La embestida del presidente de Túnez contra la inmigración fuerza la repatriación de cientos de subsaharianos
Después haber disuelto el Parlamento para gobernar por decreto desde 2021 y tras desencadenar una reciente ola de detenciones de críticos y disidentes, el presidente de Túnez, Kais Said, ha arremetido contra los inmigrantes irregulares subsaharianos. “Existe un plan criminal diseñado desde principios de siglo dirigido a alterar la composición demográfica de Túnez para transformarlo en un simple país africano sin vinculación con el mundo árabe e islámico”, advirtió Said hace una semana ante el Consejo de Seguridad Nacional. El acoso sufrido desde entonces por numerosos negros africanos ha forzado a varios Estados de África Occidental a organizar la repatriación de cientos de sus ciudadanos en el país magrebí.
Las invectivas del mandatario contra los migrantes indocumentados, a quienes responsabiliza de propagar la delincuencia con “crímenes y actos inaceptables”, han suscitado el rechazo de la Unión Africana y protestas ciudadanas en Túnez contra la deriva racista y autoritaria de Said. Atrapados en un país de tránsito en su éxodo hacia Europa, apenas 21.000 subsaharianos sin papeles (un 0,2% de la población) viven entre los 12 millones de tunecinos, de los que uno de cada diez son de raza negra.
El Foro Tunecino para los Derechos Sociales y Económicos, organización que trabaja con inmigrantes, ha dado cuenta de una escalada de incidentes contra subsaharianos tras las declaraciones de Said. Muchos migrantes irregulares han perdido sus empleos o alojamientos ante el temor entre patronos y caseros a ser sancionados por contratar con extranjeros indocumentados. Varias embajadas de países de África Occidental están ofreciendo planes de repatriación voluntaria para quienes solicitan protección diplomática.
Medio centenar de guineanos retornaron el miércoles desde Túnez a Conakry en un vuelo organizado por la junta militar en el poder desde septiembre pasado, según fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores guineano citadas por France Presse. Costa de Marfil también ha puesto en marcha una operación de repatriación para 500 de sus ciudadanos. Ante su embajada en la capital tunecina han acampado decenas de personas, entre ellas varios niños, a la espera de ser evacuadas. Las salidas se están viendo dificultadas por la exigencia de pago previo de elevadas multas por haber sobrepasado el periodo de estancia permitida en el país. “Lo importante es salvar vidas y evitar que haya heridos. Nuestra compañía [aérea] nacional Air Côte d’Ivoire ha sido movilizada”, aseguró un portavoz gubernamental.
“Hay que evitar circular por barrios conflictivos, las salidas a horas tardías y los viajes en transporte público. Es necesario portar siempre el permiso de residencia, la tarjeta consular y el carné de estudiante”, rezan las recomendaciones colgadas en la Web de la Asociación de Estudiantes Senegaleses en Túnez. “En caso de detención, contactar urgentemente con la Embajada”, advierten. Las agresiones a subsaharianos se han incrementado en la última semana a la par que los controles policiales de perfil racial con decenas de detenciones arbitrarias en Túnez.
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“Las declaraciones de Said sobre la existencia de un complot para alterar el equilibrio demográfico son un reflejo de cómo las ideas complotistas se intensifican cuando se refuerza la percepción de vulnerabilidad”, argumenta Miguel Hernando de Larramendi, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Castilla-La Mancha. “La reciente ola de detenciones refleja la creciente vulnerabilidad de un presidente populista que pierde apoyos y que cada vez está más desconectado de un pueblo”, puntualiza en un intercambio de mensajes, “más preocupado por el deterioro de la situación socioeconómica y el abastecimiento cotidiano que por el proyecto de desmontaje del sistema político e institucional puesto en pie tras la caída de [el dictador Zin el Abidín] Ben Ali en 2011″.
Este experto en el Magreb considera que las “declaraciones racistas que sitúan a la población subsahariana como un enemigo interior buscan explotar sentimientos arraigados en una parte de la sociedad tunecina”. A pesar de que en 2018, según precisa, fue promulgada una ley que tipificaba la discriminación racial y permitía a las víctimas obtener reparación por abusos verbales o actos físicos de racismo, el fantasma de la xenofobia ha vuelto a emerger en Túnez.
