Los sindicatos franceses convierten el 1 de mayo en otra “histórica” protesta contra Macron
A los franceses es muy complicado quitarles algo que consideran un derecho adquirido. Incluso cuando ya se lo has quitado. Por eso, a pesar de que la reforma de las pensiones, la que alarga la edad de jubilación de 62 a 64 años, fue promulgada el 15 de abril pasado, los sindicatos franceses no se dan por vencidos. Y han decidido convertir este 1 de mayo en una “histórica” protesta callejera. Confían en reunir hoy más de un millón y medio de personas repartidas en las más de 300 manifestaciones convocadas a lo largo de todo el país. Las primeras empiezan a las 10. Luego se irán escalonando. Será la decimotercera jornada contra esta polémica ley. Y todo apunta a que será masiva.
El presidente Emmanuel Macron, desesperado por pasar página, olvidarse de la contestación nacional, que dura desde enero y poder dedicarse a otra cosa, apeló dos días después de la promulgación de la ley, el 17 de abril, en una alocución televisada, a darse un plazo de 100 días, para reencontrarse con los franceses y recobrar la calma en el país. A juzgar por la que se anuncia hoy en la calle, no lo ha logrado.
Desde el otro lado, en el fondo, la convocatoria sindical de hoy tiene algo de paradójico: es cierto que por primera vez desde 2009, las ocho principales fuerzas sindicales francesas acuden unidas a una convocatoria. Macron ha servido de excelente aglutinante. También es cierto que, después de perder poder de convocatoria e influencia en la crisis de los chalecos amarillos, en los últimos meses los sindicatos han recuperado el aliento. Cuentan por decenas de miles las nuevas inscripciones de trabajadores y la reforma de las pensiones les han devuelto el protagonismo en la calle y en los medios. Pero también lo es que, en verdad y a pesar de todo, parece que han perdido la batalla: Macron, a pesar de la oposición, de su bajo nivel de aprobación y de popularidad, aprobó por decreto la reforma, esta fue avalada por el Tribunal Constitucional después y, previsiblemente, entrará en vigor en otoño.
Con todo, la protesta sigue. Los partidos de izquierda que se oponen a la reforma han presentado varias iniciativas parlamentarias encaminadas a su derogación, pero con pocas esperanzas de que triunfe. El Tribunal Constitucional deberá, el miércoles, pronunciarse sobre una propuesta de referéndum, también sobre la reforma, que, de resultar, podría hacer bascular todo. Tampoco tiene muchas posibilidades de seguir adelante. En la calle, los ministros y el propio Macron, en cada salida fuera del despacho, sufren caceroladas populares que empañan cada acto oficial, transformándolo en un nuevo capítulo de la protesta general.
El 65% de los franceses apoyan las protestas
Los sindicatos tienen a su favor a la opinión pública. Según un sondeo publicado recientemente por Le Figaro, el 65% de los franceses apoyan las protestas y un mismo porcentaje confiesa que no escucha al presidente cuando habla por televisión.
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A este respecto, es importante señalar que la Agencia de Calificación Fitch rebajó el pasado 28 de abril la nota a Francia, dejándola en un AA-. Un varapalo económico. Fitch justificó la rebaja apelando al “clima político y a los movimientos sociales (a veces violentos)”. Este clima y estos movimientos sociales “constituyen un riesgo para el programa de reformas de Macron”.
Hoy también se esperan escenas violentas. Hay un inaudito despliegue policial previsto, pero los prefectos de policía se temen enfrentamientos en ciudades como Lyon, Nantes o Rennes.
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