Luis Rivas y los Diablos Ecológicos
Como el artista más creativo y original del carnaval dominicano lo define Dagoberto Tejeda, el estudioso por excelencia de estas manifestaciones. En efecto, Luis Rivas reelabora la tradición aunando técnica y un derroche de creatividad con los que crea máscaras y disfraces que cautivan por su vistosidad y su nivel de detalle.
Si a ello le añadimos conciencia ecológica, tenemos una de sus reciente creaciones, la comparsa de los Diablos Ecológicos de San Cristóbal, una iniciativa que ideó durante el encierro de la pandemia y que se ha proyectado al mundo a través de las redes sociales.
Hasta a Noruega se ha desplazado, previa invitación, para impartir un taller a escolares sobre confección de máscaras con material reciclado. A través de las redes ha inspirado a artistas en diferentes lugares del mundo (en Río de Janeiro se recreó un personaje inspirado en el diablo ecológico), y desde todas partes los niños le mandan videos con sus máscaras.
Materiales tan humildes como botellas, galones, tapas, chapitas, latas de conserva, rolos, trapos, afeitadoras, espejitos, hasta cepillos dentales, cobran corporeidad, luz, movimiento, sonido, en las manos del artista, que los mezcla con una gran libertad. Esta práctica entra dentro del concepto de suprarreciclaje, que define la reutilización creativa de los desechos, convirtiéndolos en un producto de mayor calidad y valor ecológico.
Con ella, Luis Rivas nos alerta contra uno de los grandes problemas medioambientales, la contaminación producida por los residuos plásticos, que amenaza nuestra salud. Cada año se produce en el mundo, según la ONU, la exorbitante cifra de 400 millones de toneladas de residuos de este material, que pueden perdurar hasta cuatro siglos.
Graduado de Diseño Gráfico de Chavón, Rivas ha estado vinculado al carnaval desde la adolescencia pues ya participaba en las comparsas del liceo donde estudiaba. Luego, trabajó las comparsas de salón, y su gran plataforma fue la Gran Gala del Carnaval de Vitico Erarte. Las comparsas de Rivas competían a golpe de originalidad con otras de alto presupuesto. Más tarde lo contrataron los grandes clubes y comparsas de otros pueblos.
Una identidad para San Cristóbal
«La idea era crear una identidad para San Cristóbal, porque los diablos de allí están usando los mismos vestuarios de La Vega, de la capital, no tienen esa identidad visual con que se pueden reconocer, como es el caso de los taimáscaros, los lechones de Santiago… Hace muchos años había un disfraz tradicional, pero el traje, cuando no evoluciona, queda en el olvido, y ya a los muchachos no les atrae ese tipo de vestuario«.
«A mí me nombran rey del Carnaval de San Cristóbal y entonces me siento con una deuda con mi pueblo, con la necesidad de dejar un legado, pero no lograba el personaje, porque siempre encontraba que se me parecía a algo y mi trabajo tiene por característica que es muy único. Por eso nunca estaba totalmente conforme. Hasta que llega la pandemia y comienzo a buscar con qué entretenerme, pero yo quería algo con contenido y entonces decidí abordar el tema del reciclaje de residuos, un problema universal que poca gente está enfrentando».
«Empecé haciendo máscaras a partir de un galón de plástico sucio, lo lavaba, lo empezaba a cortar y transmitía el proceso por las redes. Aunque el peligro real es el foam, que no he abordado aún. El plástico ya lo están reciclando muchas empresas, pero el foam, muy poco».
«Después de elaborar muchas máscaras, de repente digo: pero estas son las caras que debe tener el diablo de San Cristóbal, porque no se parece a nada. Entonces Dagoberto ve el trabajo, me aconseja y me habla de la dificultad de crear un personaje, pues al final es el pueblo el que decide si lo acepta o no. Los muchachos de San Cristóbal poco a poco han ido asimilando la máscara de galón y ya la usan e identifica al pueblo, aunque siguen usando el traje con identidad de otro lugar.»
Con todas esas máscaras preparó en 2021 la exposición «El diablo viste de plástico«, en el Centro Cultural Mirador, y entonces fue a por el traje. Nacía así el Diablo Ecológico. «Gracias al apoyo de los conocedores del carnaval y a la difusión en las redes, el personaje se posicionó enseguida». Ha llegado hasta la Expo Universal de Dubái representando a la República Dominicana y, virtualmente, al Carnaval de Barranquilla durante la pandemia.
El proceso creador
«Cada pieza tiene una historia. Cuando veo una máscara cualquiera, recuerdo de donde saqué cada elemento. A veces como algo y esa fundita plástica la reutilizo. El año pasado estuve en Estados Unidos dando unos talleres de reciclaje y allí contraje covid, y las pruebas del covid luego las incorporé a un disfraz».
