Conciliación laboral y una persona en casa
Es un tema que domina la conversación en los ambientes laborales en todo el mundo. Cómo conciliar la vida laboral con la familiar. Cómo llegar a tener un equilibrio para poder dar al trabajo el tiempo que necesita sin robárselo a los hijos, a los padres, a la familia, a uno mismo.
En ese ecosistema de problemas que normalmente cada quien resuelve como mejor puede, hay un factor determinante: la ayuda, la inmensa ayuda de las trabajadoras del hogar. Las empleadas domésticas. Las antiguamente llamadas sirvientas.
Depende de cómo esté formado el núcleo familiar en el que trabajan, ellas cocinan, limpian, planchan, cuidan a los mayores y a los niños que hay en la casa. Esperan al camión del gas (no es problema menor) y se ocupan de una infinidad de cosas menores. Sin ellas, la conciliación laboral es infinitamente más difícil cuando no imposible.
En el trabajo publicado por Tania Molina con motivo del 8 de marzo, se desvela una situación de la que poco se habla en público: sus condiciones laborales. 85,000 mujeres de este sector han perdido su trabajo en esta pandemia. Las condiciones laborales son inaceptables en muchos casos, los sueldos irrisorios, las jornadas extensas y los derechos… pocos o ninguno.
Esa persona que es el factor que permite tener el hogar funcionando… tiene un hogar que funciona malamente sin ella. Una familia que quizá está en otro pueblo y una esperanza muy leve de mejoría en su horizonte.
Para pensar en políticas de conciliación laboral hay que hablar de ellas. De las que hoy, aquí, la hacen posible.