EE UU lleva la fama, Europa carda la lana
A los dos años de la invasión, flaquea la ayuda norteamericana a Ucrania. Y se instala la certeza de que si Europa persiste en su solidaridad con el país invadido deberá multiplicar sus esfuerzos: financieros, diplomáticos, militares. O eso, o la rendición.
Diseñar el futuro exige trazar balance de los flujos ya comprometidos. Sintonizan con un viejo refrán: EE UU lleva la fama, Europa carda la lana. Pues, contra lo que se suele pensar, el esfuerzo financiero europeo (de la UE y sus Estados miembros) ha desbordado en este período al de la superpotencia mundial hegemónica.
Europa acumulaba una ayuda financiera a Ucrania de 85.000 millones de euros, a 19 de diciembre de 2023 (según la web del Consejo Europeo). Repartidos entre la ayuda del presupuesto común para mantener su tambaleante economía (carreteras, hospitales, ayuda macro), 31.000 millones; apoyo militar, por 27.000 millones; 17.000 millones para la acogida de refugiados, y 9.450 millones a cargo de los socios individuales. Esa cantidad superaba los 67.700 millones de euros entregados por el Gobierno de EE UU al de Kiev (ayuda militar financiera y humanitaria, además de la militar), según el Instituto para la Economía Mundial, de Kiel (Alemania).
Pero algunos presentan el esfuerzo norteamericano como superior. Pues solo comparan la ayuda militar: 42.000 millones contra 27.000 millones. O solo contabilizan las aportaciones de países individuales y no las agrupadas en la UE. Falsean así la realidad.
Desde diciembre, la UE ha logrado desbloquear (el 6 de febrero) su plan de añadir de su presupuesto otros 50.000 millones de euros, doblegando el veto húngaro. Mientras, la Administración Biden ha sido incapaz de hacer lo propio con el suyo, de 55.000 millones de euros, a causa del persistente bloqueo de los 49 senadores republicanos.
Así, el desajuste en favor de la contribución europea ha crecido. Esta alcanza 138.000 millones de euros, según el Consejo; o 144.000 millones ―si bien el último compromiso se desembolsará por fases―, según Kiel, finalmente alineado ―desde su actualización del 16 de febrero― con la cifra de aquel. Duplica de largo los 67.700 millones de EE UU.
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La relevancia política del compromiso de la UE radica en que ha conseguido superar los vetos (contra el apoyo en armas y en los 12 paquetes de sanciones), mostrando una inédita fortaleza en la toma de decisiones, su viejo déficit frente al ejemplo federal norteamericano, sobre todo gracias al uso de la “abstención constructiva” por discrepantes y chantajistas internos. También en que lo hace en un bienio de fuertes reveses socioeconómicos: secuelas de la pandemia; del endeudamiento; de la crisis energética urdida por el Kremlin, y de la inflación galopante generada por la invasión. Y que ha sorteado el propio corsé jurídico del Tratado, que en su artículo 41 descarta la financiación por el presupuesto común de operaciones militares: merced al Fondo Europeo de Apoyo a la paz y dos reglamentos (un amplio abanico de detalles y enfoques en La respuesta de la UE a la agresión rusa a Ucrania, Movimiento Europeo, Catarata, 2024).
La UE dispone aún de dos mecanismos adicionales para apoyar a una Ucrania cuyo coste de rehabilitación ―sin contar el de supervivencia y el del esfuerzo bélico― supera ya los 450.000 millones, según el Banco Mundial. Y que ascenderá a no menos de dos billones de euros, calculó Mario Draghi hace dos años en Versalles.
Uno es recurrir al endeudamiento mutualizado (eurobonos), lo que se está calibrando en la redacción del acuerdo de los últimos 50.000 millones. Otro, confiscar activos depositados por el Banco nacional de Rusia en entidades europeas por 300.000 millones (o al menos, de sus rendimientos), que se debate en el G-7 y figura en las conclusiones de las dos últimas cumbres europeas. Con una base jurídica: la ONU ha reconocido, ya que Rusia debe afrontar las consecuencias legales de su guerra ilegal, lo que incluye reparaciones.
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