Turquía trata de mediar en la sombra para evitar una escalada en Oriente Próximo
Desde el ataque de Hamás en Israel el pasado 7 de octubre, Turquía ha tratado de mover sus fichas para convertirse en mediador del conflicto en Gaza: otra guerra más en su entorno es algo que no interesa a un país con gran capacidad de penetración comercial en sus vecinos y a la vez muy dependiente de los vaivenes del precio de la energía. Pero, al contrario de lo ocurrido en el caso de la invasión rusa de Ucrania (donde Ankara sí es visto como un interlocutor de confianza por ambos bandos), en la guerra de Gaza, la diplomacia turca no ha podido tener un papel importante —como sí lo están teniendo Qatar o Egipto—, en buena medida por las malas relaciones entre los gobiernos del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, cuyos ministros se cruzan acusaciones mutuas constantemente. En cambio, en el caso del ataque iraní a Israel este pasado fin de semana, la diplomacia turca ha vuelto a tener una posición destacada.
Irán y Estados Unidos rompieron sus relaciones diplomáticas en 1980. Desde entonces, sus conversaciones se llevan a cabo mediante terceros: Suiza, que tiene un mandato de representación de los intereses estadounidenses en suelo iraní; Pakistán y Omán. Un alto cargo de la Casa Blanca confirmó a varios medios que se envió un mensaje a Irán a través de los suizos, y dirigentes de Jordania e Irak también han explicado que Teherán avisó con 72 horas de antelación de que atacaría a Israel en represalia por el bombardeo de su consulado en Damasco el pasado 1 de abril. Al mismo tiempo, se convocó a Turquía como interlocutor de ambos países. “No como mediador, sino como intermediario”, subrayan fuentes gubernamentales turcas.
La semana pasada, al inicio de la Fiesta del Ramadán (Eid al-Fitr), el director de la CIA, Bill Burns, telefoneó a Ibrahim Kalin, director de la Organización Nacional de Inteligencia (MIT), los servicios secretos turcos. “Burns pidió a Kalin que ejerciera de intermediario respecto a los planes de Irán de tomar represalias contra Israel”, explicó a EL PAÍS una fuente gubernamental turca. Tras la llamada, Kalin mantuvo conversaciones con las autoridades iraníes y con el grupo palestino Hamás.
Paralelamente, se abrió otro canal de comunicación a través del Ministerio de Exteriores. “Estábamos al tanto de las posibilidades. Lo ocurrido [el ataque iraní], no nos pilló por sorpresa. Irán nos informó con antelación”, explicó una fuente diplomática turca. El ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, habló con su homólogo iraní, Hosein Amir Abdolahian, y con el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken. El diplomático norteamericano le transmitió que la respuesta iraní debería producirse “dentro de ciertos límites”, según la misma fuente. “Irán respondió que su operación sería solo una represalia por el ataque a su embajada en Damasco y que no iría más allá”, añadió.
“Antes del incidente mantuvimos contactos con las autoridades de Irán y EE UU y llamamos a la contención”, aclaró también el Ministerio de Exteriores de Turquía en un comunicado público. “Los mensajes sobre lo que esperaba cada parte fueron transmitidos a través de nuestro país, y se tomaron las medidas oportunas para que la reacción [iraní] fuera proporcional”, añadió. Este diálogo buscaba de Washington que no tomara represalias en caso de que Teherán cumpliera con su parte.
De estas conversaciones se desprende, por tanto, que existía una conversación abierta entre las partes sobre el tipo de respuesta de Irán y que esta sería manejable para Israel (el 99% de los más de 300 misiles y drones lanzados por Irán y milicias afines fueron interceptados y solo hubo una persona herida). Lo curioso es que el Gobierno turco ha buscado revelar esta información: además de EL PAÍS, la agencia Reuters y otros medios turcos recibieron datos parecidos de fuentes gubernamentales turcas.
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Según Sinan Ülgen, director del Centro de Investigaciones Económicas y de Política Exterior (EDAM) de Estambul, es un método para presionar a las partes en este diálogo abierto, a EE UU e Irán, a que se comprometan a respetar el “entendimiento” alcanzado. “Turquía quiere evitar un escenario en el que haya una escalada bélica, lo que podría ocurrir si EE UU o Irán violan su compromiso respecto a lo acordado. Así que, haciendo esta información pública, Turquía busca incrementar el coste de violar el entendimiento y, de esta manera, consolida cierto equilibrio”, sostiene el analista turco. “Ahora todo depende de Israel. Porque todos los mensajes enviados por Irán muestran que su intención es no ir más allá. Pero Israel no era parte de estas conversaciones, aunque también se está incrementando la presión sobre su Gobierno para que no contribuya a la escalada”, añade Ülgen.
“Es posible que estos mensajes se hicieran públicos con el conocimiento y la aceptación de las partes implicadas. Y que con ello se quiera enviar un mensaje a Israel”, apunta Abdullah Agar, exmilitar y analista en temas de seguridad: “Al mismo tiempo, Turquía se presenta como un candidato a mediador constructivo. De hecho, si se hubiera aceptado su mediación al inicio del conflicto, quizás no se habría agravado tanto, porque Turquía es un país que mantiene relaciones tanto con Hamás como con Israel”.
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