Los republicanos mantendrán el acoso a Biden pese a desinflarse las denuncias de corrupción por su hijo Hunter
Cuando el entonces presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, ordenó abrir una investigación para un posible proceso político (impeachment) al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, destacó que un “informante de confianza del FBI” había “alegado un soborno a la familia Biden”. La semana pasada se supo que ese informante era Alexander Smirnov, de 43 años y que lo que decía era mentira. El fiscal lo acusa de falso testimonio y de fabricar pruebas por razones políticas. Pese al pinchazo en la prueba de cargo contra el presidente, los republicanos no se rinden. Seguirán acosando al presidente y a su hijo Hunter Biden mientras crean que les conviene a sus intereses.
El FD-1023 es un formulario utilizado por la Oficina Federal de Investigación (FBI) para recoger información de una fuente humana confidencial. En el Capitolio de Estados Unidos se lleva meses hablando sin parar de un FD-1023 en concreto, un impreso de cuatro páginas. En él, una fuente, que ahora se ha sabido que era Smirnov, apuntaba al FBI que Joe Biden y su hijo Hunter habían recibido en 2015 o 2016 sendas comisiones de cinco millones de dólares de la firma energética ucrania Burisma, pagadas por el cofundador de la empresa Mykola Zlochevsky.
La entrevista a esa fuente se producía como parte de una investigación en marcha por denuncias presentadas en 2020 por Rudy Giuliani, abogado del entonces presidente Donald Trump. El republicano quería socavar el prestigio de su probable rival en las presidenciales de ese año. Nada avaló la credibilidad de aquellas denuncias y cuando el propio Giuliani encontró testimonios directos que las contradecían, pidió “enterrarlos”.
Paradójicamente, la obsesión republicana con los negocios de Hunter Biden en Ucrania y con cómo pudo haberse beneficiado su padre de ello condujeron al primer impeachment de Trump por sus presiones al Gobierno del entonces desconocido Volodímir Zelenski para que investigase e incriminase a los Biden, amenazando con retirar la ayuda al país en caso contrario.
El propio FBI había tratado de aclarar que recoger una información de una fuente en un formulario no la valida ni establece su credibilidad. Aun así, los rivales de Biden insistían una y otra vez en ese documento FD-1023. En él, además, Smirnov decía tener mensajes de texto y hasta 17 grabaciones, lo que hacía salivar a los republicanos.
La obsesión por el ‘impeachment’
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Un gran número de congresistas del partido de Trump están obsesionados con someter a Biden a un impeachment. No perdonan que el anterior presidente fuera procesado políticamente dos veces. Desde que lograron la mayoría de la Cámara de Representantes hace más de un año, han estado buscando sin cesar algún indicio para acusar a Biden de corrupción. Vieron en su hijo, Hunter Biden, la debilidad del presidente.
Obviamente, no podían acusar al padre por las adicciones, los problemas fiscales y legales del hijo (está imputado en dos casos diferentes), así que de lo que se trataba era de probar que Joe Biden se beneficiaba de los negocios en el extranjero de Hunter, como llevan años intentando hacer, pero ahora con el poder de la mayoría de la Cámara baja. Eso, a pesar de que no han encontrado indicios de peso contra el presidente y de que los actos que se investigan son previos a que ocupase su actual cargo.
La imputación de Smirnov por falso testimonio pincha las acusaciones de corrupción contra Biden y debilita aún más los argumentos republicanos. “El fiscal especial David Weiss [que fue nombrado por el expresidente Donald Trump] ha demostrado cómo la prueba clave en el corazón de la investigación de impeachment de los republicanos de la Cámara se basa en una mentira”, señaló el congresista demócrata Jamie Raskin, en un comunicado. “La investigación del fiscal especial Weiss es solo la más reciente para desacreditar la teoría de la conspiración Ucrania-Burisma en el corazón de esta fraudulenta investigación de impeachment”, añadió.
El propio Biden dijo este viernes en la Casa Blanca que la investigación “debería abandonarse”. “Ha sido un empeño vergonzoso desde el principio”, añadió.
Los republicanos, en cambio, dicen ahora que el famoso formulario no era tan importante. “Tenemos más de 30 millones de razones para continuar esta investigación y ninguna de esas razones se basa en el corrupto FBI o en un informante. Los registros bancarios no mienten”, tuiteó el congresista republicano James Comer. Los registros bancarios a los que se refería parecen otra prueba falsa o, al menos, engañosa.
Tras requerimientos y citaciones, los republicanos encontraron un cheque de 200.000 dólares de James Biden, el hermano de Joe Biden, para el presidente y montaron un gran escándalo con él, pero sin aclarar que estaba identificado como la devolución de un préstamo y escondiendo que había un movimiento del presidente a su hermano del mismo importe solo dos meses antes. Se trataba además de transacciones de 2018, cuando Biden no era vicepresidente ni presidente, hechos de forma transparente, sin la menor intención de ocultarlos y sin que haya indicio alguno de irregularidad.
Los republicanos también hallaron tres pagos de una empresa de 1.380 dólares cada uno, también en 2018, de una empresa de Hunter Biden a su padre y lo quisieron hacer aparecer como una forma de hacer llegar dinero de China al presidente. En realidad, eran tres plazos de la compra de una furgoneta Ford Raptor. Joe Biden había pedido el crédito a su nombre como un favor a su hijo.
Como esas, casi cada nueva gran revelación de los republicanos se evapora en cuanto le da la luz y se examina con lupa. La Casa Blanca ha desmontado las acusaciones y lo más que han podido demostrar las investigaciones es que el ahora presidente, cuando era vicepresidente de Barack Obama, saludó alguna vez por teléfono y acudió a alguna cena con socios o clientes de Hunter.
Las pruebas parecen importar menos que el impacto político. Investigar a Biden es una forma de contrarrestar las acusaciones penales que pesan sobre Trump. Los republicanos ya han dado señales de que tratarán de mantener la presión sobre Biden, extender sus investigaciones al manejo de documentos clasificados (pese a la exoneración jurídica) y buscar argumentos para solicitar el impeachment. Está por ver que den ese paso, pero la decisión final no dependerá tanto de las pruebas como de que los republicanos se vean con mayoría para ello (los moderados podrían desmarcarse) y de cuáles crean que serán las consecuencias en un año electoral.
La investigación sigue adelante y la semana que viene llegará uno de sus platos fuertes. Tras varios rifirrafes, desencuentros y algo de teatro, Hunter Biden está citado a declarar a puerta cerrada en el Congreso el 28 de febrero.
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