El arroyazo
En mi camino hacia Constanza, acabo de visitar la Reserva Científica Ebano Verde. He quedado gratamente impresionado con la notable belleza de este sitio que contiene 23.1 kilómetros cuadrados de reserva. Añádase a esto haber visto la presa de Rincón en la distancia y podrá decirse que ha sido un buen viaje.
Duchos en el arte antiguo de la exploración, muchos conocen esta locación que queda a unos pasos de la carretera a Constanza, doblando a la derecha en el letrero y entrando hasta llegar a esta Reserva que tuvo su decreto número 417-89. Esta área protegida, caracterizada por el gran endemismo de su fauna, es manejada por la Fundación Progressio y la Familia Armenteros.
Con nuestros amigos dominicanos residentes en el extranjero, este fue un viaje planificado con algo de tiempo y unos invitados espectaculares. En otro viaje habitual, visité Constanza hace unos años pero fue una ocasión momentánea por lo que ahora habría tiempo -era el cálculo inicial- para ver todo lo que había que ver en la zona.
Experimentados en la dinámica viajera (han ido al glaciar de Perito Moreno en Argentina), mis compañeros de viaje tenían claro que había que abrir los ojos para no perderse de nada. Ya había escrito sobre este sitio pero la Reserva espera que uno diga algo más sobre la belleza de sus hermosas magnolias. Vigilante de intensas noches de frío que lo hacen abrigarse, en el sitio hay un señor que nos dijo que podíamos entrar al pequeño museo donde se indica con lujo de detalles cómo actúan los pájaros que vienen cada año en una eterna emigración desde otras tierras.
En una conversación veloz que tuvimos con él, este señor nos habló de un remedio especial para los riñones que proviene de una fruta que tiene y cuyo nombre no pudimos anotar en el celular. Queda claro que lo que manejan estos frutos se encuentran con propiedades curativas como ocurría con un familiar y su libro de Remedios Indígenas, una joya que ya se ha perdido.
De enorme belleza, hay una zona del río Jimenoa que se presta para atraer a viajeros del país que lo han descubierto. Es de entender que en Semana Santa este sitio se llene de gente. En un recodo del lugar, hay una cascada que invita a entrar en el agua, algo que no tienen en otras partes del mundo conocido y por conocer. Quiero destacar aquí que la presa que vimos es una obra portentosa de la ingeniería criolla que de seguro, como en el caso de otras presas, se asesoró de firmas extranjeras.
Para verificar el escenario, quiero indicar que la presa de Rincón se abastece de agua con el río Jima, uno de los afluentes del río Camú en la comunidad de El Pino. Hay que indicar las presas dominicanas de Jiguey y Aguacate, Valdesia, Bao, Hatillo, Monción, Sabaneta, Sabana Yegua, Jimenoa, Palomino, entre otras. Todas estas presas han colaborado con la energía y con procesos de la naturaleza y han sido importantes para todos los gobiernos.
Debido al pequeño museo, al Centro de Visitantes y a la administración, es necesario indicar que esta Reserva Ecológica nos luce un modelo educativo que sería loable que fuera visto por una mayor cantidad de personas. El sitio parece estar escondido pero alguien me dirá que hay otros balnearios en la isla de Santo Domingo donde hay que pasar por montes intrincados, subir montañas, vadear puentes y dejar los autos para escalar a pie. Otros me aseguran que en esos otros parajes es muy difícil llegar y que por esto se conforman con ver las fotos o los videos. En el área protegida que visitamos nacen los ríos Camú, Jatubey, La Palma, El Arroyazo, Masipedro, La Sal y el Jayaco.
En una visión complementaria a ciertos documentos, la Reserva indica bien claro en un mural del museo cómo emigran un importante grupo de aves a su zona. Se nos indica cuáles están en peligro de extinción como es el caso del Papagayo, al tiempo que se nos habla de algo que ya sabíamos porque teníamos el libro de Aves dominicanas que fue publicado hace ya varios años.
A sabiendas de cómo las microempresas mueven la economía, hicimos una rápida observación que no desdeñó los pequeños negocios de la zona. Discípulos de Adam Smith, vimos de manera clara cómo el pequeño pueblo de Constanza puede sobrevivir económicamente, aunque no tenemos alguna tesis que nos hable del movimiento económico de unas actividades muy movidas que le dan seguridad a una población que será menester saber si crece o si emigra a otros centros urbanos, específicamente a la capital de la República.
Con entusiasmo típico de exploradores antiguos, fuimos mis compañeros y yo a ver las fresas del sitio y quedamos impresionados por un modelo de invitación a conocerlas en una granja. Los recolectores de fresas éramos nosotros al tiempo que pasábamos a lanzarnos unas fotos de buen diseño en un entorno bastante amistoso. Antes, el pueblo tiene algunos restaurantes que ofrecen una interesante variedad gastronómica.
Hace más de 12 años, en un viaje anterior yo había ido a una finca donde pudimos recoger una jagua que caía al suelo desde un enorme árbol que entusiasmó a nuestros compañeros de entonces. No mentiré si digo que estos pueblos del interior se han convertido en un enigma para los viajeros: por qué volver a la gran ciudad si aquí tienes todas las comodidades?
Como ocurre en otras latitudes, la visión tiene que ser idílica, algo que sienten otros viajeros de otras partes del mundo: te niegas a dejar el lugar visitado. Quiero destacar que en la Reserva científica estaban cuidando el cultivo de las magnolias así como una gran variedad de orquídeas como dicen los instructivos que pueden leerse en algunas páginas de la web.
Por haber agregado a las experiencias vitales del grupo, me pareció que este viaje debería reeditarse pero ya otros mencionaban a Cabo Rojo y a la enorme oferta que habrá en otros enclaves (estaremos en Punta Cana). Para seguir con el asunto de la presa, lo que ha captado mi atención, es de interés saber que tenemos un montón de presas que nos ayudan con el regadío y con la obtención de energía.
Pese a noticias acumuladas no muy positivas, podemos afirmar que la carretera a Constanza está buena pero hay que tener mucho cuidado cuando te adentras en ella porque un error minúsculo puede ser fatal. Nuestra chofera es muy experimentada en este tipo de trayectos y por esta razón estábamos confiados en ella.
En un flash momentáneo, pude ver en el sitio de la reserva un automóvil que venía de Santo Domingo y no estamos en temporada de vacaciones. En algún momento, uno de mis compañeros encendió su cámara para grabar todo el río en su esplendor y majestuosidad. Soy testigo de que en otros países tienen temperaturas en las mismas ciudades que son más bajas que las experimentadas por nosotros en este viaje.
De modo que aunque nos abrigamos tampoco pasamos el frío de los que van a Valle Nuevo en enero o diciembre. Nos parece que hay que tener paciencia con los traslados al interior porque son muchas las cosas que se escapan por no tener un plan para visitar las locaciones que valgan la pena conocer en cualquier viaje.
En conclusión: me parece que la Reserva Científica tiene mucho que ofrecer en conocimientos sobre nuestra Flora y Fauna. Está demostrado que nuestros compañeros más jóvenes quedaron instruidos en nociones extraídas de las fuentes primigenias: donde se bate el cobre.
Asumimos que los que vienen todos los años se detienen como nosotros y no meramente en el río que, como se sabe, debe ser cuidado por todos. Oh Valle de Constanza!