Amanecer de Robert Schomburgk
Cuando el cónsul inglés Robert Schomburgk vino al país, las cosas eran muy atrasadas. Su visita sería cartografiada de manera diversa, pero lo que si tenemos claro es que de haber venido en esta época, en el mundo contemporáneo, daría su visión sobre una capital que se ha convertido en una gran urbe. No podemos negar que lo que vio Schomburgk fue una sociedad tradicional, muy emparentada con la evolución de otras ciudades de América Latina (pero las comparaciones no suelen ser tomadas a la ligera sino que tienen una alta dosis de delicadeza porque cada quien defiende lo suyo).
El cónsul Schomburgk vendría al país en 1848 pero mucho antes tuvo una vida agitada de empresario en Estados Unidos y fue nombrado caballero por la reina por el informe que hizo a la Sociedad Geográfica en 1845. Antes había estado en Venezuela y su viaje terminaría convirtiendo una parte de ese sitio en Línea de Schomburgk en los límites con la Guayana Francesa. Lo que nos importa es saber que vino al país a bordo del Vixen en 1849. Estuvo en San Juan de la Maguana, el Lago Enriquillo, La Vega, Jarabacoa y Constanza, entre otras locaciones. Importante es su reseña sobre los Puntos de Anclaje de la República Dominicana y su Mapa de la Isla de Santo Domingo.
Algunos arquitectos han dado su opinión sobre algunos fenómenos que son característicos a esta modernidad nuestra. Quien se adentra en algunos barrios capitaleños puede confutar lo que dicen estos profesionales: son barrios que se expanden al punto que no se sabe hasta dónde crecerá la ciudad –no lo sabemos nosotros, pero los técnicos sí especulan y tienen modelos que comparativamente pueden ser obtenidos si nos acercamos de manera experimental a Google Maps–, y en los pueblos del interior se da un fenómeno parecido. No nos adentremos en el siglo XVII ni en el IXX, sino que quedémonos en el XX, aunque ya estamos en otro. Durante todo este siglo, nos hemos dado cuenta del crecimiento exponencial –es una manera de decirlo–, que han tenido algunas poblaciones del interior. Este proceso ha llevado a algunos a pensar que ciertos pueblos terminarán uniéndose y para solo citar un ejemplo tenemos el caso de Moca, Salcedo y Santiago de los Caballeros, esta última que también crece de manera intensa. Los recursos tienen que venir de grandes inversiones que no habrá visto Schomburgk en una sociedad algo más que tribal, donde las casas de los campesinos no eran las que tienen hoy. Algunos campos han terminado convirtiéndose en enclaves que sirven de suministro de mano de obra como ocurre en las regiones turísticas, por ejemplo. Tomemos el caso de Samaná, un lugar que fue codiciado siempre por las grandes potencias por tener una gran Bahía con una enorme capacidad para aguantar barcos de gran calado, aparte de que estratégicamente permitía un acceso rápido a aguas territoriales importantes en el escenario mundial de entonces. Se ha visto que estas aguas siguen siendo las mismas y algunos hablan de un aprovechamiento que otros consideran que no se les ha dado sobre todo a los puertos. Sin embargo, debemos reconocer el crecimiento económico que han tenido estas regiones para no mencionar a Punta Cana, que ha sido un maravilloso ejemplo de desarrollo. En el caso de Samaná pueden verse comercios en la autopista que están claramente orientados al consumo de personas con cierto perfil: hemos encontrado tiendas de cigarros destinadas al paladar extranjero y por qué no, también al criollo.
Lo que Schomburgk vio, su modelo de análisis ha terminado convirtiéndose en algo importante para entender ese siglo, lo mismo que ocurrió con otros testimonios de viajeros que dieron prueba de lo que era la sociedad de entonces. En el caso de la capital, ya nos hemos acostumbrado a los grandes edificios, pero está claro que hace 10 años, y no decir veinte, era poco menos que imposible hablar de grandes edificaciones: un ejemplo de esto es que hoy tenemos edificios enormes y grandes torres cuando nos referíamos al Banco Central y al Huacal, modelos de desarrollo arquitectónico en su época.
