La publicidad, ¿orgullo dominicano?
¿Cuándo comenzó la publicidad a apelar al «orgullo dominicano» para lanzar campañas? El recurso sirve lo mismo para un banco que para un periódico, una marca de arroz, de salami, pasando por el fabuloso eslogan de «zapatos italianos hechos aquí» que reivindicaba el valor de lo local frente a la supuesta mejor calidad foránea. Es el comodín de los creativos. Y evidentemente… funciona.
Hace 50 años, cuando el mundo era más libre, y era ancho y ajeno, se podía publicitar cigarrillos. La marca Montecarlo en 1973 ya era «orgullo dominicano» y quizá fue la primera campaña que apostó por el concepto.
Hoy nos avasalla el negativismo de la campaña electoral de la oposición (todo es un espanto) y el optimismo contumaz del gobierno (nunca el país estuvo mejor). Pero entre unos y otros…¿hay motivos para el orgullo?
Rotundamente sí. Y no solo por comparación al levantar la mirada hacia los que nos rodean: la tragedia de Haití, el horror de Nicaragua, la debacle cubana, la crisis estancada de Puerto Rico, la violencia en Centroamérica, la inflación argentina, la dictadura venezolana… El país avanza visiblemente en infraestructuras, servicios, ocio, oferta cultural, salud, PIB… Queda por asumir con remordimiento la pésima calidad de la educación: es una ofensa imperdonable a las generaciones que están subiendo y una zancadilla al progreso del país.