Me gusta Betty Gerónimo como política
Me gusta Betty Gerónimo. Como política, caveat. Estrella fulgurante del PRM al ganar en buena lid la alcaldía de Santo Domingo Norte. Sube y no baja, como la bolita que bailaba con entusiasmo en sus tiempos de artista.
Lo que me gusta, sin embargo, no es su antiguo arte danzante sino su llaneza, la forma inteligente de hablarle a su parcela, el afán por mejorar su educación y la sensibilidad social en forma de solidaridad edificante. Los elitistas como yo, en trance con las lecturas abstractas y a quienes la afectación intelectual nos lleva a pavonearnos como aves rarae, solemos desdeñar a estos filii populi. Para probar lo que acabo de escribir, los he atontado con todos esos latinajos
En un acto de inteligencia política, Betty se ha burlado de todo vivo al reivindicar como parte de su vida esa temporada en que llenaba la tele con la exuberancia de su baile, al compás del merengue travieso de «la bolita». Les ha dado en la cara a los cristales astillados cuando en titulares, los medios resaltaban el salto de bailarina a la primera alcaldesa en el norte capitaleño. ¿Acaso a Ronald Reagan, presidente luego de dos gobernaciones sucesivas en California, dejaron de endilgarle el exactor?
Opera la doble moral en las críticas, algunas de ropaje seudofeminista. En mentes pequeñas, lo de bailarina frunce ceños. Moralina aparcada, es una profesión más, divertida como el programa meridiano donde Betty se ganaba la vida. Mi futura alcaldesa favorita se ha superado en la segunda acepción del verbo: vencer obstáculos. No porque lo que hace ahora supere a lo anterior, si aceptamos que bailar es digno.
Baila Betty, al ritmo del esfuerzo y el compromiso con tus votantes.