De seguro algunos sociólogos se han preguntado cuánto es la proyección del crecimiento poblacional de Santo Domingo para los próximos veinte años. Esta presión del hombre sobre su territorio es algo estudiado, aunque nuestro país tiene muchas interrogantes. Súmesele a esto el factor haitiano y tendremos líneas de investigación que buscan desentrañar la relación del hombre con su entorno. Es notable que la presión recae sobre Santo Domingo más que en otras poblaciones, pero en los próximos años veremos crecer a los enclaves turísticos, a la par que la continua penetración de ilegales haitianos tenderá a ser regulada.
Los estudiosos de la ingeniería nos han dicho que el crecimiento vertical no lo para nadie; es como si tuviéramos que refugiarnos en un modelo y el mas a la mano (algunos han hablado hasta de Dubái), es Miami, la Magic City. Algunos dicen que las fotos nocturnas que se han tomado de Santo Domingo recuerdan ese Miami de las décadas de mediados del siglo XX, la que fue cartografiada por la historiadora Arva Moore Parks McCabe. Lo cierto es que algunos dicen que no somos un New York chiquito sino un Miami chiquito, un debate que será interesante escucharlo en el futuro. Lo cierto es que algunos arquitectos sostienen que el crecimiento vertical será más interesante en los años que vienen. La economía crece y la gente entiende que este crecimiento terminará cambiando la fisonomía de la ciudad, aunque otros especulan si la gran ciudad terminará recibiendo más personas de otros pueblos en una migración interna que asombra a algunos.
Schomburgk respondía a intereses muy notables. Años atrás, los dominicanos sentíamos que éramos una comunidad que fue prácticamente entendida por los que le dieron formación al Estado dominicano al terminar la dominación de los haitianos durante 22 años. En esa época, la ciudad de Santo Domingo era apenas una percepción: luego, vendrán nuevas inversiones. Muchos aseguran que Trujillo terminaría convirtiendo a la ciudad en un gran entramado de obras arquitectónicas que algunos han inventariado, aunque no sabemos si están todas las fotos y mucho menos sabemos si hay una comparación entre modernidad y pasado.
La ciudad capital se ha convertido en un destino interesante para los dominicanos y los extranjeros. Algunos dominicanos del interior son llamados a los negocios en la gran urbe y otros sienten que tienen que venir al país a conocerlo: la promoción que se ha hecho en el extranjero al parecer ha sido intensa y ha resultado efectiva y prometedora, al punto que las estadísticas le dan la razón a los que sostienen que seguiremos creciendo en materia de visitantes.
Conozco mucha gente que se anima a viajar al interior como hicieron otros viajeros. Los testimonios de un terreno digno de la apreciación de todos, sobre todo en materia económica, llegan cada día a los lugares de Santo Domingo. La gente quiere visitar el país y no nos asombremos si vemos que siguiendo las líneas de Schomburgk, miremos a algunos exploradores adentrarse en zonas boscosas del país (algo que todavía es un plan a futuro, pero otros dirán que es una realidad que lleva el nombre de ecoturismo). Lo cierto es que hemos cambiado muchísimo y el interés por las industrias, tal el caso de los cigarros, nos mantiene con la sospecha que el turismo tiene muchas líneas por donde aprovecharse como ocurre en otras capitales del mundo.
Resulta muy interesante que estos viajeros –Schomburgk tenía una relación amistosa y profesional con Alexander Von Humboldt–, hayan llegado al país y hayan obtenido una grata experiencia: imagínese lo que sucede cuando viene un turista a nuestro suelo. Es una experiencia gratificante que tenemos en un modelo que aprovecha, de manera inteligente, los recursos naturales.