La sospecha es más que una condena
La gente juzga por lo que ve, y con mala vista o lentes empañados, nunca lo suficiente. Sabe a qué van, y también a qué vuelven, pero no lo demás.
Aunque sospecha y, en algunos casos, la sospecha es más que una condena.
Tal vez la investigación se quede por la mitad, o no llegue a expediente, sometimiento y acusación. No siempre se encuentran pruebas, o se archivan.
Solo que el escarceo inevitable o el espectáculo de acudir al llamado, es un inri que nunca se borra. Como tampoco el allanamiento y la incautación de equipos o papeles.
Como se les considera carne de penitenciaría, los Derechos Humanos no se interesan, y defenderlos, menos.
La Constitución no se ha dado cuenta, pero ya la inocencia no se presume. No existe el abrupto y arbitrario ¡tranquenlo!, pero la exhibición sin placa mata la fama.
La convicción de la calle no se sustenta en códigos ni en leyes sueltas. Un personaje con dos o tres reportajes a cuestas y cita a las 4 de la tarde, que se olvide: no tendrá cabida en el reino de la justicia.
No podrá conciliar el sueño de la madrugada.