El discurso de Luis Abinader
Quizá la agenda de reformas abrió el apetito por informaciones menos generales que las que se dieron o quizá se esperaban más cambios y éstos no llegaron. Quizá el discurso resumía un pasado cuando era el momento de abrir la nueva etapa. Faltaron mandatarios, pero esa Declaración de Santo Domingo compensa cualquier crítica. Y si le molestó a Miguel Mejía es que sobra como ministro en el equipo del Presidente.
Los cambios llegaban a cuentagotas y sin una coherencia que los articule como hoja de ruta. O la renovación se quedó a medio hacer por dificultades de contentar a todos o el presidente está satisfecho con su equipo y necesita al menos dos años sin sorpresas para sellar sus reformas legislativas sin novatos que le sorprendan.
Queda en el ambiente un aire a «gobierno de seis años», el 2020-2026. Por un lado, los funcionarios con aspiraciones presidenciales se retirarán a mitad de periodo a montar sus campañas. Por otro, los hay que piensan que con un presidente que no se reelige, los finales tienden a ser un poco desordenados y piensan que mejor… «me pillen ya fuera».
Los rumores daban por seguros nombramientos que nunca llegaron (alguno generó suspiros de alivio) y la ratificación de los demás funcionarios, como a última hora, pareció un tanto deslavazada.
Queda desear que los números micro alcancen el éxito de los macro. Que la Educación se regenere (alguien en Palacio debería hacer un fact checking de las cifras del discurso), que los que cambian de oficina se empapen pronto, los nuevos aprendan rápido y los que se quedan dejen de hacer campaña, que ya no son el Gobierno del Cambio. Deben superar esa mentalidad de «qué bien lo hicimos con el COVID». Sí, muy bien; ahora a lo que toca.