Tras la primera controversia, el presidente negó días después que estuviera adoptando una actitud racista, y que solo pretendía exhortar a las fuerzas de seguridad a cumplir la ley. Said insistió, sin embargo, en que desde comienzos de siglo Túnez sufre una conspiración para alterar su equilibrio demográfico y que “algunos partidos” (sin citar a ninguno) habían recibido grandes sumas a cambio de permitir la entrada de subsaharianos.
Deriva hacia el “gran reemplazo”
Las palabras del mandatario tunecino apuntan a una deriva hacia la llamada teoría de la “gran sustitución”, o del “gran reemplazo” para aplastar una civilización local, en este caso árabe y musulmana, bajo el peso de una marea de inmigración, una amenaza que Said identifica en Túnez como subsahariana y en ocasiones cristiana o animista. El candidato ultra Éric Zemmour ya introdujo este explosivo debate político en Francia en la pasada campaña de las presidenciales.
Como recuerda el profesor Hernando de Larramendi, la progresiva pérdida de apoyos del presidente ha ido in crescendo durante el último año, como quedó reflejado en la escasa participación en el referéndum sobre la nueva Constitución, aprobada en julio de 2022 con una participación cercana al 30%, o la abstención masiva (en torno al 90% del censo) en las últimas elecciones legislativas. “La oleada represiva y el endurecimiento del régimen se enmarcan en una huida hacia delante por parte de un presidente que busca chivos expiatorios en el interior y exterior del país con los que contrarrestar su pérdida de apoyos”, remacha.
La mayoría de los ciudadanos de países africanos están exentos de visado de entrada en Túnez, aunque les resulta muy complejo conseguir un permiso de residencia más allá de la permanencia autorizada como turistas. Desde la costa del norte son muchos los que intentan llegar hasta Europa, a través de Italia, adonde llegaron por esta ruta en pateras 32.000 migrantes irregulares el año pasado. De ellos, 18.000 tenían nacionalidad tunecina. Pero el virulento discurso del presidente Said se concentra contra los subsaharianos. Las autoridades están aplicando a rajatabla la legislación que obliga a notificar a la policía los alquileres de viviendas a extranjeros y sanciona con fuertes multas los empleos sin permiso de trabajo.
Cientos de manifestantes salieron a la calle el pasado fin de semana en la capital del país al grito de “Túnez es África” en protesta contra el acoso a los subsaharianos. La tenista tunecina Ons Jabeur, vencedora del Open de Madrid el año pasado, ha subido un mensaje a la red de Twitter para expresar su “orgullo de mujer africana” y defender el derecho de todos a “vivir con dignidad”. En su tuit “contra la discriminación”, reproduce la imagen de un sello de correos tunecino de 1961 en el que una mano blanca y otra negra se funden dando forma al continente africano para conmemorar el Día de África. El presidente de la Comisión de la Unión Africana, el chadiano Musa Faki Mahamat, ha condenado “la declaración de las autoridades tunecinas contra sus compatriotas africanos” y les ha exigido “abstenerse de lanzar un discurso de odio racial”.
Tras las controversias del presidente Said, el ministro de Asuntos Exteriores tunecino, Nabil Ammar, en el cargo desde el pasado 7 de febrero, ha intentado apaciguar los ánimos y se ha reunido con embajadores de países subsaharianos. Ammar se ha negado, no obstante, a pedir disculpas por las declaraciones del jefe del Estado, según France Presse. Los guardacostas tunecinos intentan cerrar sistemáticamente el paso a las pateras de inmigrantes irregulares, en coordinación con los de Libia, Malta e Italia. En el marco de este acuerdo, el Gobierno de Roma ha ofrecido a Túnez ayuda económica para que refuerce la vigilancia marítima. “Estamos emparedados entre el norte y el sur”, reconoce el jefe de la diplomacia tunecina, “pero cuando advertimos de que existe un problema nos tachan injustamente de racistas”.
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