La aprobación de la ayuda a Ucrania da una victoria política a Biden frente a Trump
Una fuerte tormenta sobre Carolina del Sur obligó a Donald Trump este sábado a cancelar el mitin que tenía programado tras una semana en el banquillo de los acusados. El expresidente de Estados Unidos ha seguido hiperactivo en las redes sociales, pero ni uno solo de las decenas de mensajes que ha publicado en Truth, su plataforma, ha hecho mención a la aprobación por parte de la Cámara de Representantes de un paquete que incluye ayuda a Ucrania por 60.840 millones de dólares (unos 57.000 millones de euros). El silencio es elocuente. La aprobación es una derrota del ala más trumpista del partido y una victoria política para Joe Biden. El presidente logra un respiro en política exterior con ese paquete y con la aparente contención de Irán e Israel en su enfrentamiento, que diluye el temor a una guerra regional.
Biden lleva más de seis meses peleando por un paquete en el que lo esencial era la ayuda a Ucrania, tanto por su volumen como por su urgencia. Era, al tiempo, lo que mayor división provocaba entre las dos almas del Partido Republicano. Cuando empezó la guerra, sus legisladores apoyaron sin apenas reservas la asistencia a Kiev, apelando a la responsabilidad estadounidense como gran potencia mundial. Con el tiempo, sin embargo, buena parte de los republicanos empezaron a mostrar hastío y a abrazar las pulsiones aislacionistas que el propio Trump ha alimentado.
Desde que los republicanos asumieron la mayoría de la Cámara de Representantes en enero de 2023, el Congreso no había aprobado ninguna asistencia significativa a Ucrania. Las prórrogas presupuestarias habían dejado expresamente al margen el asunto. Cuando, poco después del ataque de Hamás a Israel, Biden reclamó al Congreso aprobar un importante paquete de ayuda a Ucrania, Israel y Taiwán, los republicanos exigieron inicialmente que incluyese fondos con los que reforzar la frontera frente a la inmigración ilegal.
Los demócratas accedieron. Pero después de que se alcanzase un acuerdo bipartidista en el Senado, el propio Trump lo torpedeó por puro cálculo político: prefería hacer campaña con la inmigración que intentar arreglar el problema. Al final, la propuesta de ley del Senado dejó de lado los 20.000 millones de dólares para la frontera y se centró en la ayuda internacional.
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, mantuvo en el cajón ese proyecto aprobado en el Senado. Finalmente, llegó al convencimiento de que la ayuda era necesaria y troceó el paquete en cuatro leyes: una para Ucrania, otra para Israel, una tercera para Taiwán y una cuarta con medidas populares para los republicanos (veto a TikTok, venta de activos rusos incautados para pagar con ese dinero la ayuda a Ucrania, sanciones a Irán…) para tratar de endulzar el paquete.
Con todo, la ayuda a Ucrania suscitó el rechazo de la mayoría de los republicanos. Votaron 101 a favor y 112 en contra. La ley salió adelante con 311 votos a favor y 112 en contra gracias al cerrado apoyo demócrata. Al apoyarse por segunda vez en poco más de un mes en los votos demócratas para una decisión de calado (la primera fue la aprobación de las leyes presupuestarias), Johnson ponía en riesgo su puesto. “Hemos hecho nuestro trabajo, y creo que la historia lo juzgará bien”, dijo tras la votación.
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Ira de los radicales
La aprobación de la ayuda desató la ira de los republicanos más radicales, encabezados por Marjorie Taylor Greene, fiel escudera de Trump. Sin embargo, ella misma se dio cuenta de que la inmensa mayoría de sus compañeros no están por la labor de repetir el espectáculo de caos y desgobierno que siguió a la destitución del anterior speaker, Kevin McCarthy, así que de momento no ha decidido activar la moción de censura con la que lleva amenazando desde hace un mes.
Trump, que veía venir el resultado, rebajó el tono de su oposición a la ayuda: “Como todo el mundo está de acuerdo, la Supervivencia y Fortaleza de Ucrania debería ser mucho más importante para Europa que para nosotros, ¡pero también lo es para nosotros!”, escribió la semana pasada en su red social, para pedir que fuera Europa la que pusiera más dinero.
En la postura de Trump hacia Ucrania se da una mezcla de aislacionismo (su “América primero”) con antipatía arrastrada desde hace años. Por sus presiones a un entonces desconocido Volodímir Zelenski para buscar trapos sucios contra Biden sufrió su primer proceso político. Y las esperanzas de encontrar algo turbio con lo que someter a un impeachment al actual presidente parecen haberse volatilizado después de la imputación por falso testimonio del que era el único testigo de cargo.
Para Biden, la aprobación del paquete es un gran triunfo. El presidente habló por separado el sábado con Johnson y con el líder demócrata Hakeem Jeffries para darles las gracias por su “liderazgo” y por “poner la seguridad nacional en primer lugar” al aprobar el paquete, según ha informado la Casa Blanca. Se espera que el paquete se vote en el Senado esta semana (posiblemente el martes) y que Biden firme la ley en cuanto llegue a sus manos.
Tras meses de retraso, la aprobación de la ayuda llega en el mes en el que se cumple el 75º aniversario de la OTAN. El presidente de EE UU ha reforzado su compromiso con la Alianza Atlántica, apoyando la incorporación de Suecia y Finlandia. Llegar a julio como anfitrión de la cumbre de la OTAN con una Ucrania desasistida y a merced de la ofensiva rusa habría constatado el fracaso de su agenda exterior a solo unos meses de las presidenciales.
El paquete también incluye ayuda a Israel. El apoyo al Gobierno de Benjamín Netanyahu está teniendo un alto coste político para Biden. No hay acto electoral que celebre donde no se hagan visibles las protestas propalestinas. Las encuestas y las primarias ponen de manifiesto el rechazo de los jóvenes, los árabes americanos y otras minorías. Sin embargo, el grueso del dinero destinado a Israel va a reforzar sus defensas contra cohetes y misiles. Además, el paquete también incluye partidas importantes para ayuda humanitaria a las víctimas civiles de Gaza.
En Oriente Próximo, en realidad, el respiro a la política exterior de Biden viene por la aparente contención de Irán e Israel en su enfrentamiento mutuo. Los dos países parecen tratar de pasar página, lo que diluye los temores a una guerra regional inminente después de que Irán, por primera vez en la historia de los dos países, lanzara un ataque desde su territorio contra Israel, con más de 300 drones y misiles. Era la respuesta al ataque israelí a un edificio consular iraní en Damasco en el que murieron 16 personas, entre los que había siete miembros de la Guardia Revolucionaria iraní. La respuesta israelí al ataque con drones fue casi simbólica.
Conjurado de momento el riesgo de escalada regional, la diplomacia estadounidense sigue tratando de disuadir al Gobierno de Netanyahu de emprender una gran operación terrestre en Rafah que agrave aún más la situación de la población civil en Gaza.
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