El Senado de Estados Unidos aprueba el nuevo plan de rescate contra los efectos de la pandemia
El Senado de Estados Unidos aprobó este sábado, después de una extenuante sesión de 27 horas, el tercer gran paquete de estímulos para salvar la economía frente a la pandemia, el primero de la Administración de Joe Biden y el que más división partidista ha generado. El paquete, de 1,9 billones de dólares (1,59 billones de euros), ha salido adelante con 50 votos demócratas a favor y 49 republicanos en contra. Incluye cheques directos a los ciudadanos y fondos para acelerar la vacunación, entre una larga lista de medidas. La tortuosa tramitación ha dado pistas sobre lo sufridas que se avecinan las victorias legislativas de Biden pese a controlar las dos Cámaras, y no solo por la exigua mayoría o distancia entre republicanos y demócratas, sino por la necesidad de estos últimos de conciliar su ala progresista con la moderada.
El Capitolio, aún blindado con fuertes medidas de seguridad por la amenaza de ataques, vivió una jornada para la posteridad gracias en parte al uso de algunos de los mecanismos más pintorescos del Legislativo. Las objeciones del senador demócrata Joe Manchin, representante de un feudo trumpista como Virginia Occidental y considerado el más centrista del partido, provocó un bloqueo de casi 10 horas durante el viernes que solo se solucionó cuando sus compañeros de partido accedieron a reducir las ayudas al desempleo. Se habían estipulado en 400 dólares semanales (336 euros) y le concedieron dejarlas en 300 dólares (251 euros).
Tras el pacto, siguió igualmente una jornada imposible que continuó hasta pasado el mediodía de este sábado, debido a que los republicanos forzaron un procedimiento llamado vote-a-rama, que obliga a presentar y dirimir de forma individual enmienda por enmienda. Y eran decenas. Era una forma de obligar a los demócratas a retratarse en cada asunto, fabricar material de reproche para el futuro y tratar de dividirlos.
Control demócrata
A las tres de la mañana del sábado, algunos senadores deambulaban por la sala de plenos con aspecto exhausto, otros aguardaban en sus escaños cabizbajos pero admirablemente enteros, mientras se votaba una enmienda sobre el transoleoducto Keystone. Así siguieron hasta el amanecer, con todas las enmiendas de muy diversa índole, en uno de esos arcaicos procedimientos que permite el reglamento del Senado y que hace posibles días como éste. A las siete de la mañana, hicieron una pequeña pausa, y siguieron con la última enmienda. El jueves, los republicanos ya habían echado mano de otra norma pintoresca y obligado a leer en voz alta las 628 páginas del proyecto de ley, lo que llevó cerca de 12 horas, artimaña que buscaba demorar el proceso y mostrar lo voluminoso del plan, que tachan de excesivo. El parón con Manchin, sin embargo, demostró que puede ser más peligroso el fuego amigo.
Los dos partidos se hallan igualados en el Senado, con 50 senadores cada uno, pero como la vicepresidenta Kamala Harris puede votar para romper cualquier empate, los demócratas disponen de un control de facto. La presencia de Harris no fue necesaria en esta maratón porque uno de los senadores republicanos se había ausentado, pero la débil aritmética hace que el partido de Joe Biden no se pueda permitir ninguna deserción entre sus filas si no gana apoyos republicanos para compensar.
El primer plan de rescate, el mayor de la historia con un volumen de 2,2 billones, salió adelante de forma unánime en el Congreso hace casi un año pese al clima de crispación política del momento. Mostró cómo el consenso era capaz de abrirse paso con el país en medio de una calamidad insólita. El segundo paquete de estímulos, de 900.000 millones, también logró un apoyo casi total en diciembre. En este, con la nueva legislatura en marcha, los republicanos ocupan la bancada de la oposición y no han cedido un solo voto ante el primer plan diseñado por Biden, alegando que la economía ya se encuentra en vías de recuperación y no es necesario semejante dispendio público.
Los propios demócratas han tenido que redefinir y podar su proyecto de ley para disipar los recelos del sector centrista del partido. Es una buena cata de las dificultades a las que se enfrenta la agenda política de Biden pese a que su partido controla tanto la Cámara de Representantes como el Senado. Con la poda, el colectivo beneficiario de los cheques directos de hasta 1.400 dólares (1.175 euros) se ha reducido: en la primera versión los destinatarios eran todos los individuos con hasta 100.000 dólares (unos 84.000 euros) de ingresos anuales, pero el miércoles se rebajó a los 80.000 dólares.
Y la enmienda del senador izquierdista Bernie Sanders, que elevaría el salario mínimo federal de 7,25 a 15 dólares la hora en un plazo de cinco años fue rechazada por 58-42 votos, con ocho demócratas alineados con los republicanos, en lo que ha supuesto una de las grandes derrotas del flanco progresista del partido.
El proyecto de ley debe ahora pasar de nuevo por la Cámara de Representantes, que la semana pasada había dado luz verde a una versión previa, para que ambas Cámaras hayan ratificado el mismo texto. El objetivo es enviarlo al Despacho Oval para la firma de Biden antes del 14 de marzo, cuando expiran las últimas ayudas por desempleo.