La reina Isabel II ordena una revisión de la política de diversidad de la casa real británica
La casa real británica ha decidido que no basta con “discutir en familia y en privado” las acusaciones de racismo vertidas por Meghan Markle y el príncipe Enrique en su entrevista con la presentadora estadounidense, Oprah Winfrey. Fue el asunto más sensible y potencialmente dañino de aquella conversación, y el único que puso de acuerdo a medios conservadores y progresistas británicos sobre la urgencia de dar una respuesta. Isabel II ha dado ya los primeros pasos y ha encargado una revisión, pausada pero firme, sobre las políticas de diversidad racial, étnicas o de orientación sexual que se aplican en la contratación del personal del Palacio de Buckingham (residencia de la reina), Clarence House (residencia y centro administrativo de Carlos de Inglaterra) y el Palacio de Kensington (el entramado que sostiene la labor del príncipe Guillermo y Kate Middleton, los duques de Cambridge).
“Ya existen las políticas, los procedimientos y los programas, pero no hemos visto el progreso que nos hubiera gustado ver y aceptamos la necesidad de hacer más y mejorar las cosas”, admitía una fuente de la casa real al Mail On Sunday, el diario que ha adelantado la noticia. El equipo de la reina comenzará a recabar las opiniones independientes de expertos, empresarios y personalidades del Reino Unido para constatar la percepción pública del modo en que Buckingham maneja un asunto tan delicado en el país como la raza. Entre los planes previstos está la idea de contratar a un “director de diversidad” que pueda impulsar la idea en el entramado real.
Los duques de Sussex aseguraron, en su entrevista con Winfrey, que un miembro de la familia real había expresado su preocupación por el futuro color de piel del bebé que esperaba en esos momentos Markle. La pareja se encargó poco después de matizar que el responsable de esos comentarios no había sido ni la reina ni su esposo, Felipe de Edimburgo. Dejaron sin embargo la duda en el aire sobre el autor del comentario y provocaron una crisis de opinión y reputación que dividió a los británicos. La primera respuesta, contenida pero tibia, llegó a través de un comunicado del palacio de Buckingham en el que se aseguraba que “tomaba muy en serio esas acusaciones”, pero que “los recuerdos de lo sucedido podían variar”. Apenas dos días después, era el príncipe Guillermo quien aseguraba, ante la pregunta directa de un periodista, que “su familia no es racista ni de lejos”, con un tono visiblemente irritado.
Buckingham ha decidido ahora reconducir los ánimos con una revisión completa de sus políticas de diversidad, que aún deberá demostrar si se trata de un mero ejercicio de relaciones públicas o un esfuerzo sincero por abordar el problema. En cualquier caso, no se trata de la única respuesta al terremoto provocado por Meghan Markle y el príncipe Enrique. La casa real sigue también adelante con una investigación interna sobre las acusaciones de acoso laboral realizadas por varios ex empleados contra la duquesa de Sussex, quien ha calificado el asunto como una nueva “campaña de difamación”.
Y el pasado domingo, la revista semanal del diario The Sunday Times dedicaba su portada a un príncipe Guillermo en uniforme de gala e incluía un extenso reportaje (”exclusiva real”, anunciaban) con acceso directo a los amigos y colaboradores del tercero en la línea de sucesión al trono británico. Diez años después de su matrimonio con Kate Middleton, la revista presenta a Guillermo como un hombre de su tiempo que ha asumido con tranquilidad el papel que le espera en el futuro, y recuerda sus intervenciones en apoyo de la comunidad LGTB en el Reino Unido, o la pequeña reprimenda que dio en su discurso de los premios BAFTA a la Academia Británica del Cine sobre “la necesidad de asegurar una mayor diversidad en el sector y en los premios, algo que no debería ser objeto de discusión en estos tiempos”.