Tim Walz alardea de sus raíces rurales al aceptar la candidatura demócrata a la vicepresidencia de EE UU
En una cita a ciegas, el momento más complicado no es la primera conversación, sino la segunda. Ese momento de comprobar si la química inicial se mantiene y si tiene posibilidades de convertirse en algo más importante. Para Tim Walz, el gobernador de Minnesota y número dos de la candidatura presidencial demócrata, este miércoles llegaba esa segunda cita crucial con sus posibles votantes. Tras su presentación hace dos semanas como el compañero de fórmula de Kamala Harris, que había dejado un buen sabor de boca a sus simpatizantes, su discurso en la Convención Nacional Demócrata en Chicago este miércoles para aceptar la nominación debía convencerles de que, aunque apenas le conozcan, la apuesta por él y por Harris merece la pena.
En las gradas abarrotadas hasta la bandera para escuchar a Walz en el United Center, el estadio de los Chicago Bulls convertido en sede de la convención, no cupo duda: encandiló a su público con un relato en el que se ofreció como un representante del americano medio, un padre de familia socarrón y con sentido común con el que pueden identificarse aquellos que perciben al Partido Demócrata como representante de las élites intelectuales o un grupo de “radicales de izquierda”, como los describen sus rivales republicanos.
“Es el honor de mi vida aceptar vuestra nominación para vicepresidente de Estados Unidos”, comenzó. “Estamos aquí unidos por una sola y preciosa razón: amamos este país”.
La misión de Walz de esta noche era, sobre todo, explicar al público quién es él: hasta hace apenas un mes era un político casi desconocido fuera de su Estado, que solo comenzó a sonar un poco más después de que se viralizara su uso del adjetivo “raros” para describir a los candidatos del partido rival, en una entrevista televisada.
En solo tres semanas ha pasado de ser un gobernador en segundo plano, que no figuraba en las quinielas iniciales de posibles número dos de la fórmula electoral que encabeza Harris, a ser el candidato demócrata a la vicepresidencia. Todavía, pese a la exposición mediática que ha recibido desde su selección, cuatro de cada diez estadounidenses admite no tener una imagen, ni buena ni mala, del antiguo profesor de instituto, según una encuesta que publicaba horas antes del discurso la agencia AP.
Muchos de quienes admiten no saber gran cosa sobre el vicepresidenciable forman parte de la gran coalición de minorías que representa buena parte de la base electoral demócrata. Tres de cada diez votantes de este partido dice no tener una opinión formada sobre él. Cuatro de cada diez mujeres confiesa lo mismo; también un 40% de los menores de 45 años. Tampoco le tienen en su radar la mitad de los adultos afroamericanos, ni el 40% de los latinos.
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Walz se presentó con un mensaje sencillo y conciso, muy similar al que pronuncia en cada uno de sus mítines. En él, combinó la descripción de sus raíces rurales, y sus valores de persona normal y corriente, con una dura crítica a los contrincantes republicanos. Sus palabras, como él mismo admitió, tuvieron un estilo menos de político al uso que de arenga del míster futbolero que fue durante años.
En esta campaña presidencial, comparó, “faltan 10 minutos y estamos perdiendo de un gol. Pero tenemos la pelota y estamos atacando: ¡Y menudo equipo tenemos!”. “Nos toca ir a muerte, a presionar, a meternos hasta la cocina, pase a pase, donación a donación, llamada telefónica a llamada telefónica, llamada a la puerta tras llamada a la puerta”, animó a un público entregado. “¡Ya descansaremos cuando estemos muertos!”, insistía, repitiendo lo que es una de sus frases habituales en sus mítines.
El antiguo profesor de Geografía y entrenador de fútbol americano en un instituto de una pequeña ciudad de Minnesota narró sus orígenes en un diminuto pueblo de Nebraska, un lugar como tantos en Estados Unidos donde “puede ser que los que viven al lado no piensen como tú, no recen como tú, no amen como tú, pero son tus vecinos y os preocupáis los unos de los otros”.
E incidió en su personalidad de hombre común y corriente -un día antes, el expresidente Barack Obama bromeaba en su propio discurso en la convención sobre el gusto de Walz por las camisas de franela-, amante de las mismas cosas que el estadounidense medio, incluido el uso de las armas de fuego. Pero de manera sensata: “soy cazador, creo en la Segunda Enmienda [de la Constitución, que protege el derecho a portar armas], pero también soy padre. Y creo que la responsabilidad principal de un padre es procurar la seguridad de sus hijos” y que los niños no deban temer que pueda producirse un tiroteo en su escuela.
El momento más tierno, y más aplaudido de la noche, llegó cuando mencionó a su familia: su esposa, Gwen, y sus hijos Hope, de 23 años; y Gus, de 17. “Sois mi vida entera”, les declaró desde el estrado, mientras las cámaras mostraban al adolescente romper a llorar mientras gritaba: “¡Ese es mi padre!”.
En el proceso de selección del número dos de Harris, las quinielas habían apostado por el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, considerado una de las estrellas emergentes del partido y que pronunció también este miércoles un discurso de cuidada oratoria. Pero la vicepresidenta acabó eligiendo a Walz. En parte, por una mayor sintonía personal. En parte, al considerar que su imagen de estadounidense medio, amante de la caza y veterano de la Guardia Nacional, alejado de las elites del partido, podía atraer más a los votantes en los Estados bisagra.
Las encuestas dirán si el gobernador ha logrado su objetivo de convencer a los estadounidenses, más allá del United Center, de que le den el “sí, quiero”. De momento, su primera prueba está completada. Este jueves, le toca el turno a su pareja electoral. La candidata presidencial, Kamala Harris, pronunciará su propio discurso de aceptación de su candidatura. Y tendrá que convencer a los votantes de que este entusiasmo que sienten, esta ilusión que ha invadido a las bases demócratas en las últimas cuatro semanas, no ha sido algo pasajero. Que este es solo el comienzo de una hermosa amistad.
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