El Papa hace un gesto a Milei al recibirlo durante una hora en el Vaticano
Los insultos, quién sabe si porque jamás imaginó que llegaría realmente a ser presidente de su país, alcanzaron un nivel nunca visto a un Pontífice. “Representante del maligno en la Tierra”, “hijo de puta que predica el comunismo”, “sorete mal cagado”. Son solo tres muestras de la beligerancia que Javier Milei, nuevo presidente de Argentina, empleó durante mucho tiempo para referirse al papa Francisco antes de llegar a la Casa Rosada. Este lunes, a las nueve de la mañana, convertido ya en el máximo mandatario del país natal de Jorge Mario Bergoglio, Milei se presentó en el Vaticano y se reunió, ya con otro tono y por primera vez, con el Pontífice durante una hora: un tiempo reservado para los encuentros en los que el Papa está más interesado. De hecho, nunca dedicó tanto espacio a sus reuniones con los predecesores del actual presidente Cristina Fernández Kirchner, Mauricio Macri o Alberto Fernández.
Francisco quiso quitar hierro en su momento a los insultos y aseguró que son cosas que se dicen en campaña electoral. En cuestiones políticas es pragmático y dialogante. Y más si se refieren a su patria. De hecho, una de las claves de la visita era la invitación que Milei pensaba entregarle a Francisco para que visite en las próximas fechas Argentina. El Papa siempre había dejado esa posibilidad al margen de sus prioridades, pero últimamente ha aumentado su interés. El comunicado emitido por el Vaticano, sin embargo, no dio pistas sobre este asunto. “Durante las cordiales conversaciones en la Secretaría de Estado, se expresó satisfacción por las buenas relaciones entre la Santa Sede y la República Argentina y el deseo de reforzarlas aún más. A continuación, se detuvieron en el programa del nuevo Gobierno para enfrentar la crisis económica. En la continuación de la conversación, se abordaron varios temas internacionales, en particular los conflictos actuales y el compromiso por la paz entre las naciones”.
Milei fue a ver a Francisco acompañado por su hermana y secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, la canciller Dinana Mondino, los ministros del Interior y Capital Humano, Guillermo Francos y Sandra Pettovello, el rabino Axel Wahnish y el secretario de Culto, Francisco Sánchez. El presidente argentino llegó algo apurado a la cita. El motivo, fundamentalmente, es que mandó detener el coche oficial en el que viajaba mientras circulaba por la via della Conciliazione para hacerse fotos con algunos peregrinos argentinos. Dedicó el tiempo necesario a los turistas, que se hicieron un retrato grupal, y luego continuó su camino para entrar por la puerta de Santa Anna hasta el patio de San Damaso, donde le esperaban los responsables de protocolo de la Santa Sede.
Como estaba previsto, Francisco lo recibió en el Palacio Apostólico en audiencia a puerta cerrada. Sobre la mesa, tal y como había avanzado el mandatario, estaban, entre otras cuestiones, el posible viaje del Papa a su país natal, adonde no regresa desde su elección en el cónclave del 2013.
El presidente argentino regaló al Papa una carpeta con la copia de la carta manuscrita del Canciller José María Gutiérrez a Juan Bautista Alberdi acreditándolo como representante en Europa en 1854; una postal conmemorativa de Mamá Antula (canonizada el domingo) y lo que probablemente más interés despertó en Francisco dada su afición por los dulces: alfajores de dulce de leche y galletitas de limón “de la marca de preferencia del Sumo Pontífice”, matizó el portavoz de Milei. El presidente argentino había llegado a Roma desde Israel acompañado de su séquito el pasado viernes. El mandatario se reunirá también este lunes con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y el presidente de la República, Sergio Mattarella.
Milei y el Papa se habían visto brevemente el día anterior cuando, de algún modo, enterraron las hostilidades. Ambos se saludaron y abrazaron tras la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina. El gesto, con un beso incluido que le solicitó Milei, se consideró el deshielo de las relaciones entre ambos. La escena no estaba prevista. O, al menos, la foto de ambos se esperaba para este lunes, durante su reunión oficial. Pero una vez terminada la eucaristía en la basílica de San Pedro del Vaticano, el Papa fue trasladado en silla de ruedas por sus problemas de rodilla hasta el lugar en el que el político había seguido la misa, a su derecha, en primera fila, ante un reclinatorio. Fue en ese momento cuando Milei se levantó para estrecharle la mano e, incluso, darle un abrazo. Ambos mantuvieron una breve y desenfada charla mientras reían. “¡Te cortaste el pelo!”, le dijo el papa a Milei. “Lo emprolijé”, respondió en el mandatario.
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Los ataques de Milei al Papa se encuadraban en el argumentario general de la ultraderecha en el mundo. Desde que llegó a Roma, Francisco ha sido uno de los objetivos preferidos de las corrientes ultraconservadoras de la política, pero también de la Iglesia. Desde el expresidente de EE UU Donald Trump, a Matteo Salvini, líder de la Liga, habían reservado gestos de desprecio a este Pontífice. Milei subió el tono hasta septiembre, cuando en una entrevista con el polémico expresentador de Fox News Tucker Carlson, dijo que el Papa violaba los 10 mandamientos por defender la justicia social y “está del lado de dictaduras sangrientas”.
A partir de su elección, cambió radicalmente el acercamiento y comenzó a llamarle Su Santidad. El tono y los insultos cesaron a su llegada a la Casa Rosada el pasado diciembre y este sábado expresaba en Radio Mitre su voluntad de tener “un diálogo muy fructífero” con el Papa, a quien ahora ve como “el argentino más importante de la historia”.
Bergoglio, siempre extremadamente cuidadoso con los asuntos que tienen que ver con su Argentina natal, nunca entró al trapo de los ataques y restó importancia a sus palabras. De hecho, le telefoneó para felicitarle por su triunfo el pasado noviembre. Este domingo, además del abrazo final, los dos tenían previsto un encuentro breve y protocolario antes de la misa en la sacristía de la basílica de San Pedro, del que no ha trascendido información.
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