Lula da Silva regresa al ruedo político contra Bolsonaro

Lula da Silva regresa al ruedo político contra Bolsonaro

Lula da Silva ha vuelto al ruedo político. Con 75 años y a solo unos días de vacunarse “si Dios quiere” contra el coronavirus, el expresidente de Brasil, un líder carismático de la izquierda latinoamericana que una parte de sus compatriotas odia, habló ayer por primera vez tras la anulación de sus condenas por corrupción. “Mi cabeza no tiene tiempo de pensar en 2022, en si seré candidato del PT [el Partido de los Trabajadores] o de un frente amplio”, dijo en la sede del Sindicato de los Metalúrgicos, en São Bernardo do Campo, su lugar fetiche. Lo que dejó claro es que quiere forjar una alternativa a Jair Bolsonaro.

El antiguo obrero metalúrgico, que presidió Brasil entre 2003 y 2011, no llegó a concretar cómo planea plantar cara al presidente ultraderechista. No aclaró si está dispuesto a encabezar una candidatura de izquierdas o impulsar un frente con los partidos tradicionales del centroderecha, alejados del estilo de Bolsonaro. Lula mostró ayer ganas y energía para participar en un eventual duelo contra el militar retirado, de 65 años, con el que no logró batirse en 2018 al ser inhabilitado por su condena. La decisión de un juez del Tribunal Supremo, anunciada el lunes, de anular las sentencias contra Lula también ha reestablecido los derechos políticos que perdió al ser condenado.

Lula pronunció un discurso en tono de candidato, marcando sus prioridades para Brasil: vacunas para todos, restablecimiento de la paga del coronavirus (que ya tramita el Congreso) y creación de empleo. “Este Gobierno no cuida de la economía, del trabajo, del salario mínimo, de la salud, del medio ambiente, de la educación, de los jóvenes, de los chavales de la periferia… O sea, ¿de qué cuidan?”, planteó durante una intervención en la que se refirió poco y con desdén a Bolsonaro. Lula describió al presidente como un incompetente cuya única obsesión es armar a la población.

Lula da Silva desplegó todos los encantos que sedujeron incluso a Barack Obama. “¿Hace cuánto no les oís hablar de inversiones, de generación de empleo, de distribución de renta?”, añadió durante su intervención. Bolsonaro, en tanto, ha respondido que Lula no tiene “nada bueno que ofrecer » y por eso le ha acusado de hacer la típica campaña del PT “basada en criticar, mentir y desinformar”.

Después, el líder del PT respondió a las preguntas de la prensa. En total, dos horas y media de pie tras un atril, sin leer una sola nota, con momentos en los que la emoción le colocó al borde de las lágrimas y otros de gran indignación. Para Lula, la política y la vida son indisociables: “Me siento joven para pelear mucho. Desistir jamás”.

Comparecía ante dirigentes del partido, periodistas y su novia, Rosangela Silva, en el lugar donde se forjó como líder sindical y organizador de huelgas obreras contra la dictadura a finales de los años setenta. El mismo edificio donde se refugió antes de entregarse a la policía para cumplir condena en la cárcel —ingresó en abril de 2018—, y donde en noviembre de 2019 se dio su último baño de masas tras ser excarcelado. “Sé que fui víctima de la mayor mentira jurídica en 500 años”, proclamó en referencia a sus condenas a un total de 20 años de cárcel por el caso Lava Jato. Una vez más dirigió sus críticas más duras contra el juez Sergio Moro, que lo encarceló, los fiscales y los medios de comunicación brasileños.

Lula, que siempre ha sido un sentimental, recalcó que no siente odio ni resentimiento por su odisea hasta que el lunes recuperó sus derechos políticos. Las condenas anuladas por el juez del Supremo están relacionadas con varios procesos de corrupción y blanqueo vinculados al caso Lava Jato y serán retomados por un juzgado de Brasilia.

“El PT tiene que conversar con la clase política, con quien está en el Congreso, a ver cómo arreglamos este país”, dijo. También aspira a retomar el plan que tenía cuando fue excarcelado y que la pandemia le obligó a aparcar: recorrer Brasil para conversar con el pueblo, con obreros, amas de casa, empresarios, para mirar a los ojos de la gente, para abrazarles.

Crisis y pandemia

El presidente que sacó a millones de brasileños de la pobreza, les llevó luz, agua, que gracias a la prosperidad convirtió a muchos en consumidores o universitarios, considera que sus problemas personales palidecen frente al sufrimiento de los brasileños que no tienen qué desayunar, comer o cenar o los parientes de los casi 270.000 fallecidos por coronavirus. Con los hospitales ya al límite en casi todo el territorio, 2.286 personas fallecieron el miércoles, es el último récord, que llega solo siete días después del anterior. “Quiero difundir la información necesaria para que el pueblo brasileño no siga ninguna decisión imbécil del presidente de la República o del ministro de Salud [Eduardo Pazuello]. ¡Hay que ponerse la vacuna! ¡La que sea!”, pidió a sus compatriotas.

Lula, que vive en São Berbardo do Campo, un municipio de 850.000 habitantes del Estado de São Paulo, llegó con una mascarilla roja con el logo del PT. Se la quitó para su intervención en un acto con medidas sanitarias destinadas a evitar contagios. Lula padeció coronavirus hace unos meses. Pasó la cuarentena en Cuba. Está previsto que los de su edad sean vacunados a partir de la semana próxima.

El expresidente dijo que se siente reivindicado por la anulación de sus condenas, aunque, a diferencia de lo que dice, no ha sido absuelto. El Supremo no analizó su inocencia o culpabilidad, solo concluyó que hay un error procesal, que el juez Sergio Moro no era competente para juzgarlo. Y como viene haciendo durante los últimos cinco años, Lula reiteró que es víctima de una persecución y defendió los logros de su labor de gobierno: “En 500 años América Latina no hizo ningún trabajo de inclusión social”, afirmó.

Lula recordó que nunca hizo caso a quienes le animaron a huir ante la amenaza de la cárcel. Se negó a ser un prófugo porque, recordó, “tenía tanta confianza y conciencia de lo que ocurre en Brasil que tenía la certeza de que este día llegaría y llegó”. En el Sindicato de los Metalúrgicos se refugió hace casi tres años durante 48 horas de enorme tensión antes de entregarse a la policía para ir preso. Invalidada su candidatura cuando lideraba la carrera electoral con holgura, su exclusión allanó el camino de Bolsonaro al poder.

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