«El traje va creciendo, se le van agregando cosas y se va llenando de contenido. Me enfoco en el plástico, además, porque tiene tanto color que conjuga muy bien con el carnaval, y si no tiene color se lo agrego porque el carnaval dominicano es color. Tienes que mirar muy de cerca para darte cuenta de que estás ante un galón plástico, pues le agrego el toque artístico. Una tapa que quizá he recogido del suelo la pinto, le agrego elementos, la cuelgo y le pongo tantos detalles que tú percibes una obra de arte. Los envases se recortan, trato de que el corte sea lo más perfecto, de que el hoyito esté en el centro».
Luis Rivas transforma lo común en extraordinario y desvela lo que se oculta a la mirada, lo que no queremos ver, la cantidad de desechos que generamos. Así como todo se transforma en el carnaval, también se transforman bajo sus manos los materiales desechables, carnavalizándose en un acto de transgresión y disidencia que nos pone frente a la realidad.
La comparsa y su función social
La comparsa de los Diablos Ecológicos ya ha participado en dos desfiles nacionales (este será su tercer año). La integran jóvenes de estratos populares, pertenecientes a barrios y comunidades rurales como Hatillo, Canastica, Sabana Toro. Y ya han ganado premios, concretamente, el tercer lugar en la categoría de Creatividad Popular en el Desfile Nacional del año 2022.
El primer año se sumaron de forma espontánea algunos limpiabotas en los recorridos dominicales por San Cristóbal. Luis Rivas se ha percatado de la función social que se puede ejercer. «Hay un muchacho que me sirve de inspiración, tenía mal comportamiento y yo lo quería expulsar del grupo, pero algunos amigos me pidieron que le diera un chance. Al final, otros con mejor comportamiento se fueron saliendo porque quizá no se sintieron motivados o no les gustaba, pero ese muchacho que quería expulsar se ha convertido en un gestor cultural que ahora busca a otros de su comunidad y tiene a la familia completa metida en la comparsa. El más chiquito del grupo es hermanito de él, tiene 9 años, incorporó también a dos hermanas, incluso en el último viaje hasta llevó a su papá».
«Se está haciendo un trabajo, todavía no se están viendo los frutos, quizás con una fundación se podrían recibir recursos y ayudas para todo este tipo de actividades porque es muy chévere cuando tú los concientizas de no tirar la basura. En su casa tienen que llenar una cuota, deben recoger todas las tapas que encuentran para usarlas en sus disfraces. A veces salimos a limpiar, por ejemplo, al mercado de San Cristóbal, que está rodeado de basura, y a algunos parques».
El artista de San Cristóbal elabora las máscaras y proporciona los disfraces, y los muchachos participan en la decoración. «Yo los enseño a poner las cosas con criterio». Es decir, que la comparsa es en sí misma un taller de capacitación y creatividad.
Luis Rivas habla sobre uno de sus grandes orgullos, el taller impartido a unos 25 adolescentes y jóvenes de San Cristóbal durante la pandemia. Aunque tocó muchas puertas, no logró apoyo institucional, tan solo la colaboración de algún restaurante que facilitaba la comida a los participantes. «Dagoberto se involucró mucho, me acompañó en medio de la pandemia a entregar los diplomas a los muchachos».
Su visión abarca un proyecto integral que incluya, además de talleres, limpieza de playas, concientización a comunidades vulnerables, pero para eso se requiere un financiamiento que no ha encontrado todavía.
Transmisión y diseminación
Luis Rivas concibe las comparsas como «proyectos sociales que permiten capacitar a los jóvenes y convertirlos en artesanos y gestores culturales». Y a la vez que transmite su técnica, contagia su concepción de la vida y del arte, que se levanta sobre estos pilares: identidad, fidelidad a la tradición, conciencia ecológica, autenticidad y enorme respeto por lo popular, por lo que emerge del seno de los sectores populares.
Un día cualquiera puede desplazarse a un lugar de San Cristóbal e improvisar un taller con los niños que encuentra a su paso. Solo requiere un galón, un cuchillo prestado y su ingenio. Estas actividades son una fuente constante de gratificación para él y de estímulo para los entusiasmados aprendices. Quién sabe qué artista se está forjando en esas llamas.
La creatividad y el magisterio de Luis Rivas han llegado también a Cabarete. Acaba de crear un personaje para este carnaval, el Sankijuelo, una combinación de sankipanky y diablo cojuelo inspirada en la vida de este pueblo. Su careta tiene la peculiaridad de estar tejida. Los participantes tiñen los trajes, elaboran los accesorios y salen a buscar por las playas y bosques de Cabarete materiales para la comparsa.