoral, aunque su impacto es incierto.

El autor del atentado contra Trump carecía de “ideología definida”, según el FBI. La agencia, que aún no ha concluido qué motivó al tirador, difundió imágenes del rifle AR-15 que empleó Crooks, mientras que el expresidente responsabiliza sin pruebas a Biden y Harris del ataque.

Texas agita la alarma del supuesto “voto ilegal” al eliminar a un millón de personas del censo electoral. Los expertos señalan que el mantenimiento de las listas de votantes para sacar a personas que hayan muerto o se hayan mudado, entre otras, ya es obligatorio y que presentar este proceso rutinario como una protección contra un supuesto sufragio irregular socava la confianza en el proceso electoral.

Opinión | Emperadores desnudos y criptomonedas para la campaña, por Paul Krugman. Las criptodivisas parecen adecuadas para cosas como el blanqueo de dinero y la extorsión, pero hasta ahora no han encontrado usos que no impliquen algún tipo de actividad delictiva.

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