Mark Rutte volvería a ganar las elecciones en Países Bajos, según las primeras encuestas
El Partido Liberal por la Libertad y la Democracia (VVD, en sus siglas en neerlandés) se perfila como ganador de las elecciones en Países Bajos, con 35 escaños en un Parlamento de 150, según el sondeo a pie de urna publicado pasadas las 21.00 por la televisión pública (NOS), al cierre de los colegios electorales. Es el partido liberal de derechas de Mark Rutte, actual primer ministro en funciones, que repetirá en el cargo por cuarta vez consecutiva desde 2010, el mandatario más longevo de la historia del país. En segunda posición, con 27 escaños, se sitúan los liberales de izquierda (D66) de Sigrid Kaag, la diplomática que ha irrumpido con fuerza en la escena política nacional y que le ha arrebatado el segundo puesto a la ultraderecha de Geert Wilders (PVV), que se queda en 17 diputados.
Con más de 13 millones de ciudadanos con derecho a voto y un 81% de participación, los democristianos (CDA) quedan en cuarto lugar y la gran damnificada es la izquierda: la socialdemocracia (PvdA), los ecologistas de Groen Links y los socialistas radicales (SP) no superan juntos a D66. Según estas estimaciones, se estrenan en la vida parlamentaria varios grupos pequeños, entre ellos, Volt, el partido paneuropeo, con cuatro diputados. Formar una coalición no será fácil, aunque Rutte, Kaag y los democristianos suman ya la mayoría, fijada en 76 asientos.
La estimación presentada por NOS está respaldada por la firma de encuestas Ipsos, que ha visitado 70 colegios electorales y ha preguntado por su voto a 5.000 personas a través de Internet, pero la pandemia ha trastocado un ejercicio de por sí complicado. De ahí que la contención fuese la norma entre los candidatos a primera hora de la noche. Hay otro problema. Los mayores de 70 años y demás grupos de riesgo han podido votar este lunes y martes para evitar contagios, y se ha favorecido el voto por correo. Cerca de 2,5 millones de personas tenían derecho a hacerlo de este modo, según la oficina central de estadística, pero ha habido muchos errores en los envíos postales y los resultados finales pueden variar más que en otros comicios. El ministerio de Interior ha adaptado las normas sobre la marcha para salvar las papeletas que lleguen en sobres cerrados, que preserven el secreto del voto.
Han sido unas elecciones extraordinarias en el sentido más literal del término: fuera de lo común. Porque la campaña ha sido casi telemática, con unos pocos mítines en la calle vigilados de cerca por la policía para que se mantuviese la distancia física de 1,5 metros; porque si bien los programas electorales figuraban completos en las páginas de web de los partidos, los debates eran más un cuerpo a cuerpo entre los candidatos al puesto de primer ministro; porque el coronavirus ha arrinconado escándalos como el de las ayudas a las familias (cerca de 30.000), que provocó en enero la dimisión de Rutte y de su Gabinete, y habría mermado sus posibilidades de triunfo en cualquier otro momento. Pero, sobre todo, porque la gestión es el fuerte del primer ministro que repite y el votante ha creído que ante una pandemia es lo que se necesita: un gestor.
Rutte no es solo la imagen de marca de los liberales de derecha. Hasta sus críticos le reconocen que sabe reunir a sus colegas para pactar una coalición -la forma de gobierno natural en una sociedad tan fragmentada como Países Bajos- y no desfallece hasta lograr un acuerdo. De momento, su socio preferido es la democracia cristiana.
La jornada electoral ha dejado también algunas anécdotas. La más señalada es la mala suerte de Hugo de Jonge, ministro democristiano de Sanidad -en funciones como el resto del Ejecutivo- que tiene que guardar cuarentena porque ha estado en contacto con una persona que padece la covid-19. Antes de saberlo, tuvo que ir y volver a su casa porque fue a votar con el pasaporte caducado. “Y solo es mediodía”, tuiteó ya confinado, desde su casa. El otro protagonista del día ha sido el lápiz rojo usado para marcar el nombre de candidato preferido en la papeleta. Son tradicionales y no se les suele prestar atención más allá de la nota de color. Pero esta vez se han convertido en un objeto de culto.